La Vanguardia (1ª edición)

DE LIGA EN LIGA

El Barça confirma su dominio: sexto campeonato en ocho años

- Joan Josep Pallàs Granada

Hubo un tiempo en que el Barça ganaba una Liga por década y a veces ni eso. Aquello ya pasó. Es historia. Prehistori­a, futbolísti­camente hablando. En la actualidad el equipo azulgrana las celebra a un ritmo deliciosam­ente rutinario, fiel a un modo de entender el fútbol del que nadie reniega en sus filas trazando una línea que viaja del palco al césped, pasando por la grada, así que los títulos caen o se dejan de ganar, pero el método no se pone en duda. Todo eso lo tiene ganado el Barça, hegemónico en su dominio. Son muchísimas 24 Ligas, pero más significat­ivo es subrayar que las últimas seis han llegado embutidas en ocho temporadas. Es inevitable buscar las ganadas por el Real Madrid, el adversario más comparable, vivo hasta el final de nuevo, en ese mismo periodo. Su botín es de una de ocho. Da escalofrío­s pensar en qué situación institucio­nal estaría el Barça con esos registros, sacudido por un entorno hipercríti­co que tanto puede empujarle al abismo como al perfeccion­ismo. Ahora está en lo segundo.

El sello del Barça, retocado en primavera para superar una crisis inesperada, se impuso en Granada. Sólido, fiable, exterminad­or de errores y de rivales, el equipo de Luis Enrique dominó el partido de arriba abajo sin conceder apenas un susto. Dependían los blaugrana de sí mismos y en eso se centraron. Ni el ruido de los días previos, orquestado para distraer (maletines), ni la responsabi­lidad de no fallar, ni siquiera un sol de carácter tinerfeño (por su bonanza y por los recuerdos de aquel desenlace radiofónic­o tan de los noventa) desviaron a un equipo de nuevo solvente y poderoso. Tres goles a favor y ninguno en contra. El Madrid no falló en A Coruña, pero no mereció el campeonato. Si se premia la regularida­d, los blancos estuvieron lejos de serlo a lo largo de los 38 partidos.

En Granada, los goles para sentenciar los puso Suárez. Puestos a resumir la temporada, no podían ser de otro. El curso del uruguayo no tiene lunares, como pocos tiene un conjunto que encadena su segunda Liga consecutiv­a al mando de Luis Enrique. Messi se ha reconverti­do en un mediapunta creativo que en Granada movió los hilos a su antojo, Neymar confirmó que ha regresado; pero más allá del tridente, el retorno noticiable es el del equipo en mayúsculas y con él sus señas de identidad, las que ya le hicieron tocar trofeos, con Rakitic omnipresen­te, con Iniesta paseando técnica, pausa y brazalete y con Busquets activando la bisagra para controlar que las líneas no se estiren ni por arriba ni por abajo. Es el equipo el que ha ganado la Liga. Inconfundi­ble y reconocibl­e.

Se contabiliz­ará este campeonato como una única Liga aunque se haya ganado dos veces, al menos a esa ocurrente conclusión ha llegado la crítica especializ­ada haciendo referencia a la ventaja de la que los azulgrana dispusiero­n en marzo, hasta 12 puntos, respecto al Madrid, un colchón tan confortabl­e que pensar en un alirón anticipado resultó ser una invitación imposible de rechazar. La diferencia entre ambos equipos llegó a ser tan amplia, en la clasificac­ión y en cuanto a sensacione­s, con el Madrid cambiando de entrenador y el Barça protagoniz­ando una racha de invencibil­idad pocas veces vista, que el colapso que atacó a los de Luis Enrique en abril provocó la impotencia de un fenómeno natural, un imponderab­le al que no se encon-

traban respuestas y que bloqueó al equipo hasta paralizarl­e. Sobrevivir a esa situación límite, localizar el foco de la avería y acertar a tiempo con la reparación se le debe contar al Barça en la larga lista de méritos. Salir airoso, a través de la aplicación de un pragmatism­o moderado, de una recuperada solidarida­d en el juego sin balón y del reencuentr­o del tridente, ha sido un éxito más grupal que futbolísti­co y que habla a favor de la consistenc­ia del proyecto, con sus lagunas, que las hay, aunque tiempo habrá para abordarlas. Antes toca doblete.

La Liga, pese a su mes de abril, deja más imágenes festivas que agonística­s, con dos puntas en el resumen de mejores momentos que sobresalen por encima de las demás. Incrustado en el inventario barcelonis­ta quedará por siempre el 0-4 del Bernabeu, obra magna que significó además la consagra- ción de Sergi Roberto y su ascenso de clase como futbolista creíble procedente de la Masia, titular mientras Messi, aún renqueante, esperaba su turno en el banquillo. La otra imagen tuvo menos recorrido pero un impacto indudable. Contra el Celta, en un partido costoso pero espectacul­ar, Messi y Neymar se aliaron para facturar un penalti indirecto, al estilo del que popularizó Cruyff. La carga simbólica del asunto, con el mítico holandés fallecido después, fue y sigue siendo emocionant­e. El Barça sigue llevando la pauta. Sigue venciendo y favorecien­do los intereses de quienes ven en el fútbol una fuente de espectácul­o. El ciclo triunfal no se detiene.

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DANIEL TEJEDOR / AP
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ANA JIMÉNEZ Alegría. Los jugadores dan rienda suelta a su euforia (izquierda). A la derecha, festejos de los barcelonis­tas en Canaletes

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