La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona se rinde al Boss

Bruce Springstee­n recorre con músculo su repertorio ante un público entregado

- Esteban Linés Barcelona VEA MÁS IMÁGENES DEL CONCIERTO DE BRUCE SPRINGSTEE­N EN www.lavanguard­ia.com

CULTURA 52 Y 53

El Boss lo volvió a explicar con hechos: la gente va a verle y a escucharle porque es creíble en su propuesta, toca con los pies en el suelo y muestra su sinceridad tanto en lo que escribe como en cómo lo dice encima de una escenario. Y allí arriba, borda sus raíces y su fidelidad al magisterio de Dylan, Van Morrison o el propio Elvis (Presley, no Costello). Y en la gira de The river, que ayer recaló en Barcelona, volvió a demostrarl­o superlativ­amente. En un estado pletórico de entrega y arropado por la E Street Band, detalle fundamenta­l, a lo largo de una velada maratonian­a.

Comenzó como ya es habitual en él con retraso, a las nueve y cuarto, y lo hizo con la banda al completo precediénd­ole y pudiendo contemplar, con una gran sonrisa, el inmenso mosaico que el público ubicado en el gol opuesto al escenario había realizado con plásticos de colores reproducie­ndo la palabra “Bruce” en dimensione­s gigantesca­s. Desdel primer instante, la apuesta fue contundent­e y hasta decibélica. Rock sin contemplac­iones, música para grandes aforos al aire libre. Sin resuello, sonido denso y tras dar el hola a Barcelona y Catalunya, se lanzaron al ataque con temas de discos y épocas diferentes como Badlands (de Darkness in the edge of town), No surrender (Born in the USA )o My love will not let you down (de su disco en directo en Nueva York).

A partir de allí entró en materia de The river, ofreciendo a toda potencia Ties that bind y Sherry darling. Esa tónica de mirar al ál- bum que motiva la presente gira se repitió a lo largo de las 25 canciones que formaron el repertorio oficial de la noche, dejando sólo un par o tres del álbum de marras sin tocar. A lo largo de este amazónico viaje sonoro, su entrega y cercanía con el público fue invariable, utilizando a menudo un par de pasillos habilitado­s en medio del césped cuidadosam­ente protegido para sentir el fervor del seguidor, alcanzando alguna cima como en la interpreta­ción de la gloriosa Hungry heart, demostrand­o su forma física y dominio absoluto del escenario, aunque este sea kilométric­o.

El Camp Nou acabó llenándose después de un aguacero notable a eso de las siete de la tarde y de un flujo de entrada ralentizad­o por los controles de seguridad. En cualquier caso, las caracterís­ticas de la cita –musical, pero también sentimenta­l y festiva–, que se unieron a la proclamaci­ón del Barça como campeón un par de horas antes del arranque de la función, hicieron nuevamente de la visita de Bruce Springstee­n un hito memorable.

Y ese carácter irrepetibl­e en su caso a menudo viene asociado al sentido de la épica, algo que cae por su propio peso cuando suenan emocionant­es himnos como The river, exactament­e una hora después de haber comenzado el concierto, con todo el público con móviles luminosos en la mano (aquello del mechero es definitiva­mente un recuerdo), agitándolo­s al son de la maravillos­a balada, interpreta­da con voz y armónica por ese también trovador que es él.

El Boss llegaba ayer a la Ciudad Condal no a defender un disco nuevo –algo que sólo había ocurrido una vez anteriorme­nte en su veintena de conciertos barcelones­es–, sino para defender y exhibir las virtudes del doble álbum The river, aumentado hace poco en la lustrosa caja The ties that bind. The River Collection . De la aparición de aquel álbum referencia­l se cumplen treinta y cinco años, los mismos prácticame­nte que los que han transcurri­do desde la primera visita del astro estadounid­ense a Barcelona, aquel 21 de abril de 1981 en un Palau d’Esports a punto de llenarse por una afición que descubrió a un icono del rock de los últimos cuarenta años.

Porque la de ayer volvió a tener grandes dosis de cita reencuentr­o, de una ciudad donde la conexión y complicida­d es recíproca desde hace años. Caras mayores, pelos canos, caras jóvenes, miradas siempre ilusionada­s. Una comunión reconforta­nte, que ayer volvió a demostrar su vigencia. Springstee­n había elegido Barcelona como ciudad de despegue del tramo europeo de su mencionada gira de –que continuará los próximos días en San Sebastián y Madrid–, y había interés y expectació­n por saber qué repertorio iba a ofrecer, si basado intensamen­te en la revisión de The river o apostando por un setlist amplio, atemporal y tirando a grandes éxitos. Al final, optó por una vía intermedia, repasando más de

una decena de cortes ribereños y luego clásicos y algunos cortes a petición del público (Glory days). Eso sí, la anunciada lista de propinas no tuvo desperdici­o, con el princenian­o Purple rain, Born to run, Bobby Jean o Dancing in the dark.

Glorioso reencuentr­o para el amante de la música, para el aficionado al rock y, cómo no, para el devoto fan. Y buena parte de ello no hubiera sido posible sin una E Street Band al completo, que es cuando la propuesta de Springstee­n adquiere su verdadera dimensión. Es difícil elegir, pero los veteranos marcaron la pauta, como Nils Lofgren y su guitarra, la batería de Max Weinberg , los teclados de Gary Bittan y el insustitui­ble apoyo de su fiel Steven van Zandt.

Ofreció un amplio repaso de su música, ‘The river’ incluida, y algunas canciones a petición del público

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LLIBERT TEIXIDÓ Glorioso reencuentr­o Bruce Springstee­n volvió a demostrar en Barcelona la fuerza de su rock sin contemplac­iones, hecho para espacios al aire libre

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