Rebelión en las pasarelas
LOS zapatos de tacón de aguja han sido objeto de un par de actos de rebelión esta misma semana: uno en Cannes, cuando Julia Roberts decidió descalzarse sobre la alfombra roja de las celebridades; otro en Londres, donde el despido de una empleada en la City por utilizar zapatillas deportivas en lugar de stilettos ha llegado al Parlamento con el aval de miles de firmas.
No deja de ser curioso que los zapatos de tacón fueran creados para los hombres, en realidad para Luis XIV y su corte, pero se apropiaran de ellos las mujeres. Decía un erotómano como Luis García Berlanga que las damas descubrieron un día que estos zapatos les daban un efecto de inestabilidad tremendamente seductor. Oscar Tusquets los definió como el objeto más hermoso y mejor diseñado del mundo, aunque el arquitecto reconoció que han sido concebidos no para caminar sino para excitar al hombre. Algo de razón tendrá, cuando personajes tan dispares como Restif de la Bretonne, Goethe o Arthur Miller los han hecho protagonistas de sus libros o cuando los han pintado voluptuosamente Allen Jones, Warhol o Dalí. Por no hablar del cine, donde Marilyn Monroe se subía a ellos con estilo insuperable o Cecil B. DeMille seleccionaba a las actrices por su calzado.
De un tiempo a esta parte empieza a producirse una contestación. Roberts ha dicho en Vanity Fair que no entiende que ella no pueda pisar la alfombra roja sin zapatos de tacón y su acompañante sí. Incluso Sarah Jessica Parker, la misma que enloquecía por unos Manolos en Sexo en Nueva York, no puede lucirlos porque sus pies no lo resisten. Y Victoria Beckham reconoce que tienen una hernia discal por su culpa.
El zapato de tacón de aguja es un estereotipo de belleza que horroriza a los podólogos, por más que ganen clientela. Pero siempre hay una tercera vía: usarlos lo justo, aunque sea llevando unas zapatillas en el bolso, La autoestima y la comodidad no deben ser incompatibles.