Trabajo poco cualificado
España tiene el mayor número de trabajadores sobrecualificados de la UE
Pese al relativo crecimiento económico, España sigue arrastrando el mal endémico de la sobrecualificación de la fuerza laboral: entre las diez profesiones con más vacantes en estos momentos destacan las de camarero, dependiente o teleoperador.
DESEQUILIBRIOS Hay un exceso de universitarios y pocos con formación intermedia
MODELO PRODUCTIVO La recuperación económica no ha creado más empleos cualificados
Pese al crecimiento económico de los últimos trimestres, España sigue arrastrando uno de sus males endémicos: la sobrecualificación de la fuerza laboral. El último estudio de Esade-Infojobs de esta semana ha vuelto a poner sobre la mesa el desajuste entre oferta y demanda.
Un ejemplo llamativo: entre las diez profesiones con más vacantes en estos momentos en el portal de referencia Infojobs destacan las de camarero, dependiente, teleoperador, azafata, que piden un nivel formativo mínimo.
El problema es que casi la mitad de los que se postulan (45%) tiene un título universitario o superior. De hecho, en la actualidad son el colectivo más numeroso. Como es lógico, aspiran a desempeñar un oficio más acorde con su educación.
Sin embargo, aunque las ofertas no se ajustan a sus legítimas aspiraciones, más de uno acaba tirando la toalla para trabajar en un rango más bajo. Según los datos que maneja el profesor de Esade Carlos Obeso, el 40% de los universitarios está ocupado en puestos que requieren un nivel profesional inferior. Esta situación es muy palpable entre las mujeres de menos de treinta años y con una licenciatura en Humanidades, según muestran las estadísticas.
Este académico destaca que respecto a otros países el nivel formativo de los españoles es como el de un reloj de arena: muchos universitarios, poca educación intermedia y un número elevado sin estudios. En Alemania, por el contrario, tiene más forma de rombo. “Tenemos más gente cualificada de la que necesitamos y una carencia de personas con formación profesional”.
El mencionado estudio de Esade certifica que en las distintas categorías de empleos en los que no se exige licenciatura (si no educación secundaria, bachillerato formación profesional), en promedio, más de la mitad de las personas que desempeñan el puesto tienen un nivel formativo superior al requerido.
Una de las consecuencias es que los universitarios españoles, si no deciden hacer las maletas para buscar más suerte en el extranjero, terminan por adaptarse a lo que hay. “Esto no sólo genera frustración, sino que con el pasar del tiempo la persona pierde sus habilidades y competencias porque deja de formarse, ponerse al día y ejercer la profesión para la cual había estudiado”, advierte Obeso. De ahí que la situación se cristalice. “No se trata de que el ingeniero haga de camarero de forma temporal o coyuntural, sino de que el ingeniero electrónico acabe trabajando como instalador y la anomalía termine por ser estructural”, explica.
El problema –matiza el investigador de Fedea Florentino Felgueroso– “no es que un licenciado acepte desempeñar un oficio poco cualificado, sino durante cuánto tiempo”. Hace años, un universitario podía empezar a trabajar en un nivel más bajo a la espera de un ascenso posterior. Pero “esta progresión parece haberse estancado situándose por debajo del 60% entre los 6 y 10 años desde la finalización de los estudios”, advierte.
España, aunque ha dejado la crisis atrás, no crea todavía suficientes ocupaciones de alta cualificación para todos los titulados superiores que el sistema es capaz de generar. Para el profesor de la UPF José García Montalvo, que está trabajando en un proyecto sobre el tema financiado por RecercaCaixa, esta contradicción “es el reflejo de un modelo productivo basado en turismo y construcción, con empleos de salarios bajos”.
Este experto cita un dato ilustrativo. “Anteriormente, cuando subía el desempleo, los universitarios formaban parte de esta subida. Ahora, ya no. Porque aceptan trabajos de baja calificación. Han flexibilizado sus exigencias, y esto es un drama. Defrauda expectativas y es desesperante. Esta tendencia genera mucha inercia; la prueba es que empezó a principios de los años noventa”.
Según Montalvo, la universidad también tiene su parte de culpa. “La distribución de las carreras no se ajusta a las necesidades de las empresas ni tiene que ver con el mundo real”.