El espíritu de las leyes
Jean-Louis Debré, prohombre de la derecha francesa, arremete contra Sarkozy, Juppé y la clase política
Jean-Louis Debré, expresidente del Consejo Constitucional y una de las figuras más destacadas de la derecha francesa, pasa cuentas en un libro recién editado con sus antiguos colegas conservadores.
Jean-Louis Debré, 71 años, personalidad de la derecha francesa, presidente del Consejo Constitucional hasta el pasado 5 de marzo, pasa cuentas con sus antiguos colegas conservadores. “De Sarkozy nada me sorprende. No tiene el menor sentido del Estado. Es un jefe de clan que no soporta la contradicción”, escribe Ce que je ne pouvais pas dire (Lo que yo no podía decir), un libro que acaba de publicar la editorial Robert Laffont.
Debré. liberado de sus responsabilidades públicas, recupera la palabra con espíritu crítico y, al tiempo que destroza al expresidente Sarkozy, tampoco deja nada bien al ex primer ministro y actual alcalde de Burdeos, Alain Juppé, hoy el político mejor situado para ganar las próximas elecciones presidenciales: “Es el hombre que no debe nada a nadie o que más bien no reconoce las deudas”.
Debré es fiel a Chirac desde 1973 aunque se niegue a tutearlo. Fue su apoyo en la travesía del desierto que precedió a su elección presidencial y en la lucha contra “su amigo de 30 años”, Édouard Balladur.
Debré lo ha hecho todo en política militante, consejero de un primer ministro y de un presidente (Chirac en ambos casos), diputado, ministro del Interior, alcalde de Évreux, presidente de la Asamblea Nacional y presidente del Consejo Constitucional, un organismo que, fundamentalmente, vela por la normalidad de los procesos electorales. Bajo su mandato supo imponer la superioridad de la legislación sobre el favor político, lo que ahondó más aún la zanja que lo separa de Sarkozy porque invalidó sus gastos de campaña “por excesivos y opacos”.
Debré, que hoy está al frente de los archivos de Francia, es un escritor compulsivo que, al contrario que la mayoría de sus colegas y personalidades que publican, no necesita negros.
Se estrenó con su tesis doctoral, –Las ideas constitucionales del general De Gaulle– y siguió con ensayos como Dynasties républicaines o Le monde selon Chirac. Luego se entregó a la novela negra. Entre 1986 y el 2011 publicó cinco historias policíacas.
La experiencia política tiñe sus relatos . La prostituta del primero, por ejemplo, se llama Josiane Baladur. Luego tituló una de sus obras como Asesinato en la cámara de diputados.
Más sabroso es el libro en el que figura como colaborador y que firma Jean-Marie Roughol, un vagabundo. “Una noche –recuerda Debré–, yo salía del Drugstore y un mendigo (Roughol) me interpeló. Era un tipo fascinante. En eso pasa una pareja y él, bien trajeado, comenta cuán vergonzoso era ver al presidente del Consejo Constitucional de charla con un andrajoso. Convencido de que Roughol tendría más cosas interesantes que contar que ese mequetrefe, lo animé a que hiciéramos un libro, convencí a Calmann-Lévy de publicarlo y en 2015 lo presenté”.
Debré, que circula habitualmente en bici por París, fue interpelado un día por un peatón. “El anciano me dijo que me depositaría en el Consejo Constitucional unos libros que me concernían”, y fue así, a través de aquellas lecturas, cómo pudo reconstruir su saga familiar, “indisolublemente ligada a la República”.
El árbol genealógico lo inicia Anschel Moïse, que se acogió a las leyes napoleónicas sobre los judíos para instalarse en Alsacia y rebautizarse como Anselme Debré. Su nieto, Simon Debré, será un rabino insigne. El nieto del rabino, Michel, redactará la Constitución francesa de 1958. La dinastía incluye a un célebre pediatra, Robert Debré, y también al falso gemelo de JeanLouis, Bernard, urólogo importante y su enemigo en la derecha.
Seguramente, el rabino dio un respingo en su tumba en 1978 cuando Jean-Louis Debré dirigió la secretaría de un protegido de Mitterrand, Maurice Papon, responsable de la deportación y muerte de 1.600 judíos franceses.
Sobre la imagen política de Jean-Louis Debré también pesó la demolición policial de la puerta de una iglesia parisina ocupada por clandestinos. Él era entonces ministro del Interior. El párroco y el arzobispo de París, “ofendidos por las supuestas profanaciones –explica– exigieron el desalojo, pero la puerta estaba bloqueada. ¿Y cómo podía entrar la policía si no era derribándola? Lo que me fastidió fue que las autoridades religiosas dijeran que no se entra así en una iglesia. ¿Pretendían un milagro?”
Reacio a los honores, Debré se negó dos veces a la Legión de Honor que le proponía Sarkozy –“él cree que todo hombre tiene un precio; yo no conozco el mío”–, pero aceptó la gran cruz de Isabel la Católica. Decepcionado de la política, dice que la V República “la iniciaron antiguos resistentes, sus hijos sabían lo que es Francia. El personal político, hoy, carece de cultura histórica y literaria. Se reúnen por clanes y cazan en manada”.
A partir de ahora Debré asegura que intentará “ser actor, para vivir otras vidas que la mía”. De momento, sin embargo, prepara un Dictionnaire amoureux de la République y otra novela policial. La trama implica a “dos hombres brillantes y apasionados cuya amistad no sobrevivirá a sus ambiciones”. A Debré le gusta novelar porque “concebir una ficción te obliga a observar. Hoy, la gente no se mira; saben todo por internet, pero son incapaces de mirar al otro. Por eso también recorro París en bicicleta: para no perder detalle”.
Juppé “es el hombre que no debe nada a nadie o que más bien no reconoce las deudas” Sarkozy “no tiene el menor sentido de Estado; es un jefe de clan que no soporta la contradicción”