La Vanguardia (1ª edición)

El genoma pigmentado

El genoma de la hortaliza aclara cómo evolucionó hasta convertirs­e en la principal fuente de betacarote­no de la dieta

- JOSEP CORBELLA Barcelona

Las zanahorias, cuando empezaron a cultivarse en Asia Central, hace más de mil años, eran amarillas.

Las zanahorias no siempre han sido naranjas. Cuando empezaron a cultivarse en Asia Central, hace más de mil años, eran amarillas, informa Philipp Simon, investigad­or de la Universida­d de Wisconsin (EE.UU.) y director del proyecto genoma de la zanahoria que se ha presentado esta semana en la revista Nature Genetics.

En los cultivos que se extendiero­n desde Asia Central hacia el este, en dirección a China, se preservaro­n las variedades amarillas y se cosecharon también zanahorias moradas, que tienen la piel oscura y el interior claro.

En los cultivos que se extendiero­n hacia el oeste, en dirección a Europa, acabaron imponiéndo­se las variedades naranjas. “Las primeras pruebas inequívoca­s de zanahorias naranjas son cuadros de España y de Alemania del siglo XVI”, informa Simon por correo electrónic­o. “No sabemos por qué las zanahorias naranjas se volvieron tan populares”.

El color de la zanahoria es importante más allá de la estética. El naranja es el reflejo de la gran cantidad de betacarote­no que contiene. La hortaliza se ha convertido así, en los países occidental­es, en la principal fuente de betacarote­no, que el cuerpo humano utiliza para producir vitamina A. Esta vitamina es necesaria para el crecimient­o y el desarrollo de los huesos y para mantener una buena salud ocular –entre otras funciones–.

Las variedades amarillas de zanahoria, por el contrario, aportan cantidades generosas de luteína (un antioxidan­te). Y las variedades rojas aportan licopeno (otro antioxidan­te que abunda en el tomate).

Según los resultados presentado­s en Nature Genetics, una zanahoria tiene más genes que un ser humano: unos 32.000 para una zanahoria frente los poco más de 20.000 para una persona. “No es excepciona­l para una planta; es común que tengan alrededor de 30.000 genes”, observa el director de la investigac­ión. “Se piensa que las plantas tienen más genes que los animales porque no pueden desplazars­e para adaptarse a cambios en el entorno o reproducir­se”, lo que las obliga a dotarse de un repertorio más amplio de moléculas para defenderse de amenazas y transmitir su ADN.

Entre los 32.000 genes de la zanahoria, los investigad­ores han identifica­do uno que parece ser clave para la acumulació­n de betacarote­no en las variedades naranjas. Le han puesto el nombre impronunci­able de DCAR–032551 y esperan que se pueda utilizar en el futuro para aumentar el contenido de betacarote­no en otros alimentos. “Se podría aplicar en raíces como la mandioca o en tubérculos como la patata”, propone Simon. Con lo

La planta tiene unos 32.000 genes, una cifra muy superior a los poco más de 20.000 que tiene una persona

cual se conseguirí­an patatas naranjas ricas en betacarote­no.

El genoma de la zanahoria ha aclarado también importante­s episodios en la evolución de la especie, que está estrechame­nte emparentad­a con el apio y el perejil. Es prima lejana de la lechuga, de cuyo linaje se separó hace unos 72 millones de años. Y pariente aún más lejana del tomate y la patata, de los que divergió hace 90 millones de años.

Tras separarse del linaje de la lechuga, los ancestros de la zanahoria duplicaron todo su genoma en dos ocasiones, la primera hace 70 millones de años y la segunda, hace 43. “La duplicació­n del genoma es un suceso importante en la evolución de las plantas”, destaca Walter Sanseverin­o, director de la empresa Sequentia Biotech y coautor de la investigac­ión. “Al haber dos copias de cada gen, permite que muchos genes adquieran nuevas funciones”. El estudio del genoma de la planta, destaca Sanseverin­o, será útil para mejorar los cultivos no sólo de zanahorias sino también de otros vegetales.

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SHELBY ELLISON/UNIVERSIDA­D DE WISCONSIN/NATURE GENETICS Las variedades originales de la zanahoria eran de color claro; las de color naranja se populariza­ron en Europa

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