LAS TORRES DE MARFIL
En las subastas de primavera en Nueva York se constata que este no es momento para grandes récords. Aunque hay dinero, los dueños guardan sus tesoros para otra oportunidad
Las subastas de Nueva York constatan un descenso en el mercado del arte.
Nueva York. Corresponsal Cuando la subasta entra en los llamados “minutos de la basura”, esos en los que el partido sigue en juego aunque todo está decidido, el rico Eli Broad se marcha.
Tiene suficiente. Ha pescado el tesoro anhelado. Los periodistas corren tras él, un mega coleccionista que ha abierto The Broad, su propio museo de arte contemporáneo en Los Ángeles. –¿Su primer Sam Francis? –Éste es el quinto. Se trata de un cuadro abstracto de 1957 titulado Summer #1. Muy colorido. Ha cambiado varias veces de mano, la última en el 2001, que recaló en Chicago.
En sólo unos minutos, el veterano Broad, sonriente de satisfacción, se ha dejado 11.842.000 dólares (10,5 millones de euros), un pellizco menor en su fortuna de unos 7.300 millones de dólares, sostiene la revista Forbes.
No ha sido fácil. El Francis sale a puja por un precio mínimo de ocho millones. Pronto alcanza esa barrera, con cinco interesados. A partir de aquí, hay un tira y afloja al alza de 50.000 en 50.000 dólares entre apostadores presenciales y por teléfono. Hasta ese momento en que parece que la cosa no da para más.
Pero ahí está Míster Hammer –como denominan sus colegas de Sotheby’s a Oliver Barker, presidente de la sección de Europa y el hombre del mazo– para alentar la pugna. Ha intuido algo, que aún queda un margen antes de asestar el golpe definitivo, el del remate.
Señala a un lado, al otro, se recuesta sobre el atril por la derecha, de inmediato hace lo mismo por la izquierda. Silencio. Sólo su “denme 50.000 más” o “última oportu“La nidad”. Resulta un tanto intimidatorio, pero de buen rollo. De pronto, una exclamación. –¡Diez millones! Más gasolina. Esto espolea la disputa, que Barker califica de “lucha tenaz”. Intercambio de ofertas. El asunto se cierra con un récord en subasta para Sam Francis y la felicidad de Broad.
Al tiempo que el filántropo entra en el ascensor para descender de la séptima planta del edificio de Sotheby’s, en la avenida York, al extremo del Upper East Side de Manhattan, la convocatoria toca prácticamente a su cierre.
Barker pega el mazazo final con la instalación Boneyard de Christian Marclay, vendida por 550.000 dólares. En el recorrido ha dejado expresiones del tipo “yo también me siento afortunado por ti”, después de que se escuchara un “¡guau!” al acabar el forcejeo por el Untitled de Günther Förg (670.000 dólares). En escasa hora y media, Míster Hammer coloca el 95% de la oferta–el baremo más alto en la casa desde el 2009–, y recauda 242,2 millones de dólares (tasas incluidas), por encima de la estimación mínima de 201,35 millones.
“En ocasiones me han planteado que si tomo clases de interpretación”, murmura Barker al rato. “En ningún momento puedes parecer aburrido o falso”, matiza.
crisis está en el petróleo”, replica uno de los espectadores, Sandy Rower, nieto del escultor Alexander Calder y presidente de la fundación dedicada a su abuelo. “La búsqueda del alma en este mercado –ironiza– ha sido exagerada, la recesión está de baja”.
Ante la insistencia, Rower señala con el dedo. “¿Crisis en el arte? No lo creo. Mira esa araña. Han pagado mucho por ella”.
Se refiere a Spider III, figura creada en 1999 por Louise Bourgeois. Salía por cuatro millones de dólares y trepa a 6.522.000. Está expuesta en el vestíbulo de la sala, que ha estado abarrotada.
Sin embargo, ninguna pieza, ni en esta institución ni en su rival, Christie’s, se han aproximado a las ventas de obras por cien o más millones. Lejos queda el tope logrado por Picasso hace ahora justo un año. Su lienzo Les femmes d’Alger (Version ‘O’) batió todas las expectativas al salir por un precio nunca alcanzado en una subasta: 179,36 millones de dólares (160,9 millones de euros).
“Eso es otra cosa, hablas de especulación”, remarca Rower al sugerirle la ausencia esta temporada de grandes adquisiciones individuales. “Tal vez había más especulación antes que hoy”, dice.
También la consideración de Mathieu Paris, de la galería White Cube, se orienta en este mismo sentido. “La gente se concentra en valores más seguros, de confianza. Se tiende menos a la especulación y se busca más la calidad de la obra”, subraya.
Lo que marca la diferencia, según el criterio –y el sarcasmo– de Rower, es que esta primavera hay en catálogo menos legados de grandes coleccionistas difuntos.
“Resulta cierto –añade el nieto de Calder– que no ha habido trabajos icónicos, pero los pocos que han aparecido no han salido mal, como el Basquiat de la otra noche. Pese a que faltan esas obras simbólicas, con el sentido de trofeo, hemos tenido un mercado mucho más normal, ni alto ni bajo, en el punto de la realidad”.
Una vez que la sala se ha vaciado, Grégorie Billault, jefe de arte contemporáneo en Sotheby’s, luce despeinado, con aspecto de haber afrontado una situación compleja y haberse salido. “Hemos su-
El mercado del arte contemporáneo se mantiene y se estrella el del impresionismo Las valoraciones se contraen y los precios son más reales y menos especulativos Las dudas sobre la economía y el año electoral en EE.UU. crean incertidumbre
perado la tormenta”, reconoce.
Existe la sensación de que de mayo a mayo han pasado bastante más de doce meses. Su empresa ha tenido malos balances trimestrales, en parte por el ofrecimiento de garantías mínimas a los propietarios de cara a sacar obras singulares y cuyas expectativas se han visto defraudadas. “Pensamos que ya no es el tiempo de practicar este juego. Hay una mejor comprensión del mercado y este es nuestro mensaje a los coleccionistas”, señala Billault.
A una docena de expertos los han despedido y el lunes se estrellaron en la subasta de arte impresionista. De 62 lotes, 21 se quedaron sin vender. Se hicieron con 114,5 millones de dólares, si bien el mínimo estimado era el de lograr casi 165 millones.
Christie’s, la competencia, también se ha apretado el cinturón. Está en proceso de cerrar varias oficinas en Estados Unidos. Y si el martes sacaron pecho por su acierto en arte moderno, el jueves se dieron de bruces con el impresionismo, incluido el gancho de Monet. “Lo que pega fuerte es lo moderno, el mundo está por lo contemporáneo”, certifica Diego Costa Peuser, editor de la revista
Arte al día y organizador de la feria Pinta en Miami y Nueva York.
A pesar de los 242,2 millones de este pasado miércoles en Sotheby’s, la cifra ascendió a 379,7 millones de dólares en la cita equivalente del 2015. “No había burbuja”, contesta Billault. “Si analizas los precios de esta noche, no eran bajos. No hay cimas tan altas, pero, en conjunto, la media es como la del curso pasado, de cinco millones por cada lote”. Los cuadros estrellas son el Untitled (New York
City) de Cy Twombly, vendido por 36,7, y Dos estudios para un autorretrato de Francis Bacon, por 35.
Ante la evidencia de una caída en las estimaciones, Billault asegura que “si el publico pide ir más abajo, nosotros bajamos”. Para Costa Peuser, “se desinfla la burbuja”. Que no equivale a pinchazo. “Aunque no hay crisis, por primera vez los precios se acomodan a la situación”, aclara.
A pesar de arrancar la semana con estruendo, gracias a la venta por 17,5 millones de dólares (unos 15 millones de euros), de una escultura en plástico de Hitler realizada por Mauricio Cattelan, la conclusión en Christie’s se asemeja a la del rival. “Nos encontramos con un mercado en el que la gente se cuestiona los precios”, confiesa Jussi Pylkkanen, presidente global de Christie’s y homólogo de Barker en el uso del mazo. Sus escuelas son muy parecidas.
La actuación de Pylkkanen se produce un día antes, el martes. La sala, ubicada junto al Rockefeller Center, una zona más capitalista de Manhattan, también está abarrotada. Brett Gorvy, jefe internacional de arte de post guerra y contemporáneo, remarca que han negociado el 84% de lo ofertado e ingresado 318,4 millones de dólares, por encima del mínimo. Lejos, sin embargo, de los 658,5 millones del mayo anterior.
“Hemos adoptado una estrategia de menos riesgo, hemos de ajustar los precios al funcionamiento del mercado”, afirma Gorvy. Prosigue: “Cómo no va a haber más cautela. Si ves que tu negocio no va del todo bien, que la economía mundial tampoco y con unas elecciones en ciernes en Estados Unidos que preocupan mucho. ¿Por qué ha de ser más positivo el mercado del arte? Y los periodistas especulando sobre una burbuja. Los propietarios prefieren esperar antes de sacar sus obras al público”.
Gorvy subraya el récord mundial de Basquiat. Su Untitled se vende por 57,3 millones de dólares (50,2 de euros). “Si hubiesen pagado esto el pasado año –señala–, se diría que era porque el mercado estaba hinchado. Ahora, este precio alto es más por la calidad y porque el coleccionista se centra más en calibrar el artista”.
Dinero fresco de Asia. El mural del grafitero es para el japonés Yusaku Maezawa. En dos jornadas, entre Christie’s y Sotheby’s, gasta más de 100 millones de dólares y se empaqueta media docena de obras. Pesca al por mayor.
“No pujaría por ese cuadro”, replica, a la salida de Christie’s, el músico y coleccionista Lutz Rath refiriéndose al diablo de Basquiat. “Al comprar arte, quiero levantarme por la mañana, mirar eso y pensar que es mi amigo”.