Junts pel Sí, ¿para qué?
Una alianza excepcional y el voto de una vida. Cuatro meses de gobierno de coalición después, la pregunta es: Junts pel Sí, pero ¿para qué? El planteamiento del líder de ERC es que “no estamos juntos por que sí” y aunque lograr la independencia en 18 meses fue el objetivo que unió el 27-S a republicanos y convergentes, lo que les separa ahora es la prosaica lucha de poder partidista ante una cita electoral que no se preveía en la hoja de ruta catalana.
En el Palau de la Generalitat saben que “toca abrocharse los cinturones” y no precisamente para divertirse. El independentismo se sitúa en medio de la tormenta perfecta ajena al proceso soberanista. Una mayoría amplia pero no definitiva en el Parlament para aprobar unos presupuestos, una Generalitat dependiente de los fondos de liquidez estatales a pesar de la recuperación económica, y una batalla electoral que reordena el ranking catalán de partidos y su proyección. La operación para “proteger” al Govern del Dragon Khan –con permiso del tripartito– electoral va del sainete al drama con la negociación presupuestaria con la CUP como primer capítulo.
El president Puidemont descarta subir el IRPF y el vicepresidente Junqueras dice que será el Parlament quien decida “soberanamente” qué opción es la mejor, al margen del proyecto de ley que apruebe el Govern. Sorprende que la iniciativa legislativa más importante de un ejecutivo tenga como primera aspiración ser enmendada en el Parlament, que es tanto como asumir errores. Ceder la iniciativa a la Cámara, como se hace en el desarrollo de las estructuras de Estado, preserva por pasiva la endeble unidad del Govern y propicia por activa la división de Junts pel Sí. Junqueras lo tiene claro: “El conseller de Economia soy yo y lo que debería hacer el resto del Govern es apoyar las propuestas”. Se puede recordar que Puigdemont es por ley el encargado de desplegar las directrices generales del Ejecutivo, pero invitar a que los diez diputados de la CUP planteen correcciones a unas cuentas que deberían contar de saque con 62 votos de Junts pel Sí es sinónimo de desconfianza entre socios y, sobre todo, rivales.
Junqueras quiere seducir con la mano izquierda a la CUP, afianzando su imagen gestora, y atrapar con la derecha al tradicional electorado convergente, confundido y sin referentes claros. Ahora o nunca. Los republicanos concentran el discurso en el “gesto” de reducir el IRPF a las rentas bajas y CDC, en la oposición a aumentar la presión fiscal. Un intento de borrar del imaginario colectivo la etiqueta de los recortes y la creación de impuestos, de mano de ERC.
No se puede bajar de golpe el IRPF a las rentas bajas porque haría más insostenible el sistema, ni subirlo a la brava para evitar el efecto de deslocalización de patrimonios. El tripartito lo hizo con los declarantes de más de 120.000 euros y al año siguiente había 3.600 menos… El impacto de la decisión final en las cuentas de la Generalitat sería en diferido, pero la tormenta estaba prevista y ya está aquí. Lo que deben decidir ERC y CDC es si no pasa de tormenta en un vaso de agua o será la gota que colma el vaso.
Sorprende que la ley más importante del Govern tenga como aspiración ser corregida por la CUP