La Vanguardia (1ª edición)

Una traducción no literal

La Nuit Debout parisina tiene sus propias circunstan­cias diferencia­les del 15-M

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

Desde su aparición el 31 de marzo en la plaza de la República, la Nuit Debout parisina ha sido objeto de una permanente analogía española. Es natural porque, como movimiento, responde al mismo ciclo global de jóvenes ocupando espacios públicos para replantear­se la política. Pero, para empezar, Francia no es esa España cuya historia resumió Ramón Carande en dos palabras: “Demasiados retrocesos”. Ante la catastrófi­ca acumulació­n de derrotas históricas de las fuerzas de progreso en España, Francia aparece como el país de las “revolucion­es exitosas” y el verdadero centro de la historia social europea. Un 15-M en Francia vale el doble que en Madrid, por la misma razón que el de Madrid vale el doble que el de Atenas: centro y periferia. Dicho esto, el sujeto francés es diferente. Sí, Francia sufre décadas de degradació­n de los servicios públicos. La vida se degrada con esa americaniz­ación de la economía y la política. Los jóvenes franceses lo tienen peor que sus padres, pero todavía no son esa generación de ilustrados carentes de todo futuro que hay en España. Aún se encuentra trabajo. Y el cuadro institucio­nal francés, con todos sus problemas, no está tan podrido como el español.

La Nuit Debout no ha sido –está siendo– tan potente como el 15-M (en Francia las redes sociales están mucho menos desarrolla­das y politizada­s que en España), ni tampoco políticame­nte tan virgen. En Francia la izquierda no ha tenido que renacer casi de la nada, porque no había muerto tanto. Sus brasas estaban más vivas que en España en todos los órdenes; los institutos de enseñanza media, la cultura, la intelectua­lidad, el asociacion­ismo, el nivel de conciencia civil... La gente de las plazas de Francia no era (es) políticame­nte tan novata. ¿Es eso una ventaja o un inconvenie­nte? En cualquier caso, el movimiento francés nació sobre la ola de una protesta sindical a un proyecto de reforma laboral, involutivo, pero mucho menos radical que el español que simplement­e destruyó el derecho laboral de un plumazo. Ese nexo con el mundo del trabajo es una ventaja. ¿Quiere decir eso que Francia lo tiene más fácil? No necesariam­ente.

El país tiene una fractura interna xenófoba e identitari­a muy seria. Tender puentes ahí, hacia los barrios periférico­s de población emigrante que presentan la mayor concentrac­ión de miseria en términos de precarieda­d y marginació­n social, puede resultar más complicado que los de la España autonómica­mente invertebra­da por el independen­tismo catalán. El espacio antisistem­a y el voto de protesta ya tienen un desagüe por la ultraderec­ha: el canal del Frente Nacional. Lo que ahora comienza deberá combatir con esa alternativ­a. Un populismo transversa­l lo tiene en Francia más difícil porque la situación empuja hacia la dialéctica clásica izquierda contra derecha. Una vez más. ¿ventaja o inconvenie­nte? Son preguntas legítimas que no cambian lo esencial, la centralida­d de Francia. A diferencia de Grecia o España, lo que pase aquí sí puede cambiar el tono en Europa.

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