La familia
Aunque no lo parezca, no quiero entrar en la polémica, pero de tanto oír hablar de la familia –a partir del extracto de unas declaraciones que sin haberse oído enteras ya hicieron estallar la polémica– me han entrado ganas de hacerlo a mí también. Precisamente empecé a escribir en este medio, ahora ya hace bastantes años, con un artículo en defensa de la familia que, por lo que veo, continúa de plena vigencia.
Que defienda a la familia como institución social no quiere decir que me alinee, ni ahora ni nunca, con las defensas furibundas que hemos visto estos días, sino que me sigo afanando para que se entienda su importancia en nuestras vidas y su función social. Dejando de lado la estigmatización ideológica a la que la someten en este país.
Ni siquiera defiendo que pueda o tenga que ser la única manera posible y deseable de convivencia, y soy plenamente consciente de qué tipos de relaciones nocivas –no exclusivas, por otra parte, del ámbito familiar– se desarrollan en muchas familias.
Sigo sin entender cómo hay todavía tantas imprecisiones, malentendidos y desconocimientos no ya de sus funciones o de su importancia social –que va del cuidado a la renta, pasando por otros aspectos de nuestra vida tanto o más fundamentales–, sino incluso que estos se trasladen a una cuestión mucho más peregrina como puede ser su forma actual.
Hace tiempo que, a pesar de que hablemos de un tipo familiar mayoritario –que de hecho es sólo un tipo de hogar de convivencia mayoritario–, lo que significa nuestro tiempo social es la diversidad familiar, tanto desde el punto de vista de la unidad de convivencia o forma del hogar como del de los vínculos de parentesco, como del de los vínculos afectivos, como de las concepciones individuales de cuál ha de ser y cómo tiene que ser la familia.
Sólo hay que mirar a nuestro alrededor –y querer ver lo que pasa, claro está– y nos encontraremos con padres y madres de igual o diferente sexo; con madres, y menos padres, solos; con niños y niñas con más de un hogar y con hermanos y hermanas de diferentes padres y madres. Incluso hay criaturas, no pocas, que tienen más que los cuatro abuelos posibles de la planificación tradicional.
Por tanto no sé dónde queda ya el propio concepto, ni cuántas familias tradicionales hay; sin necesitar, ni tan siquiera, hablar de crianza u otros valores.