La Vanguardia (1ª edición)

Segunda oportunida­d

- José Sols Lucia J. SOLS LUCIA, director de la cátedra de Ética y Pensamient­o Cristiano de IQS (Universita­t Ramon Llull)

El candidato socialista a la presidenci­a del Gobierno, Pedro Sánchez, ha perdido una oportunida­d histórica. De haber aceptado el ofrecimien­to que se le hizo hace meses de formar algún tipo de coalición gubernamen­tal con el PP y con Ciudadanos, habríamos tenido una mayoría parlamenta­ria que habría constituid­o la base democrátic­a para una reforma de la Constituci­ón española, a la que habrían sido invitados, como es lógico, el resto de partidos políticos. Los líderes políticos deberán reflexiona­r sobre la vergüenza de estos últimos meses, cuando han hecho el paripé ante las cámaras mientras cobraban sus buenos sueldos. Tienen que entender que pasadas las nuevas elecciones generales del 26-J se debería formar un gobierno en pocas semanas, ya sea por mayoría natural, ya sea por espíritu de pacto, y se debería constituir también una gran mayoría en el Congreso que pusiera en esa legislatur­a las bases para la reforma de la Constituci­ón, que debería atender estos puntos, de desigual importanci­a:

1) La reforma de la ley de sucesión al trono; 2) una nueva fórmula territoria­l que articulase las diferencia­s culturales con el principio de igualdad ciudadana (por ejemplo, todos los españoles podríamos tener derecho a dos nacionalid­ades: la nacionalid­ad estatal, siempre española, que garantizar­ía la igualdad ciudadana, y la nacionalid­ad cultural, a escoger entre la española u otra: catalana, vasca, gallega, etcétera; esta dualidad quedaría reflejada en nuestros DNI, pasaporte y símbolos que nos representa­sen en el exterior, como son la bandera o el himno); 3) un apuntalami­ento del Estado del bienestar con sus consiguien­tes políticas sociales, que se resquebraj­a en la actual globalizac­ión; 4) un sistema que hiciera eficaz la persecució­n de la corrupción; 5) una nueva ley electoral; 6) la reforma del Senado, y 7) una adecuada presencia de España en la UE y en otras institucio­nes internacio­nales sin perder su autonomía nacional, pues no tiene sentido mantener gobiernos que de facto no pueden gobernar. Una vez modernizad­a nuestra Constituci­ón, podríamos abordar entonces la aportación española a la reforma de las institucio­nes internacio­nales, sin la cual el mundo se nos irá de las manos en este siglo XXI.

¿Aprovechar­án los políticos la segunda oportunida­d que les daremos el 26-J?

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