El vertedero de la vergüenza
El incendio del cementerio de neumáticos de Seseña, colofón de la burbuja inmobiliaria y la desidia de las administraciones
Hace ocho años La Vanguardia visitó la megaurbanización de El Pocero, en Seseña (Toledo). Eran los primeros momentos de lo que luego se convirtió en la gran crisis. Bloques de edificios se levantaban en medio del campo, grandiosos, sin vida y sin sentido (¿qué hacían esos bloques de hormigón en mitad de la nada?) La mayoría de las viviendas tenía echadas las persianas y, en las que no, colgaban tristes carteles de Se Vende o Se Alquila. La imagen ha quedado en la retina de todos como icono de la crisis, el sueño de unos cuantos empresarios (o muchos) que hicieron dinero de manera poco limpia, a base de vender un humo que la ciudadanía compró sin pensar ....
Ocho años después, la imagen de El Quiñón, como llaman a esta urbanización pese a que en la entrada figura una estatua con el nombre de Residencial Francisco Hernando (El Pocero), es casi la misma: persianas bajadas y calles desiertas. La causa no es la crisis, que allí sigue como muestran los bloques sin vender, sino por el incendio de un vertedero ilegal de neumáticos, el más grande de España, a escasos 400 metros de este barrio. Otro icono de la gran crisis, la de esa España que permitió que un empresario hiciera lo que viniera en gana, ante la inoperancia de unas administraciones que parecen haber velado más por ellos mismos que por los ciudadanos y de unas comunidades (en este caso la de Castilla-La Mancha y Madrid) que han demostrado su escaso nivel al no ser capaces en años de ponerse de acuerdo para evitar lo que todos sabían, que ese vertedero era un verdadero peligro público. Seseña, tristemente, pasará a la historia por representar lo peor de un país que vivió de espaldas a la realidad, la ética y la justicia.
“Este lugar está maldito”, explica Juan Manuel, un vecino que se negó a marcharse el viernes de su casa (aunque sí trasladó a su mujer y sus hijos a casa de su suegra, en la localidad madrileña de Algete), cuando el fuego, y el humo contaminante amenazaban la seguridad de la urbanización. No hay enfado en sus palabras, sí mucha resignación. Tenía claro que ese vertedero abandonado, sin vigilantes, sin seguro, ardería antes o después. “Lo sabíamos nosotros y los sabían los políticos, que llevan años discutiendo qué hacer con esos millones de ruedas frente a nuestras casas... Ahora salen haciéndose fotos dando ánimos a los bomberos, ¡que se vayan a la mierda!”.
Juan Manuel acaba de salir en la televisión alemana, junto a otros tres vecinos que tampoco se fueron y una mujer, que regresó ayer por la mañana tras levantarse la orden de desalojo de la urbanización. “Les he dicho que todo esto es una vergüenza y que los principales afectados somos, de nuevo, los vecinos, trabajadores que quisimos vivir mejor y a los que nos han abandonado”. La mujer, que no quiere dar su nombre, recuerda cómo las comerciales de El Pocero le decían que ese vertedero que pinta de negro el campo iba a ser retirado de inmediato... También les prometieron equipamientos de todo tipo, transporte público, delegaciones administrativas... “prometieron, prometieron pero ¡mira a tu alrededor! nada. Somos víctimas de nuestros propios sueños de vivir mejor”, suspira.
Actualmente, en esta urbanización hay censados unos 5.000 vecinos –explica otro–, aunque viven unos 9.000. “Esto nos impide conseguir equipamientos. Pero la gente no se empadrona porque no confía en el barrio”, indica.
“¿Cómo confiar? Yo ya no me fío de nadie. Me fié de El Pocero, y mira; me fié del Ayuntamiento, de la comunidad de Castilla-La Mancha, de la de Madrid, de la justicia... pero aquí todos hicieron su agosto y si te he visto no me acuerdo”, indica Rubén, apostado en el único bar abierto ayer y convertido en improvisada sala de prensa para los muchos periodistas que narraban la evolución del intenso humo que emanaba de la enorme mancha negra de ruedas . Según los bomberos, el fuego ya está controlado aunque se mantendrá durante unos dos o tres días.
¿Qué fue de El Pocero, aquel empresario nacido de la nada que llegó a tener más de 3.000 empleados, la mayor flota de aviones privados, de automóviles de lujo y el yate más largo de España? Que todo era humo y se arruinó dejando en su caída rotas las ilusiones de miles de personas. Por supuesto no ha pagado los 86 millones que debe a Hacienda, es decir, a todos. ¿Qué pasó con el propietario del vertedero de neumáticos, Victorino Villadangos? Pues que siguió llenando de ruedas el campo madrileño y castellano hasta que la justicia se lo impidió, dejando una deuda de 600.000 euros de multas, mientras montaba una inmobiliaria en un pueblo de Madrid... Los únicos que quedan son los vecinos de Seseña.
‘El Pocero’ debe 86 millones, el dueño del vertedero ilegal huyó y los vecinos se quedaron en mitad de la nada