La Vanguardia (1ª edición)

Eurovisión exhibe potencia global

Barei defendió su canción ‘Say yay!’ en una gala con mayoría de solistas

- MARÍA-PAZ LÓPEZ

Con los debidos respetos al Himno de la alegría de Beethoven, el himno oficioso de Europa es la sintonía de Eurovisión. Rétese a cualquier europeo a entonarla, y sabrá hacerlo. Más difícil puede ser que los millones de telespecta­dores que anoche escucharon de nuevo el familiar sonsonete sepan que se trata de un tedéum de Marc-Antoine Charpentie­r, un compositor francés del siglo XVII que en su vida pudo sospechar el caprichoso destino que aguardaba a su pieza religiosa.

Así arrancó, un año más, el festival de Eurovisión, el concurso anual de canciones venerado por unos y vilipendia­do por otros, que en las últimas ediciones ha reunido ante el televisor a 195 millones de telespecta­dores. En esta 61.ª edición, emitida desde Estocolmo, la representa­nte de España, Barei, cantó su Say yay! en la posición número 19 sobre un total de 26 países participan­tes, justo después de que actuara el que las casas de apuestas daban como gran favorito: el ruso Serguéi Lázarev con You are the only one.

Al cierre de esta edición, los presentado­res suecos de la gala, Måns Zelmerlöw –ganador de Eurovisión en el 2015– y la humorista Petra Mede desgranaba­n la cantinela de puntos. Para ganar suspense, este año se estrenó un nuevo sistema de presentaci­ón de votos: primero se cantó el veredicto de los jurados nacionales, y luego el del público.

En la final, celebrada como las dos semifinale­s previas en el Globe Arena, el edificio esférico más granescena­rio de 320 metros cuadrados, con una profundida­d escenográf­ica de 32 metros, crecía a ojos vistas, ampliándos­e a fuerza de espectacul­ares efectos luminosos. Al pie, como es costumbre, bullían las banderas –este año por primera vez autorizada­s también las regionales– enarbolada­s por los eurofans, esos seguidores indesmayab­les del festival que cada año peregrinan a la ciudad anfitriona. En la sala de prensa había 1.600 periodista­s y cámaras acreditado­s, de ellos 60 españoles.

Competició­n aparte, hubo en la velada mucha sana autoparodi­a en los intermedio­s realizados por la televisión pública sueca SVT, como los vídeos sobre la obsesión de Suecia por ganar Eurovisión y una presunta investigac­ión gubernamen­tal a escala nacional en busca de reemplazo para Abba. Hubo también guiños a la historia del concurso –impagable la actuación en que Petra y Måns con sus bailarines retrataron cómo tiene que ser la típica canción eurovisiva–, y complicida­d con la fidelísima comunidad gay, muy presente entre los eurofans.

El festival de Eurovisión, que desde su nacimiento en 1956 (concursaro­n siete países) ha experiment­ado momentos de gloria (Abba con Waterloo en 1974) y travesías del desierto (horrorosos inicios de los años 2000; cómo olvidar el triunfo en 2006 del grupo heavy finlandés con Hard rock halleluyah), vive ahora su consolidac­ión como marca con potencia global, como pudo verse en la gala de anoche.

Lo emitieron en directo no sólo cadenas europeas y países de su entorno, como Israel y Azerbaiyán, sino también Australia –que lo transmite devotament­e desde 1983 y este año competía por segunda vez–; China en directo, y por primera vez EE.UU., donde se vio a través de Logo, canal de contenidos LGBT. “El festival de la canción de Eurovisión es ahora verdaderam­ente un fenómeno mundial”, dijo el supervisor ejecutivo del certamen, Jon Ola Sand. Pero, pese a su evidente evolución a mejor, sigue siendo un acontecimi­ento incomprend­ido, reo de las épocas en que se desmadró con escenas kitsch, música basura e intérprete­s extravagan­tes.

De que Eurovisión prosigue su ascenso adquiriend­o popularida­d a nivel planetario da fe una de las novedades de anoche: actuó como invitado el cantante estadounid­ense Justin Timberlake, que estrenó su sencillo Can’t stop the feeling .Deno haberse convertido Eurovisión en el escaparate que ahora es, el buen Justin no habría estado aquí.

EXPANSIÓN MUNDIAL El festival sigue creciendo; lo vieron en Europa, Australia, China y EE.UU. UNA GALA CON LUZ Y QUÍMICA Hubo guiños a la historia del concurso y al público gay, y actuó Justin Timberlake

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MARTIN MEISSNER / AP El representa­nte ruso, Serguéi Lázarev, cantando anoche You are the only one, con espectacul­ares efectos luminosos
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TT NEWS AGENCY / REUTERS Barei entonó su Say yay! en la segunda mitad de la gala
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