La Vanguardia (1ª edición)

La Espert y su ‘maestro’

- JOAN DE SAGARRA

El miércoles (11 de mayo) por la mañana, mientras escuchaba a la señora Terribas en Catalunya Ràdio, me enteré de que acababan de concederle el premio Princesa de Asturias de las Artes a Núria Espert. Una estupenda y refrescant­e noticia en medio del coñazo y el hastío a que nos vemos condenados los pobres radioyente­s de una u otra cadena en víspera de las próximas elecciones. La Espert –la llamo la Espert, a la italiana, como mis amigos de Turín, de Roma o de Nápoles llaman a sus actrices– se merecía, se merece, ese premio. Una mujer que a los 80 años se atreve con El rei Lear de Lluís Pasqual, en el Lliure, y consigue ponerme literalmen­te la piel de gallina, se merece este premio y todos los premios del mundo. Lluís Pasqual ha dicho que este premio, un premio de prestigio internacio­nal –basta con echar una mirada a la lista de los galardonad­os– viene a ser “de alguna manera un reconocimi­ento a todo el teatro”. Lleva parte de razón, porque el premio, desde su creación, no se había mostrado muy generoso con el teatro –hasta hoy sólo dos galardonad­os: Fernando Fernán Gómez y Vittorio Gassman–, pero es evidente que una carrera como la de la Espert tampoco es frecuente en nuestros escenarios. Marcos Ordóñez, que la conoce muy bien, la definía así en El País (12 de mayo): “Es una pantera en zapatillas, una trágica que habla como un personaje de Noël Coward, una mujer y una actriz empeñada en saltar más allá de su sombra, pues tiene algo de esos animales místicos que necesitan mudar de piel, cambiar de forma, reencarnar­se en vida para seguir existiendo”.

A la Espert yo la descubrí en el veranos de 1954, en el Grec, interpreta­ndo la Medea de Séneca con 19 años. Eugeni d’Ors escribió entonces en este diario que aquella chica regordeta, que chillaba como una condenada, era una gran actriz. En agraz, pero actriz, y grande. Los años le han dado la razón a don Eugeni. Y el premio Princesa de Asturias de las Artes –escénicas en este caso–, todo y ser un “reconocimi­ento a todo el teatro”, yo lo veo, antes que nada, como un acto de justicia con una mujer y una actriz excepciona­l, la gran dama, valga la redundanci­a, del teatro español, “tanto en lengua española como catalana”, como dijo el secretario del jurado.

Al día siguiente, jueves, de la concesión del premio, hojeé los periódicos. Sólo dos –El País y El Mundo– daban la noticia en portada. Tres de ellos –El Mundo, ABC y La Razón– le dedicaban un par de páginas; los demás se mostraban más discretos, elogiosos pero discretos. Ningún editorial y en el Ara y El Punt Avui no se hacía mención a las dos lenguas a las que se refería el secretario del jurado. Puede que en ello haya algo de política –la Espert nunca ha sido “la nostra Núria” (la Núria de los Pujol era la Núria Feliu), el premio es borbónico y, para mayor inri, la Espert reside en Madrid– , pero yo lo veo más bien como una muestra más del escaso prestigio de que goza el teatro en este país. “Si mañana cierra el Lliure”, me decía Fabià Puigserver, “no habrá ninguna manifestac­ión: media docena de cartas al Avui y una docena a La Vanguardia. Eso es todo”.

Buena prueba de la falta de prestigio de que goza el teatro en este país es lo ocurrido con Esteve Polls i Condom, fallecido el pasado 23 de abril. Dos días después de su muerte apareció la esquela en este diario: Esteve Polls i Condom, Creu de Sant Jordi. El Govern de la Generalita­t expressa el seu condol… y sanseacabó. Ninguna necrológic­a, ninguna nota en las páginas de Cultura y Espectácul­os. ¿Quién era Esteve Polls?. En Wikipedia se dice de él que era considerad­o “el mestre de Núria Espert”. Eso de “mestre” se me antoja excesivo, pero sí es cierto que en 1952, en el Romea, Esteve Polls, que dirigía L’amor viu a dispesa, una obra de mi padre, se fijó en una moza de 17 años, Núria Espert, que interpreta­ba el personaje de Justina –“Una criada de dispesa. Divuit anys. Bleda del tot”–, un papelito insignific­ante. Y algo debió ver el director en aquella chica porque le ofreció ir de primera actriz invitada al Orfeó Gracienc, y en la temporada 1952-53 la pequeña Núria Espert, dirigida por Polls, interpretó La herida del tiempo, El espíritu burlón , la Dulcinea, de Gaston Baty; obras de Jardiel Poncela, un Romeo y Julieta (ella era Julieta y Romeo, Enric Guitart), e incluso una zarzuela… En sus memorias, memorias que la Espert le dictó a Marcos Ordóñez, la actriz llega a afirmar que Polls fue “el primer director moderno” que conoció en su vida. Luego vino la Medea del Grec, la Espert se marchó a Madrid… y Polls siguió dirigiendo. En 1954 firmaba, en el Romea, la dirección de La ferida lluminosa y, en 1957, dirigía en el Grec el primer clásico en catalán autorizado por la censura franquista: Juli Cèsar.

En el mes de marzo de 2009, Esteve Polls publicaba sus memorias: Cinc minuts abans que caigui el teló. Memòries de tota una vida dedicada al teatre, cerca de un millar de páginas, con prólogo de Núria Espert (y con tal motivo le entrevista­ron en La Contra de este diario). El pasado 23 de abril, diada de Sant Jordi, fallecía Esteve Polls, decano de los directores del teatro catalán, a la edad de

Una mujer que a los 80 años me pone la piel de gallina se merece todos los premios Buena prueba de la falta de prestigio del teatro en este país es el escaso eco de la muerte de Esteve Polls

93 años. Que yo sepa, el conseller Santi Vila no dijo ni pío y la mayoría de los papeles hicieron otro tanto. Visca el teatre català! Moltes felicitats, estimada Núria Espert, et desitjo tota mena d’èxits.

P.S. Leo en Wikipedia que el fondo Esteve Polls (36 cajas) se conserva en el Centre de Documentac­ió i Museu de les Arts Escèniques. Confío en que algún día un alumno del Institut del Teatre se digne a echarle una ojeada y acabe escribiend­o algo sobre ese curioso y difícil, todo sea dicho, personaje.

 ?? JORDI PLAY ?? Núria Espert, premio Princesa de Asturias de las Artes
JORDI PLAY Núria Espert, premio Princesa de Asturias de las Artes
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain