Estabilidad relativa
Ganar estabilidad” es uno de los objetivos del preacuerdo presentado anteayer por Ada Colau y Jaume Collboni que permitirá, salvo sorpresa en la consulta que BComú y PSC realizarán entre sus bases, ampliar el número de integrantes del gobierno de Barcelona. A esta declaración de intenciones la asaltan, no obstante a algunas dudas más que razonables. ¿Será el gobierno de 11 concejales más estable que el de 15? En principio, la respuesta debería ser afirmativa, pero a juzgar por las primeras reacciones de ERC y la CUP, dos formaciones a las que la alcaldesa ha necesitado hasta ahora y a las que seguirá necesitando a partir de la semana que viene, el sí no está tan claro.
Los furibundos ataques que republicanos y cupaires han dedicado a los socialistas, a los que identifican con un pasado de gestión de la ciudad que pintan injustamente de colores muy oscuros, hacen pensar que aprobar, por ejemplo, la modificación presupuestaria para este año le resultaría hoy a la alcaldesa prácticamente imposible. Por ese lado, poca estabilidad parece que pueda aportar el PSC. Otra cosa será que, con Jaume Collboni en el gobierno, la relación con otros grupos de la oposición, hasta ahora ignorados completamente, sea más fluida y que alcanzar grandes acuerdos de ciudad pueda resultar un poquito más fácil. Todo es cuestión de voluntad.
Para los socialistas, el acuerdo con BComú también entraña serios riesgos.
A juzgar por los ataques de ERC y la CUP hay dudas de que el gobierno de Colau con el PSC vaya a ser más estable
El bipartito que está a punto de nacer poco tiene que ver con el que PSC e Iniciativa per Catalunya mantuvieron durante décadas en el Ayuntamiento de Barcelona. No es sólo que la relación de fuerzas se haya invertido y que el partido de Collboni sea ahora el socio menor de esta aventura compartida. El indiscutible carisma de la alcaldesa Colau, que tengo la impresión que no se ha visto muy erosionado en su primer año de mandato, supone a medio plazo, pensando en las elecciones del 2019, un riesgo de fagocitación que, con toda seguridad, Collboni habrá calculado antes de dar este paso. Con todo, el futuro segundo teniente de alcalde asume unas responsabilidades no menores y, si sabe jugar bien sus cartas, puede encontrar ese elemento diferencial que garantice la supervivencia, y quién sabe si la remontada del PSC tras un largo viaje hacia los infiernos. No le será fácil convencer a sus socios para que aparquen una serie de prejuicios que les han hecho descuidar la relación con sectores de la ciudad a la que un gobernante, le guste o no, no debería renunciar. Con la asunción por parte de los socialistas de competencias en áreas culturales y económicas por las que BComú ha mostrado escaso interés, cuando no aversión, renacen las esperanzas de que una parte de la sociedad barcelonesa encuentre de nuevo una interlocución con el Ayuntamiento.