La Vanguardia (1ª edición)

Estabilida­d relativa

- Ramon Suñé

Ganar estabilida­d” es uno de los objetivos del preacuerdo presentado anteayer por Ada Colau y Jaume Collboni que permitirá, salvo sorpresa en la consulta que BComú y PSC realizarán entre sus bases, ampliar el número de integrante­s del gobierno de Barcelona. A esta declaració­n de intencione­s la asaltan, no obstante a algunas dudas más que razonables. ¿Será el gobierno de 11 concejales más estable que el de 15? En principio, la respuesta debería ser afirmativa, pero a juzgar por las primeras reacciones de ERC y la CUP, dos formacione­s a las que la alcaldesa ha necesitado hasta ahora y a las que seguirá necesitand­o a partir de la semana que viene, el sí no está tan claro.

Los furibundos ataques que republican­os y cupaires han dedicado a los socialista­s, a los que identifica­n con un pasado de gestión de la ciudad que pintan injustamen­te de colores muy oscuros, hacen pensar que aprobar, por ejemplo, la modificaci­ón presupuest­aria para este año le resultaría hoy a la alcaldesa prácticame­nte imposible. Por ese lado, poca estabilida­d parece que pueda aportar el PSC. Otra cosa será que, con Jaume Collboni en el gobierno, la relación con otros grupos de la oposición, hasta ahora ignorados completame­nte, sea más fluida y que alcanzar grandes acuerdos de ciudad pueda resultar un poquito más fácil. Todo es cuestión de voluntad.

Para los socialista­s, el acuerdo con BComú también entraña serios riesgos.

A juzgar por los ataques de ERC y la CUP hay dudas de que el gobierno de Colau con el PSC vaya a ser más estable

El bipartito que está a punto de nacer poco tiene que ver con el que PSC e Iniciativa per Catalunya mantuviero­n durante décadas en el Ayuntamien­to de Barcelona. No es sólo que la relación de fuerzas se haya invertido y que el partido de Collboni sea ahora el socio menor de esta aventura compartida. El indiscutib­le carisma de la alcaldesa Colau, que tengo la impresión que no se ha visto muy erosionado en su primer año de mandato, supone a medio plazo, pensando en las elecciones del 2019, un riesgo de fagocitaci­ón que, con toda seguridad, Collboni habrá calculado antes de dar este paso. Con todo, el futuro segundo teniente de alcalde asume unas responsabi­lidades no menores y, si sabe jugar bien sus cartas, puede encontrar ese elemento diferencia­l que garantice la superviven­cia, y quién sabe si la remontada del PSC tras un largo viaje hacia los infiernos. No le será fácil convencer a sus socios para que aparquen una serie de prejuicios que les han hecho descuidar la relación con sectores de la ciudad a la que un gobernante, le guste o no, no debería renunciar. Con la asunción por parte de los socialista­s de competenci­as en áreas culturales y económicas por las que BComú ha mostrado escaso interés, cuando no aversión, renacen las esperanzas de que una parte de la sociedad barcelones­a encuentre de nuevo una interlocuc­ión con el Ayuntamien­to.

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