La Barcelona que no puede esperar
La parálisis política mantiene a Barcelona sin discurso cultural. Cuando el PSC se haga cargo de la concejalía no sólo deberá atender las urgencias, sino también innovar para recuperar el tiempo perdido en la proyección a largo plazo
Jaume Collboni lleva semanas acumulando información sobre lo que le espera cuando acceda a la concejalía de Cultura de Barcelona. En encuentros a diferentes niveles, el futuro teniente de alcalde del PSC (si las asambleas de BComú no lo impiden) se ha hecho una idea exhaustiva de las preocupaciones del sector. Sabe que la primera urgencia que tendrá que afrontar es la falta de interlocución con los distintos agentes culturales. Es un clamor. Pese a sus esfuerzos, la hasta ahora comisionada, Berta Sureda, no ha dado abasto para atender todas las demandas de atención. Su superior, el teniente de alcalde Jaume Asens, hasta ahora presunto responsable del área, no ha ayudado mucho. Aún es un perfecto desconocido en el mundo cultural barcelonés.
¿Qué aguarda al político socialista? De entrada, unas instituciones culturales renqueantes por la crisis. Algunas, además de dinero, necesitan cobrar un nuevo impulso para situarse a la altura de lo que la ciudad espera de ellas, como el Museu Picasso, l’Auditori o el Born Centre Cultural. Collboni también tendrá que replantearse el Grec, aunque en este caso es probable que opte por una cierta continuidad de un modelo que permite la presencia de teatro internacional en la ciudad.
Entre las tareas pendientes figura también atender a quienes simplemente necesitan que alguien descuelgue el teléfono para escuchar sus problemas: los festivales, que aspiran a tener un diálogo fluido con el Ayuntamiento, o las pymes culturales, no siempre cómodas con unas normas y unos hábitos administrativos que se han ensañado sobre todo con la música en vivo.
El PSC asume el área de Cultura arre- pentido por haberse desentendido de ella en la época de los tripartitos de Pasqual
Maragall y José Montilla, cuando cedió alegremente a ERC la opción de configurar un discurso a través de la política cultural. Y lo hace en un momento delicado, después de años perdidos en la articulación de un modelo de ciudad. Tiempo perdido por una BComú carente de inquietud cultural y, si miramos atrás, por una CiU que se de- dicó más a catalanizar Barcelona que a reforzar su vocación internacional y también por el propio PSC, que en su etapa final acusaba el desgaste de décadas de gobierno municipal.
El reto es mayúsculo para Collboni y su nuevo comisionado, Xavier Marcé. Pero el reparto de áreas que se ha pactado con
Ada Colau introduce elementos novedosos. De hecho, es muy propicio para un tratamiento transversal de la cultura homologable con la experiencia de otras ciudades del entorno. Que el responsable de Cultura lo sea también de la promoción de la ciudad (con competencias compartidas en turismo), de la innovación, del 22@ o de las relaciones con el Mobile abre expectativas hasta ahora poco exploradas.
Ya hemos escrito alguna vez que festivales como el Primavera Sound (con su vertiente Pro) o el Sónar (con el Sónar+D) tienen un potencial para la economía de la ciudad que va más allá de los conciertos y del turismo que atraen. Y también que la cultura barcelonesa debería interactuar más con la concentración de talento científico de la ciudad, indagando en maridajes como el del arte y la ciencia, en la línea del trabajo que ya desarrollan el CCCB o nuevos actores científico-culturales como la fundación Quo Artis.
De todo ello podría resultar un modelo que partiera de los creadores y programadores de base y que culminara en una red internacional de capitales culturales en la que Barcelona debería ejercer un papel más activo del que desarrolla ahora. Por mucho que desde la administración se apoyen los talleres de creación y las actividades de barrio, una ciudad que no atrae el talento internacional tiene muy difícil exportar el propio. Y no basta con programarlo: hay que lograr que los artistas, escritores o músicos que recalan en Barcelona para un retiro sabático frente a la playa se encuentren un tejido profesional capaz de retenerlos en ella.