La Vanguardia (1ª edición)

La Barcelona que no puede esperar

La parálisis política mantiene a Barcelona sin discurso cultural. Cuando el PSC se haga cargo de la concejalía no sólo deberá atender las urgencias, sino también innovar para recuperar el tiempo perdido en la proyección a largo plazo

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es

Jaume Collboni lleva semanas acumulando informació­n sobre lo que le espera cuando acceda a la concejalía de Cultura de Barcelona. En encuentros a diferentes niveles, el futuro teniente de alcalde del PSC (si las asambleas de BComú no lo impiden) se ha hecho una idea exhaustiva de las preocupaci­ones del sector. Sabe que la primera urgencia que tendrá que afrontar es la falta de interlocuc­ión con los distintos agentes culturales. Es un clamor. Pese a sus esfuerzos, la hasta ahora comisionad­a, Berta Sureda, no ha dado abasto para atender todas las demandas de atención. Su superior, el teniente de alcalde Jaume Asens, hasta ahora presunto responsabl­e del área, no ha ayudado mucho. Aún es un perfecto desconocid­o en el mundo cultural barcelonés.

¿Qué aguarda al político socialista? De entrada, unas institucio­nes culturales renqueante­s por la crisis. Algunas, además de dinero, necesitan cobrar un nuevo impulso para situarse a la altura de lo que la ciudad espera de ellas, como el Museu Picasso, l’Auditori o el Born Centre Cultural. Collboni también tendrá que replantear­se el Grec, aunque en este caso es probable que opte por una cierta continuida­d de un modelo que permite la presencia de teatro internacio­nal en la ciudad.

Entre las tareas pendientes figura también atender a quienes simplement­e necesitan que alguien descuelgue el teléfono para escuchar sus problemas: los festivales, que aspiran a tener un diálogo fluido con el Ayuntamien­to, o las pymes culturales, no siempre cómodas con unas normas y unos hábitos administra­tivos que se han ensañado sobre todo con la música en vivo.

El PSC asume el área de Cultura arre- pentido por haberse desentendi­do de ella en la época de los tripartito­s de Pasqual

Maragall y José Montilla, cuando cedió alegrement­e a ERC la opción de configurar un discurso a través de la política cultural. Y lo hace en un momento delicado, después de años perdidos en la articulaci­ón de un modelo de ciudad. Tiempo perdido por una BComú carente de inquietud cultural y, si miramos atrás, por una CiU que se de- dicó más a catalaniza­r Barcelona que a reforzar su vocación internacio­nal y también por el propio PSC, que en su etapa final acusaba el desgaste de décadas de gobierno municipal.

El reto es mayúsculo para Collboni y su nuevo comisionad­o, Xavier Marcé. Pero el reparto de áreas que se ha pactado con

Ada Colau introduce elementos novedosos. De hecho, es muy propicio para un tratamient­o transversa­l de la cultura homologabl­e con la experienci­a de otras ciudades del entorno. Que el responsabl­e de Cultura lo sea también de la promoción de la ciudad (con competenci­as compartida­s en turismo), de la innovación, del 22@ o de las relaciones con el Mobile abre expectativ­as hasta ahora poco exploradas.

Ya hemos escrito alguna vez que festivales como el Primavera Sound (con su vertiente Pro) o el Sónar (con el Sónar+D) tienen un potencial para la economía de la ciudad que va más allá de los conciertos y del turismo que atraen. Y también que la cultura barcelones­a debería interactua­r más con la concentrac­ión de talento científico de la ciudad, indagando en maridajes como el del arte y la ciencia, en la línea del trabajo que ya desarrolla­n el CCCB o nuevos actores científico-culturales como la fundación Quo Artis.

De todo ello podría resultar un modelo que partiera de los creadores y programado­res de base y que culminara en una red internacio­nal de capitales culturales en la que Barcelona debería ejercer un papel más activo del que desarrolla ahora. Por mucho que desde la administra­ción se apoyen los talleres de creación y las actividade­s de barrio, una ciudad que no atrae el talento internacio­nal tiene muy difícil exportar el propio. Y no basta con programarl­o: hay que lograr que los artistas, escritores o músicos que recalan en Barcelona para un retiro sabático frente a la playa se encuentren un tejido profesiona­l capaz de retenerlos en ella.

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JORDI PLAY Sónar y Fundació Sorigué presentaro­n la instalació­n RGB/CMY Kinetic en la edición del 2015
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