Suárez canta los cuarenta
El uruguayo se proclama Bota de Oro y rompe el monopolio de seis años de Messi y Cristiano en el Pichichi
Faltaban diez minutos para que el Barça se proclamara campeón y Luis Suárez, que ya había firmado dos goles, bajaba a la posición de lateral izquierdo para interceptar un ataque del Granada. La voracidad y el compromiso del delantero uruguayo, su instinto y su disposición al sacrificio resultan conmovedores. Cualidades impagables para un equipo ganador que ha basado buena parte de su evolución en la recuperación de la figura del delantero centro de toda la vida. No tiene la magia de Romário o la elegancia de Ronaldo (el auténtico Ronaldo, según definición de Mourinho). Suárez pertenece a la clase trabajadora que suda todos sus logros. Poco después de pelear por aquella pelota en defensa marcó el tercer gol y cantó los cuarenta en el campeonato.
En la temporada 2013-14 Suárez, autor de 31 goles con el Liverpool, compartió la Bota de Oro con Cristiano Ronaldo, pero en esta campaña ha elevado la apuesta hasta las 40 dianas para conquistar en solitario el trofeo al máximo realizador de las ligas europeas. Y el Pichichi, por supuesto, con una cifra que únicamente han superado Messi y Cristiano, que han ostentado su monopolio en las últimas seis campañas. En el Nuevo Los Cármenes el charrúa superó los 38 tantos a los que llegaron Zarra y Hugo Sánchez. Y Cristiano desistió de su persecución en el descanso del partido de Riazor. El portugués no apareció en el segundo acto. Las 14 dianas de Suárez en las últimas cinco jornadas de altísima presión para el Barça representan un promedio de casi un hat trick por partido, una serie descomunal que explica la reacción del conjunto blaugrana, que había puesto el título en riesgo con tres derrotas consecutivas.
“Se disfruta, se valora por el gran esfuerzo que lleva haciendo uno durante muchos años. Si no hubiera sido por todos los compañeros, se ha visto que me han venido buscando en los últimos partidos, no lo hubiera conseguido”, explicó Luisito respecto a la Bota de Oro. Afirmó, no con el frac sino con la modesta bata de artesano del gol manchada de barro y sudor, que muchos de sus aciertos se los dan hechos. Pero hay que estar en el lugar preciso en el momento adecuado para, por ejemplo ayer, remachar el gran centro de Alba, cabecear el preciso servicio de Alves –el brasileño no hubiera llegado a la pelota si el Granada hubiera tenido el decoro de presentar un césped bueno para el espectáculo– anticipándose al portero y el central o recoger el regalo de Neymar para convertirlo en triplete.
Hablamos de un nueve nato, un personaje de área devastador y, sin embargo, resulta profundamente injusto juzgar la labor de Luis Suárez en función de la exuberante nómina de goles. Recibe y transforma, pero también fabrica y suministra. El Pichichi es un hito grandioso, pero el uruguayo es también el principal asistente del campeonato, con 17 pases de gol, una habilidad tradicionalmente asociada a futbolistas sutiles más que a los monstruos del área. Luis aúna la sutileza del hombre que se emociona hasta la lágrima en la presentación de un libro solidario y la rusticidad del futbolista de la calle dispuesto a dirimir cualquier discrepancia con una batalla cuerpo a cuerpo. Es un hombre feliz. Es hora de garufa, dirían en Uruguay. Toca fiesta: “Tenemos muchísimas ganas de celebración. Primero, disfrutar con los compañeros, con la familia y mañana (hoy) con toda la gente del Barcelona que nos ha apoyado muchísimo este año”.
Puede rastrearse el mercado, remover hasta el último rincón del mundo del fútbol, pero difícilmente podrá hallarse un jugador más comprometido que Suárez. Ni un fichaje más rentable.
Luis afronta la final de Copa tras cinco dianas en el Mundial de clubs y una en la Supercopa de Europa “Si no hubiera sido por todos los compañeros, que me han buscado, no lo hubiera conseguido”