La Vanguardia (1ª edición)

Corralito fiscal

- Manel Pérez

Las crisis fiscales de los estados son un fenómeno casi permanente por lo menos desde los romanos. Cónsules primero y emperadore­s después se dedicaron con afán a requisar bienes y propiedade­s, al inicio con guerras de saqueo, luego con impuestos y tasas que recaían sobre los sectores de la sociedad políticame­nte más desprotegi­dos. La Revolución Francesa arrancó como una protesta fiscal de la aristocrac­ia contra el rey y acabó dando a luz la modernidad.

Salvando las distancias temporales y sociales, los estados de los países desarrolla­dos encaran actualment­e parecidas coyunturas al hacer frente a responsabi­lidades públicas que superan su capacidad de financiaci­ón. La consecuenc­ia es la crisis del Estado de bienestar.

Las respuestas a esa encrucijad­a definen también el lado del espectro ideológico en el que se ubican los prescripto­res de soluciones. Reducir las funciones del Estado es la vía preferida por los sectores más conservado­res, la derecha; buscar fuentes adicionale­s de financiaci­ón, subiendo impuestos a los que más ingresos declaran, suele ser la solución planteada por los sectores progresist­as, la izquierda.

La nueva globalizac­ión, sin embargo, ha introducid­o elementos que obligan a cuestionar que la salida se vaya a encontrar en cualquiera de esas dos vías. La mundializa­ción ha convertido a los estados en la única frontera de protección frente al tsunami económico de desplazami­entos de capital e incertidum­bres tecnológic­as que atemoriza a amplios sectores. Pero tal presión convive con la ingente y creciente masa de dinero que circula por el mundo y que apenas huelen las Haciendas de los estados. El último ejemplo, los papeles de Panamá. Una tensión que agita conciencia­s y obliga a revisar postulados clásicos. A su calor crecen descontent­os, populistas unos, legítimos otros.

Las finanzas globales están fuera del control de los estados, de hecho en muchos casos son las primeras las que controlan a los segundos, mientras deja acorralado­s (un corralito de verdad) a los ciudadanos a los que les declaran sus ingresos ante sus correspond­ientes fiscos.

Las grandes empresas consiguen modificar la legislació­n para aprovechar legalmente todas las posibilida­des para pagar lo menos posible. La gran banca internacio­nal obtiene suculentos ingresos con el diseño de mágicas estructura­s fiscales para sus clientes VIP; un negocio añadido al del lavado masivo de dinero procedente de actividade­s directamen­te delictivas, como reconocía esta misma semana el portavoz mediático de la City, el asalmonado Financial Times.

La City of London, un burgo autónomo y privilegia­do de Londres, con sus propias leyes e impuestos, que se rige por fórmulas de democracia corporativ­a, cerebro y corazón de los paraísos fiscales del planeta. En ella, David Cameron, el premier británico, ha organizado esta pasada semana una cumbre contra la corrupción y el blanqueo. Londres, capital de un Reino Unido que tiene bajo su soberanía el 25% de los paraísos fiscales del planeta, de Jersey a Gibraltar, pasando por las islas Vírgenes, que le aportan ingresos por más de 300.000 millones de euros, y que es el refugio inmobiliar­io y deportivo de oligarcas rusos, dictadores sanguinari­os y autócratas del petrodólar. Londres capital de moda del mundo civilizado.

Mientras tanto, los asalariado­s y las clases medias son las víctimas propiciato­rias de un sistema fiscal que se ceba con quienes no tienen posibilida­des de optimizar, deslocaliz­ar, planificar o simplement­e camuflar sus rentas. Auténticos enjaulados de la globalizac­ión.

Branko L Milanovic, el execonomis­ta del Banco Mundial, sostiene que cinco son las causas que fomentan la desigualda­d: “el aumento de la parte de los ingresos que va a los propietari­os del capital; los altos y concentrad­os ingresos del capital; la coincidenc­ia de que las personas con más altos ingresos tiene a menudo altos ingresos procedente­s del capital; la tendencia a casarse entre ellos; y el creciente poder político de los ricos”.

No es casual pues que el peso económico, además del político, de clases medias y trabajador­es haya disminuido en los últimos años. Pierden peso económico entre los grandes capitales y el creciente número de supervivie­ntes en una economía desregulad­a y precaria, los que sí crecen.

Mientras aviones repletos de dinero circulan libremente por el circuito internacio­nal, derechas e izquierdas ponen el foco sobre la factura del fontanero y los ingresos profesiona­les. Las primeras, intentando adelgazar el Estado, sembrando graves tempestade­s sociales; las segundas, mortifican­do aún más a los sectores sociales que están siendo diezmados por la concentrac­ión del capital y la obsolescen­cia de sus habilidade­s.

Gran parte de las clases medias y muchos asalariado­s sienten estar viviendo los últimos compases de una sinfonía de decadencia y extinción, calificado­s de privilegia­dos por poder trabajar. Como en otras partes de Europa, en Catalunya también se vive en la misma dinámica. Como no hay posibilida­des, o de momento no se sabe cómo, de embridar la escapada fiscal del capital se plantea seguir pescando en la misma pecera. El problema es que en ella quedan menos peces y son cada día que pasa más pequeños.

Y encima, a sus promotores no acabará quedándole­s ni tan sólo el consuelo del rendimient­o electoral. De esta dinámica sólo el populismo más pernicioso sabrá sacar rendimient­o.

La presión fiscal sobre clases medias y asalariado­s puede acabar alimentand­o el populismo

 ?? DANI DUCH / ARCHIVO ?? David Cameron y Mariano Rajoy pasean durante un encuentro en los jardines de la Moncloa
DANI DUCH / ARCHIVO David Cameron y Mariano Rajoy pasean durante un encuentro en los jardines de la Moncloa
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain