El pastel colonial
Se cumplen cien años de los acuerdos Sykes-Picot, la división de Oriente Medio entre Francia y Reino Unido
Se cumplen cien años del acuerdo entre Francia y Reino Unido para repartirse los despojos árabes del imperio otomano, en el que Mark Sykes y Georges Picot trazaron una línea desde la ciudad mediterránea de San Juan de Acre hasta Kirkuk, en Mesopotamia.
Marc Sykes, que con Georges Picot elaboró los famosos acuerdos históricos que hoy cumplen cien años, sobre los despojos árabes del imperio otomano, propuso una línea en el desierto para dividirlos entre Reino Unido y Francia, desde la ciudad mediterránea de San Juan de Acre hasta Kirkuk en Mesopotamia. Aquel mapa sigue siendo una fuente de conflicto en la región, hasta el extremo que el Estado Islámico (EI) se ha propuesto borrarlo por completo. Considera que es una herencia colonial que nada tiene que ver con el pueblo árabe.
Sykes y Picot eran los ministros de Asuntos Exteriores de Reino Unido y Francia, potencias que habían derrotado a los otomanos en la Primera Guerra Mundial. Fue por eso que en la conferencia internacional de Versalles de 1919 y después en la de Ginebra, se dio el espaldarazo al mandato inglés sobre lo que ahora es Iraq y Palestina y al francés sobre Siria y Líbano.
Georges Picot desvinculó el territorio libanés de Siria, pero lo compensó añadiéndole Palestina. Sin embargo, el Reino Unido, con la posterior declaración Balfour del 9 de noviembre de 1917 reconociendo el “hogar judío sobre Palestina”, dio pie a la tragedia contemporánea de Oriente Medio. “Los árabes –había escrito Geoges Picot en su oficina del Quai d’Orsay– se inclinan ante los hechos consumados”.
El troceamiento de las provincias otomanas con la separación de poblaciones que habían sido sometidas durante siglos a la Sublime Puerta, pero que formaban comunidades confesionales o miliyet reconocidos, configuró el turbulento y desequilibrado mapa de la región.
Los acuerdos de Sykes-Picot, así como la declaración Balfour, fueron la negación de los principios
INICIO DE LA TRAGEDIA Picot separó Libano de Siria, pero le cedió Palestina, hasta que los británicos la separaron
que había establecido el presidente estadounidense Woodrow Wilson. Él había hablado de “la primavera de los pueblos orientales” al proclamar el derecho a la autodeterminación de los árabes, judíos, kurdos y armenios que, después de haber vivido sometidos al imperio otomano, habían ahora conquistado la libertad.
Una comisión oficial estadounidense visitó Palestina y en su memorándum enviado al presidente estadounidense corroboraron que sus habitantes estaban “al borde de la desesperación y rechazaban el sionismo”.
La Gran Guerra de 1914, cuyo recuerdo es muy vivo en estos pueblos –en Beirut, por ejemplo, la estatua de la céntrica plaza de los Mártires representa a los nacionalistas árabes que murieron peleando contra el dominio de Constantinopla– sepultó imperios, no sólo el otomano, sino el ruso, el austrohúngaro y el alemán.
La paz que puso fin a la contienda creó, asimismo, un nuevo Oriente Medio con frágiles estados nación, de artificiales fronteras dictadas por Sykes y Picot.
Hoy, se perfila vagamente una época confusa de inciertos contornos sobre la que hay quien cree que los acuerdos de SykesPicot se desvanecen. Nuevas fuerzas locales, nuevos equilibrios de poderes internacionales y regionales, con potencias como Arabia Saudí o Irán, hecatombes humanas y éxodos desesperados surgen con violencia.
Los acuerdos de Sykes-Picot, como atestiguan los historiadores, fueron de muy penosa elaboración y varias veces estuvieron a punto de ser anulados por las ambiciones coloniales de división geográfica de estos pueblos, especialmente de los que pertenecen a la región de Levante.
En un libro de Jean Lacouture y Gasan Tueni aparecido antes de la catástrofe contemporánea iniciada hace cinco años con las pri- maveras árabes, culminada con las guerras de Siria, de Yemen y de Libia, así como con la renovada lucha entre suníes y chiíes en Iraq, se describe la época anterior como “un siglo para nada”. “A casi los cien años de los acuerdos de Sykes Picot –afirmaban en sus paginas– los pueblos árabes vuelven a no ser dueños de su destino. Bajo aquella pax americana nadie creía que pudiese crecer la semilla de la democracia”.
Por aquella época, en una conferencia sobre seguridad en Oriente Medio, anoté que “si las fronteras impuestas hace un siglo por los acuerdos Sykes-Picot se delinearon en el mapa, quizá las nuevas podrían ser trazadas con sangre”.
Las victorias del EI en Iraq y Siria han dado pábulo a toda suerte de especulaciones ante un futuro muy incierto. Si bien el EI, en una de sus primeras acciones, tras la conquista de Mosul, fue desmantelar la frontera del desierto entre Iraq y Siria, dando fe de su aspiración a fundar la umma o comunidad musulmana por encima de las divisiones de origen colonial, hay que tener en cuenta que aquellos acuerdos fueron respaldados por ciertas elites locales que se han aprovechado de los nuevos estados.
La desintegración de Oriente
FRENTE A LA TEORÍA WILSON Los acuerdos iban en contra de la filosofía de EE.UU. de dar libertad a los pueblos TENSIÓN INTERNA Ciertas élites locales apoyaron los pactos y se aprovecharon de los nuevos estados
Medio puede durar mucho tiempo. Su balcanización en entidades confesionales sería un espaldarazo al Estado judío de Israel.
El fracaso del Estado nacional, las dictaduras árabes que no han sabido promover ni el desarrollo económico ni la democracia, las guerras intestinas de suníes y chiíes, los conflictos de las minorías, el enfrentamiento entre Washington y Moscú, no han sido provocados solo por los infaustos acuerdos Sykes-Picot sino también por los dirigentes locales.
La llamada a la guerra santa que hiciesen antes el califa de Estambul y el cherif de La Meca en la Primera Guerra Mundial vuelve a resonar en estas tierras.
UN FUTURO INCIERTO La desintegración de la zona puede durar mucho y ser un espaldarazo para Israel