“Hay que combinar inclusión social y seguridad”
Bart Somers, alcalde de Malinas
Bart Somers (1954), expresidente del partido liberal flamenco, se estrenó como alcalde de Malinas hace 15 años con una dura política de seguridad que le valió no pocas críticas. Su decidida apuesta por la cohesión social, la diversidad y la inclusión, le ha convertido con el tiempo en un político muy popular. Su discurso va acompañado de hechos y gestos. Un día se manifiesta contra el racismo, otro interviene en la mezquita local para expresar solidaridad con sus vecinos musulmanes tras un atentado (“son doblemente víctimas”) y otro reparte diplomas en un club de boxeo con chicos con problemas. Las raíces de su familia en la ciudad se remontan a 1510 pero, insiste, no por eso tiene más derechos que su vecino Mohamed, también nacido aquí. “Esta ciudad es tan mía como suya”, defiende.
¿Cuál es el secreto de Malinas, por qué de aquí no ha salido ningún yihadista? A veces es un misterio para mí, lo admito, pero estoy convencido de que la cohesión social que tenemos en Malinas es una ventaja crucial respecto a otras ciudades. Tenemos una política muy atípica, con iniciativas tanto de izquierdas como de derechas. Lo primero es nuestro enfoque inclusivo. Abrazamos la diversidad en lugar de verla como un problema. Luchamos contra el racismo y la discriminación. Tenemos un entramado muy fuerte de asociaciones e instituciones que trabaja en la calle y los barrios.Tenemos buenas relaciones con la mezquita y la casa de la juventud. Intentamos mezclar a los jóvenes y evitar los guetos. Trabajamos por ejemplo con el equipo de fútbol Salaam, que promueve la diversidad y pide buenas notas a los chicos para poder jugar, como hace el club de boxeo de Abdel. Somos la única ciudad de Flandes donde cae la pobreza infantil. Si vemos que hay problemas en una familia, vamos con la policía y un trabajador social, que les ayuda a ordenar la casa, arreglar papeles, registrarse en el paro, asegurarse de que los niños tienen ropa y bocadillos para la escuela… Algunos dicen que es un enfoque demasiado paternalista pero funciona. Incentivamos una mejor mezcla social a nivel de barrios y escuelas, porque no queremos ni guetos blancos ni de color. Allí donde hemos invertido en mejorar los barrios, tratamos de atraer a la clase media, para tener una buena mezcla social. Se trata de alentar una mayor movilidad y cohesión social. Esa es la clave: el radicalismo sólo existe donde hay aislamiento social. Los extremistas buscan a los jóvenes más vulnerables y frágiles. Hay que darles una perspectiva y eso no sólo se hace de forma suave sino también poniéndoles límites, como un padre hace con un hijo.
¿Cuál es esa segunda vía? Llevamos 15 años aplicando una fuerte política de seguridad. Hemos sido muy críticos con la economía sumergida, el tráfico de drogas y la pequeña criminalidad pero siempre de forma no discriminatoria. Invertimos más que ninguna otra ciudad de Flandes en seguridad. En ninguna otra hay tantas cámaras como aquí. Los delitos callejeros han caído más de un 80% en 15 años; entonces éramos la ciudad más insegura de Bélgica, por encima de Schaerbeek o Molenbeek (Bruselas). Hoy, vaya donde vaya verá una ciudad segura. Esta segunda vía es tan importante como la primera. Donde el Estado de derecho no existe, surge una alienación colectiva que es el caldo de cultivo ideal para el extremismo. Estoy convencido de que hay que combinar la firmeza en la seguridad con políticas de inclusión social. No puedes luchar contra el radicalismo si la ciudad está polarizada y dividida en guetos. Sólo trabajando en un contexto más amplio se puede evitar que los jóvenes se radicalicen, haciendo las barreras más duras.
¿Cómo atacan la radicalización islamista? Tratamos de intervenir en un estadio anterior al aislamiento, que es como empieza, como en las sectas. Son jóvenes que en la escuela, el barrio o algún club deportivo han dado señales de sentirse atraídos por visiones muy radicales del islam o han cambiado de aspecto de golpe. Intentamos llegar a ellos a través de personas de confianza con las que aún tienen lazos y les pueden ofrecer alternativas. Es importante actuar entonces porque una vez que la gente está radicalizada es enormemente difícil darle la vuelta. El radicalismo es como una droga, y no es fácil salir. Como político, es importante entender que estamos ante un combate ideológico: el modelo de la democracia basado en los derechos humanos y el humanismo frente a un pensamiento totalitario basado en el rechazo a las personas y a la diversidad.
LA RECETA DE MALINAS “Hay que alentar la cohesión social, la radicalización surge donde hay aislamiento”