La Vanguardia (1ª edición)

Mascotas y orgías laborales

- Joaquín Luna

Yo quiero ser feliz. Muy feliz. Un happy flower .Ynolodigo por mí. Lo digo por ustedes, destinatar­ios de mi trabajo. Creo, por tanto, que la empresa que me abona un sueldo debería contribuir más a mi felicidad.

La felicidad no se compra con dinero. Entre una subida espectacul­ar del sueldo y medidas proactivas del entorno laboral, sólo un cenutrio elegiría la primera opción.

¡Hay tantas maneras sencillas, económicas y sostenible­s de aumentar la felicidad de los trabajador­es! Esta semana he leído dos: las orgías de fin de semana de los actores de la serie Física o química y permitir a los empleados traerse mascotas (Affinity).

Yo supongo que, al principio, lo de las orgías crearía un poco de estrés, aunque para eso están los coaches. Montar una orgía al mes fortalecer­ía los vínculos personales, desdramati­zaría las jerarquías y daría una cosmovisió­n más allá de tonterías como los horarios y los pluses.

–¿Y quién haría el diario ese fin de semana?

Muy sencillo: un equipo de guardia.

El dinero no da la felicidad, y por eso cada día surgen fórmulas para elevar la moral laboral de la tropa

¿Que se incendia la torre Eiffel un sábado por la tarde? El responsabl­e de guardia llamaría a la centralita de la orgía, y el primer periodista disponible daría el criterio que seguir. Si la orgía va bien, da juego y todos participan, el criterio será optimista, y el lector respirará aliviado el domingo con el titular de la portada: –“La torre Eiffel se chamusca”. –¿No queda algo frívolo? –¿“París era una falla”? La actualidad sería servida sin dramatismo, con la relajación y la felicidad que emana de una redacción satisfecha y con autoestima.

Ir al trabajo con una mascota también eleva la felicidad, aunque primero sería convenient­e dictaminar si un entorno laboral atenta contra el derecho de los animales.

Yo no tengo mascota, pero en cuanto legislen el derecho de las mascotas a un empleo salgo corriendo a comprarme un animal de compañía. Es una forma de hablar, claro: “comprar” un animal es una expresión repugnante porque equipara un agaporni con un esclavo, y los agapornis son sensibles, no fuman y viven en pareja.

La redacción ganaría en colorido, y cada cual podría traer el animal que más feliz le haga: un león, una anguila del Delta o una familia de percebes en cautividad. Yo soy muy clásico para estas cosas y optaría por un chimpancé adolescent­e al que con paciencia, cacahuetes y algún pitillo convertirí­a en un periodista más. –Perico, ¿eres feliz en el diario? El chimpancé Perico me miraría con esa humanidad tan propia de los simios y desde el fondo del alma sonreiría sin dejar de estrujar al canario del compañero.

Y si prosperan nuevas formas de felicidad laboral, llegará el día en que las empresas se dejarán de sueldos y todos seremos muy felices.

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