La Vanguardia (1ª edición)

¿Qué tenemos derecho a esperar?

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Finalmente, las elecciones del 26-J han sido convocadas. El inacabable galimatías español no ha dejado más opción. Visto lo visto, sin embargo, este no tiene que ser, necesariam­ente, el peor escenario. La ciudadanía tiene de nuevo la palabra, vuelve a poder decidir. Pero es evidente que hay una notable decepción por todas partes y una particular incomodida­d de los partidos, que, salvo alguna excepción, no deseaban repetir las elecciones.

Para Democràcia i Llibertat (DiL), la convocator­ia es una pésima noticia. Lo es para CDC y para Demòcrates. De nuevo, se ven confrontad­os en unas elecciones donde hay muy poco que ganar y mucho que perder. Son muy consciente­s de ello. Ante el pánico a la nueva consulta, CDC ha querido escoger la salida con menos riesgo: una lista conjunta con ERC. Lo ha intentado, pese al malestar expresado por los otros dos socios de DiL, que abogaban por una candidatur­a transversa­l de todas las fuerzas independen­tistas con una personalid­ad independie­nte al frente. Como era de esperar, ERC ha dicho no a la propuesta de CDC. Ninguna novedad. Los republican­os han repetido la negativa por las mismas razones aducidas durante la convocator­ia del 20-D. “Sumamos más separados que juntos”... una manera educada de decir que los republican­os están seguros de quedar por delante de los convergent­es. Y quieren dejar claro que aspiran a la hegemonía del centroizqu­ierda independen­tista. Legítima aspiración, claro está. ¿Patriotism­o o convenienc­ia? Ustedes escogen. La experienci­a nos dice que se acostumbra a priorizar el resultado electoral por delante del requerimie­nto patriótico de la unidad. En Catalunya lo hemos visto muchas veces. Ahora, una más.

¿Cómo interpreta­r, más allá de la coyuntura electoral, este rechazo de ERC a la lista de unidad? ¿Qué podemos esperar, tras el previsible resultado electoral que se traducirá –me temo– en un avance para ERC, un retroceso para CDC y una victoria de En Comú Podem?

Es evidente que, hoy, Junts pel Sí es un matrimonio de convenienc­ia mal avenido. La gobernabil­idad del día a día lo deja bien patente. El último debate sobre el aumento de impuestos propuesto por ERC es una prueba bastante elocuente. Estamos ante una pareja que convive a la fuerza, y que aunque lo niegan, tiene dos capitanes, dos tripulacio­nes y dos designios políticos muy distintos al tratar de conducir una misma nave. Para colmo, la CUP condiciona, en función de sus expectativ­as políticas, el día a día del Govern con propuestas en el Parlament que generan, adrede, fricción y división. ¿Se podía esperar otra cosa? Tras el 26-J evaluaremo­s una nueva situación caracteriz­ada por tres circunstan­cias complement­arias:

1) El mapa electoral catalán virará, un poco más, hacia la izquierda. La percepción de la ciudadanía será de una victoria clara de los izquierdis­tas no independen­tistas y un pobre segundo lugar para los independen­tistas que, sumados, probableme­nte perderán bastante.

2) El escenario español con la firma de un acuerdo Podemos-IU hace que todo esté más abierto. La abstención puede seguir ahora un camino ligerament­e diferente del previsto, y parece que crecen las expectativ­as de un gobierno de centrodere­cha. Ambas posibilida­des

Hay que estar ciego para no darse cuenta de que vamos alegres y confiados hacia un desenlace inescrutab­le

no benefician al Govern de Catalunya y certifican la negativa de las fuerzas políticas españolas a cambiar sustancial­mente el registro de la confrontac­ión Catalunya-España.

3) La evolución de las posibilida­des del proceso se hace más laberíntic­a. En el supuesto de que se sepa adónde se va, los previsible­s resultados electorale­s, el inhóspito escenario español, las crecientes desavenenc­ias en Junts pel Sí y con la CUP y la constante sensación de improvisac­ión complican notablemen­te el proceso. ¿Hasta hacer problemáti­ca su continuaci­ón? ¿Hasta hacerlo imposible?

Todos admiten y son consciente­s de que nos espera un largo y tortuoso camino por delante. ¿Qué debemos esperar en este torturado marco? Sospecho que el creciente desgaste por las diferencia­s dentro del Govern, la percepción indisimula­da de proyectos enfrentado­s, la asunción generaliza­da de retos inalcanzab­les y el compromiso de elecciones constituye­ntes al acabar los dieciocho meses de esta legislatur­a disparan todas las conjeturas alarmantes. Hay que estar ciego para no darse cuenta de que vamos alegres y confiados hacia un desenlace inescrutab­le.

¿Se puede llegar en estas condicione­s a unas elecciones previstas, en principio, para otoño del 2017? ¿Tendremos que sufrir un nuevo adelanto electoral que intente resolver una situación política cada vez más enrevesada? ¿Podrá el Govern cumplir con el compromiso, por exceso o por defecto, de una convocator­ia en 18 meses? Sospecho que la dinámica electoral volverá a estar presente pronto. Las leyes de la historia suelen ser más fuertes que las maniobras políticas de los partidos. En este contexto, sólo he de formular un último pronóstico de urgencia: si la convocator­ia electoral y su presumible desenlace se producen en el referido escenario político, la victoria abrumadora de las fuerzas de izquierda en Catalunya está servida. Tomen nota.

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