“La piedra trajo la luz”
La historia de un megalito que sirvió para hacer llegar la electricidad a una masía aislada del macizo
Hace siete años que tenemos electricidad, los mismos que han pasado desde que murió mi hermano Papitu. El sólo pudo disfrutar un mes de la luz”·, cuenta Emilio Ramírez, nacido hace 77 años en El Molar, una masía en el corazón del Montseny que data de 1784.
Emilio subraya: “Si tenemos corriente es gracias a la piedra”. ¿Qué piedra? La denominada Estela de la Calma o Sitja del Llop, un megalito que hacía de pared en la cabaña de pastor del Pla de la Calma que la familia Ramírez tiene en su finca del municipio de Montseny. “Me pedían 20 millones de pesetas por traer la luz a casa, por sólo un kilómetro de trazado, y dije que no. Pero tenía la piedra, muy valiosa y que todo el mundo quería. Y al final, el alcalde de Montseny me ofreció traer la electricidad si daba la piedra al Ayuntamiento”, añade. El acuerdo cuajó, y ahora el megalito, cuyo origen podría remontarse a finales del neolítico, se exhibe en Montseny.
En la cabaña se ha colocado una reproducción del original y
una placa explicando la historia del monumento. “El megalito había sufrido actos vandálicos, pintadas, un par de veces, y decidimos intervenir para preservarlo. Queríamos que se quedara en el pueblo y nos ofrecimos a gestionar la electricidad para que Ramírez nos la cediera. Sí, puede decirse que la piedra fue el leitmotiv para que llegara la luz a El Molar”, corrobora el alcalde, Alfons Planas.
Emilio subraya que, cuando nació, la piedra, de más de dos toneladas de peso, “ya estaba allí, aunque en esa época no sabíamos que era tan valiosa. Pero después todas las administraciones querían llevársela”.
A los Ramírez les cambió relativamente la vida con la luz. La mujer de Emilio, Dolors Dalmau, explica que hace 42 años, cuando se casaron y se instaló en esta masía aislada, echó muy en falta las comodidades que aporta el fluido eléctrico. Después, se fue acostumbrando y crió en El Molar a su hijo –que ahora habita una masía vecina– y a su hija. Pero Emilio pasó toda su vida, hasta los 70 años, sin suministro. “Antes íbamos con lámparas de carburo y no podíamos guardar la comida, si matábamos algún animal, lo teníamos que conservar en el pozo de agua. Pero teníamos televisión con una batería. Ahora disponemos de nevera, congelador y apretando un botón se enciende la luz, pero el agua para asearnos la seguimos calentando en una gran olla en la chimenea, igual que siempre”, relata Emilio.
PRESERVAR LA ROCA “El megalito había sufrido vandalismo, y decidimos intervenir”, explica el alcalde
CAMBIO RELATIVO “Ahora tenemos nevera, pero seguimos calentando el agua en la chimenea”, dice Emilio