El hombre puente
Un aire de esperanza se respiraba el jueves pasado en la Cambra de Comerç de Barcelona. Habían invitado a la líder de Ciutadans en el Ayuntamiento de Barcelona, Carina Mejías, para que expusiera sus ideas sobre la ciudad, como anteriormente habían hecho sus colegas del Consistorio. Pero, muy a su pesar, el protagonismo del encuentro se lo llevó el concejal socialista Jaume Collboni, que acababa de cerrar el acuerdo con BComú para entrar en el gobierno que preside Ada Colau.
Los asistentes a este foro empresarial miraban de reojo a Collboni y, en voz baja, se alegraban de su futura presencia en el gobierno municipal. Confían en que el socialista modere las políticas “radicales” de los comunes y, en la práctica, ejerza de puente entre dos mundos, el sector económico y el equipo de Colau, que se encuentran actualmente a años luz de distancia. La moratoria hotelera, el conflicto de la ordenanza de terrazas, la relación con la Fira, el modelo turístico, la imagen exterior de la ciudad y las relaciones con la Generalitat y el Gobierno central, de quienes dependen las inversiones en infraestructuras, son aspectos que preocupan a los implicados en la economía de la capital.
Más allá de los empresarios, hay otros ámbitos de la ciudad y de la política que se les había atragantado a los comunes y que esperan beneficiarse de los puentes que tienda Collboni. La entrada del PSC en el
Sectores empresariales y culturales de Barcelona ven con esperanza la entrada del PSC en el gobierno de Colau
gobierno municipal, que será efectiva si las bases de los dos partidos ratifican el acuerdo esta semana, también se ha acogido con esperanza en el sector cultural, que se sentía desasistido bajo la dirección del concejal Jaume Asens. Por este motivo, Collboni ha querido hacer una apuesta segura fichando como comisionado a Xavier Marcé, un veterano de la gestión cultural. Esta área será una buena plataforma para que el líder socialista luzca su presencia en el gobierno, aunque tiene patatas calientes como las polémicas propuestas de cambio de nomenclátor de algunas calles y plazas que llevan nombres monárquicos.
Los partidos de la oposición municipal hacen una lectura esperanzada del pacto de gobierno. Especialmente en CiU y Ciutadans, formaciones que mantienen con los socialistas una relación fluida y que contrasta con la casi inexistente vinculación que tienen con el gobierno de Colau. Ambos confían en revertir esta situación gracias a la mediación del PSC. Capítulo aparte merece la posición de ERC y la CUP que se han mostrado ofendidos por el pacto pero a los que, en el fondo, este acuerdo les entrega en bandeja la llave de la gobernabilidad. Finalmente, el pacto tiene una lectura a escala española y envía un mensaje al PSOE y a Podemos de cara a una posible alianza tras las elecciones de junio.
Como vemos, los retos del hombrepuente Collboni son muchos, aunque el primero consistirá en ganarse la confianza de sus nuevos socios, que han aceptado el acuerdo a regañadientes porque siguen considerando a los socialistas responsables de muchos de los problemas de una ciudad que gobernaron tres décadas.