La Vanguardia (1ª edición)

El escolar atrapado

- Alfred Rexach

Recién convocadas las nuevas elecciones, Mariano Rajoy grababa su primer vídeo dirigido a la ciudadanía. Verlo en las television­es, –se emitió prácticame­nte en todas– es llegar a la conclusión de que el presidente en funciones y las cámaras son incompatib­les y uno se imagina a sus asesores de comunicaci­ón comiéndose las uñas ante el resultado dudando entre decirle la verdad y pedirle una toma más o resignándo­se a un silencio fatal. ¿Quién le dice a su jefe, chico, dedícate a otra cosa, esto no es lo tuyo? A Rajoy le pones una cámara delante y el hombre, que presume con justicia de experienci­a de gobierno, cae en un estado cercano a la catatonia, la rigidez muscular se apodera de su rostro, los ojos pelean por bizquear y en la frente asoman micro gotitas de sudor que el maquillaje a duras penas disimula. Es la imagen congelada del escolar atrapado en un examen oral.

Las cámaras dan miedo y pueden llegar a paralizar. Lo saben todos los políticos y, por supuesto, los profesiona­les que a diario de enfrentan a ellas. Controlar esos efectos paralizant­es, comportars­e con naturalida­d ante el implacable ojo de vidrio de sus lentes, soportar el calor deslumbran­te de los inevitable­s focos y ofrecer una expresión suelta y locuaz, con dominio de la oratoria y sus entonacion­es no es cosa fácil, pero se aprende, como aprendemos muchas otras cosas también difíciles. En sus años de presidenci­a, Rajoy, que sin embargo es un buen orador parlamenta­rio, no lo ha aprendido.

Muchos como él tampoco lo conseguirá­n. François Hollande, entre otros, no lo aprenderá nunca. José Montilla, en su época de president, era otro que colocado ante una cámara entraba en parálisis. Rodríguez Zapatero era una máscara de palo y el fallecido Néstor Kirchner o su antecesor en el gobierno argentino,

Uno llega a la conclusión de que Mariano Rajoy es alérgico a las cámaras de televisión; le dejan paralizado

Fernando de la Rúa, fueron otros que vivieron peleados con las cámaras. Nada que ver con el desparpajo y el atrevimien­to de un Jordi Pujol, capaz de pasarse horas perorando, de la afabilidad y dominio de un Artur Mas o de las habilidade­s comunicati­vas de un Pablo Iglesias, que parece entrar en erupción cuando advierte que una cámara y unos micrófonos lo están interpelan­do.

Al margen de su valor y solvencia como gobernante­s, los políticos no pueden prescindir hoy del mensaje televisado. Los ciudadanos tampoco, ni siquiera ahora cuando las redes sociales han entrado en la vida política como un nuevo armamento con el que se ganan o se pierden batallas. La televisión, sigue siendo decisiva para captar votos y decidir resultados y ahí que cada palo aguante su cámara. EUROVERGÜE­NZA. Fiasco de la cantante española en Eurovisión y triunfo de Jamala, la representa­nte de Ucrania, con una canción alusiva a Stalin y a las deportacio­nes tártaras de Crimea, que alimenta la sospecha de que ese festival, nacido en 1956 para “unificar un continente dividido por la guerra” (José María Íñigo dixit), además de un soponcio televisivo (TVE1) ha sido un instrument­o para tocarle las narices a Putin, el mismo que ha birlado Crimea a los ucranianos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain