Serra de Rivera, Bosco Sodi y Lluís Hortalà, tres vertientes de la pintura
Coinciden tres muestras que representan modos diferentes de concebir la creación
Coinciden en Barcelona tres exposiciones de pintura actual que representan opciones muy distintas. Puede resultar interesante considerarlas conjuntamente precisamente porque cada una de ellas es representativa de un modo completamente diferente de concebir y realizar la pintura. En síntesis, se puede decir que la obra de Serra de Rivera es intemporal y pintada del natural, que Bosco Sodi realiza una pintura matérica y monocroma heredera del informalismo y el minimalismo y que Lluís Hortalà se acerca a la pintura con planteamientos propios del arte conceptual, pero con una técnica de virtuoso hiperrealista.
Serra de Rivera. La pintura de Xavier Serra de Rivera (Sant Joan Despí, 1946) tiene un carácter intemporal. Este pintor se muestra conscientemente ajeno a esa noción del progreso artístico en que la modernidad y las vanguardias artísticas basaron sus programas y proyectos. No parece tener ninguna intención de integrarse en el programa de la modernidad ni parece interesado en expresar mediante su obra un cierto espíritu de época. A veces sólo la indumentaria de los modelos o las formas de algunos objetos que pinta (bolsas comerciales de papel, por ejemplo) nos indican que son obras pintadas en el siglo XXI. Por lo demás, sus pinturas más logradas recuerdan a algunas de las mejores de otros siglos, particularmente los autorretratos de Rembrandt, los bodegones de Chardin y obras de distintos géneros pintadas por Corot.
En la selección de obra reciente que expone en la galería Artur Ramon Art se puede apreciar que el pintor concede una especial relevancia a la propia realidad de la pintura, siempre al servicio de una figuración que se podría llegar a considerar realista. Sin embargo, nada más lejos del fotorrealismo adocenado y a menudo relamido que tanto abunda. En la pintura de Serra de Rivera se aprecia la honestidad del buen oficio y la nobleza de quien aspira a lo mejor y no cae en la vulgaridad. Su obra está pintada del natural, no a partir de fotografías, ni de otras imágenes, ni tampoco de la imaginación del artista. Ello y el dominio de la pincelada y la iluminación le permiten lograr cuadros como el autorretrato que reproducimos, que es excelente, aunque eso sólo se puede verificar ante la presencia real del cuadro, no en una imagen publicada. Artur Ramon Art. C/ Palla, 23. Hasta el 21 de mayo.
Bosco Sodi. El programa estético de este pintor mexicano nacido en 1970 es muy claro y reconocible. Su pintura es a la vez matérica y minimalista, como una especie de síntesis de Yves Klein y Antoni Tàpies. Sus cuadros son monocromos y se presentan casi como fragmentos de realidad, no tanto como abstracciones o representaciones. En esta exposición todas sus pinturas son blancas y tienen el aspecto de una tierra árida, agrietada por una sequía. Siete de las pinturas expuestas componen la serie Sáhara. La instalación en la nueva y amplia galería Carles Taché es impecable. Las leves variaciones que se aprecian en las diez pinturas evocan terrones, fisuras o grietas abiertas y crean ritmos visuales que dialogan muy bien con la blancura y las texturas de la sala (columnas y paredes con relieves de obra vista recubiertos de blanco). Galería Carles Taché. C/ Mèxic, 19. Hasta el 28 de mayo.
Lluís Hortalà. Este pintor –nacido en Olot en 1959– es conocido sobre todo por sus paisajes de alta montaña, dibujos hiperrealistas en gran formato. Presenta en Rocío Santa Cruz un proyecto que cambia de tema y de sentido. En Il y a bien du monde aujourd’hui à Versailles expone instalaciones que hacen referencia a la ostentación del poder y a la falsedad. Todas las baldosas, chimeneas y otros fragmentos “de mármol” que expone son en realidad óleos sobre madera que simulan la piedra noble y sus vetas. Pinturas hiperrealistas sobre soportes que configuran instalaciones conceptuales. Rocío Santa Cruz. Gran Vía de les Corts Catalanes, 627. Hasta el 21 de mayo.