Teodosic entierra la maldición
El CSKA vuelve a reinar en Europa 8 años después ganando en la prórroga al Fenerbahçe
Reunía a los suyos cuando cualquier atisbo de pérdida de concentración acechaba. Miraba al banquillo con la cara de quien asume el liderazgo y parece tenerlo todo bajo control. Incluso pedía perdón al unísono si tomaba una decisión errónea. Milos Teodosic (19p, 5r y 7a) terminó ayer con la maldición que le venía persiguiendo a lo largo de su carrera. El base serbio había jugado siete Final Four y no había sido capaz de liderar al CSKA al triunfo en ninguna de ellas. Pero anoche fue el cerebro de un conjunto sólido que levantó la séptima Euroliga de su historia (se queda a dos del Madrid). A sus 29 años, el baloncesto le debía a Teodosic lo que tanto le ha dado en forma de magia. Fueron él durante los 40 minutos y De Colo, en la prórroga, los que permitieron que la historia del 2012 no se repitiera.
Porque el CSKA estuvo a un paso de dejar escapar una final que tenía ganada al descanso. El peso de lo mental en el deporte de élite es desmedido, el control de las emociones y la presión marcan diferencias. Para bien y para mal. Y los rusos rozaron anoche una catarsis histórica, parecida a la que vivieron hace cuatro años en Londres, cuando el Olympiacos les remontó 14 puntos en el último cuarto. Esta vez fueron 20, desde el descanso, y de no ser por un rebote ofensivo y canasta de Khryapa a falta de 1,9 segundos, la historia sería ahora muy distinta.
Fue una oda al baloncesto. Uno de los partidos que marcan época. Por emoción, giro de guión, espectacularidad, intensidad… una final que a punto estuvo de pasar de nuevo a la historia como la de los fantasmas a la hora de cerrar partidos para el CSKA. “Tenemos muy claro lo que debemos hacer para ganarles. Hemos visto sus carencias, que son pocas, pero vamos a intentar aprovecharlas. Estamos más mentalizados que otros años”. Palabras de Dimitris Itoudis, entrenador del CSKA, en las horas previas a la gran final. Y no se equivocó. El técnico griego consiguió al fin la Euroliga como primer entrenador, ya que había conquistado cinco siendo la mano derecha, precisamente, de Zeljko Obradovic. El alumno aventajado superó al maestro.
El respeto que se suele tener en los primeros compases de una final marcó el inicio del choque, con un intercambio de canastas sin que ninguno de los dos equipos se fuera por más de cuatro puntos. Pero la final cambió en el segundo cuarto, donde los moscovitas bordaron el baloncesto. Con un ataque de libro, abriendo la pista, leyendo las ventajas, circulando rápidamente en estático, imprimiendo velocidad en las transiciones… y con una defensa infranqueable. Esa fue la gran virtud del CSKA, que asfixió a los otomanos, desquiciados con el arbitraje y culpándose los unos a los otros.
Sólo un giro dramático de los acontecimientos podía dejar a los moscovitas sin título. Y este ocurrió, aunque no terminó de culminarse. El Fenerbahçe, con un superlativo Dixon, nunca dejó de creer, y forzó la prórroga, pero ahí no supo encontrar la tecla para mantener el nivel y acabó sucumbiendo. “Una temporada de ocho meses se ha decidido en cinco minutos. Duele, pero estoy muy orgulloso de mis chicos. Volveremos el año que viene”, afirmó Obradovic tras no poder ganar su novena Euroliga.
Por otro lado, en el partido por el tercer y cuarto puesto el Baskonia cayó ante el Lokomotiv tras una nefasta segunda mitad (75-85).