Al alumno le salió cara

Para bien o para mal, los entrenadores son cada día más protagonistas. Y esta final tenía un morbo añadido, porque en los banquillos se sentaban Zeljko Obradovic, el hombre récord de la Euroliga con ocho títulos en cuatro equipos distintos, y Dimitris Itoudis, que fue su ayudante en las 13 temporadas en que aquel dirigió al Panathinaikos, cinco veces campeón con ellos. Ganó el alumno en el cara o cruz de la prórroga. Lo confieso: en el descanso yo también estaba convencido de que con el 30-50 ya no había partido. Se había roto en un segundo cuarto digno de pasar a la historia entre los períodos más inexplicables de un duelo decisivo. Después de ponerse delante con el 27-26, en los 6m 47s que quedaban para el descanso el Fenerbahçe dejó de ser un equipo y se convirtió en un grupito de principiantes que lo hicieron todo mal, en ataque (0/2 de dos, 0/5 triples, 3/8 tiros libres) y en defensa, y encajaron un parcial de 3-24.

Parecía que ni el propio Obradovic, catedrático en la conducción de grupos, creía ya en la posibilidad de cambiar la situación. Así lo daba a entender su lenguaje gestual, centrado casi siempre en lamentar los errores de sus jugadores… dirigiéndose, de espaldas a la pista, a los que estaban en el banquillo. Pero después de perder por 21 (39-60) el equipo recuperó su defensa y el dominio del rebote que no había tenido frente a un equipo que saltó a la pista sin pívots. Y estuvo a punto de repetirse una gran remontada en la final como las de Olympiacos al propio CSKA en el 2012 y el Maccabi al Madrid en el 2014. Lo evitó una canasta de Khryapa, tras capturar un rebote ofensivo, a falta de 1 segundo y 9 décimas. La prórroga fue rusa y el baloncesto turco ha de seguir esperando su primer máximo título continental. Técnicos al margen, el hombre del día fue Teodosic. Lo de menos es que el MVP fuera su compañero De Colo. Porque el base serbio llevaba seis Final Four y ningún título. Cambió su historia.