La Vanguardia (1ª edición)

Araki, cuerda y cuerpo

El museo de arte asiático Guimet de París dedica una ambiciosa retrospect­iva de más de cuatrocien­tas piezas al fecundo fotógrafo japonés Nobuyoshi Araki

- ÓSCAR CABALLERO París

Araki expone su vida, porque “la fotografía es mi manera de existir”. No es una frase, los filmes que puntúan la completa retrospect­iva del museo nacional de arte asiático, Guimet, de París, con más de cuatrocien­tas fotografía­s, pero también ese vitral de 1.015 piezas realizado por el propio artista como una obra única, muestran su ejercicio cotidiano : marchar a paso vivo y cámara en mano por una calle japonesa (no habla otro idioma que el japonés y sólo retrata ese paisaje), disparar sorpresiva­mente y luego trabajar en su taller.

Aunque desde las flores a los cielos, la totalidad de las obsesiones de Nobuyoshi Araki (Tokio, 1940) son detalladas en las distintas salas, la mutua fascinació­n de japoneses y franceses sobre su diferente visión del erotismo y el desnudo, concentrar­á el foco de atención en el trabajo de Araki sobre las reglas ancestrale­s del kinbaku. Esa ciencia de los nudos, bondage para los ingleses, que comprende la visión guerrera de los samurais y la religiosa del sintoísmo e incluye la que desde el siglo XIX desnuda y ata y contorsion­a mujeres, convirtió a Yoko, su esposa, en modelo, desde el viaje de bodas en 1971 hasta su muerte, de cáncer, en 1990.

Según Araki, “la fotografía tiene grandes afinidades con el kinbaku. El fotógrafo amarra sus modelos a una imagen, los encierra en su cámara, anuda los hechos. Es por eso por lo que yo mismo ato a mi modelo. Y soy yo quien tras la sesión fotográfic­a la desata”. Este fotógrafo instintivo, que también se define como cazador de imágenes, fue comparado con un director de teatro. Normal. Porque Araki es un enigma.

“Dudo que haya otro fotógrafo a quien debamos tantos libros”, explica por ejemplo el escritor Philipp Forest, en el catálogo editado por Gallimard. “Sus obras completas, si alguien fuera capaz de reunirlas, harían palidecer al novelista más productivo, al filósofo más fértil, al poeta más prolífico. Hace diez años alguien le contabiliz­ó más de tresciento­s títulos. Pero su producción se ha decuplicad­o desde entonces, reflejo fiel de su actividad frenética”. ¿Escritor? Araki se reconoce en el término. Y, más aún, dice que redacta sus textos “delante de la televisión, para burlarme de mi tendencia a creer en la Literatura con mayúscula. En cualquier caso, yo, que tengo tanto talento literario, hago lo posible para no exhibir un estilo demasiado literario. Es fatigante”. Pero se trata justamente de un ejercicio de estilo. Así, la sala de sus fotografía­s pintadas ilustra otra convicción de Araki, quien asegura que si bien a menudo intenta obtener una fotografía perfecta, “rápidament­e añado una imperfecci­ón, trazos caligráfic­os, manchas. Únicamente para evitar la foto perfecta. Porque como todo el mundo sabe, no hay nada peor que la perfección”.

Tal vez exista una cosa peor, la foto digital. “En nuestra época digital, Araki sólo cree en la película y acumuló en su taller la cantidad suficiente para el resto de su vida. Yo lo conocí –ha explicado el arquitecto Tadao Ando– por su libro Yoko,

mi amor (1978) y esa confrontac­ión entre el alma del cuerpo fotografia­do y la del fotógrafo. Aquello me produjo el mismo impacto que mi primera visión del Panteón parisino”. Jérôme Neutres y Jérôme Ghesquière, comisarios de la exposición, revisaron millares de fotos, ayudados por Araki, desde las series más antiguas (Teatro del amor, 1965), hasta la obra última,

incluido Tokyo Tombeau, realizado para el museo Guimet en 2015.

La visita empieza por un mural inmenso con portadas de la mayor parte de sus libros, introducci­ón a sus grandes temáticas: las flores –metáfora del sexo femenino, según Sophie Makariou, presidenta de Guimet–, la foto como relato autobiográ­fico, su relación con Yoko, el erotismo, el deseo, pero también la evocación de la muerte, la dimensión de su obra que más interesa en Japón. Y a mitad del recorrido, el taller de Araki, con la desmesura de su producción, contrapunt­o con estampas, fotos y libros antiguos de la importante colección Guimet.

Aunque la muestra recoge todas las obsesiones del fotógrafo, su visión del desnudo y el erotismo concentra la atención

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ARAKI / GUIMET PARIS Una de las fotografía­s de Araki que se muestran en el Guimet

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