El rearme moral
Ala vista del éxito editorial del último libro sobre el Barça de Sergi Pàmies, sería interesante que alguien se atreviera con un ensayo que se titulara Confessions d’un català defectuós. Mejor, con un punto de ironía y distancia. La sociedad catalana no pasa por sus mejores días. Los ciudadanos asistimos a una realidad casi tan convulsa como compleja, pero la respuesta a los acontecimientos que ocurren se mueve entre el silencio cobarde y el buenismo cómplice. El periodismo no alumbra demasiado en este oscuro escenario, buscando equilibrios argumentales donde debería haber compromisos reales. En los pasados días hemos comprobado cómo colectivos antisistema y partidos radicales mostraban una superioridad moral ante lo que sólo se ha contrapuesto la mala conciencia de los políticos y la fragilidad ideológica de los periodistas. Las reglas del juego están para cumplirse: se pueden hacer interpretaciones generosas, pero nunca a cambio de renunciar a las bases de la convivencia, ni a los pilares de la democracia.
Que los okupas pongan patas arriba un barrio, intimiden a los Mossos y hagan un escrache a un ciudadano por haber comprado unos bajos es injustificable. No estamos hablando de familias desahuciadas, sino de jóvenes que convirtieron la antigua sucursal de un banco en su particular ateneo. El anterior alcalde prefirió pagar con dinero público la factura del local antes que abordar la protesta okupa. Paz por territorios. Otrosí: que la CUP, la fuerza con menos escaños del Parlament , se haya cobrado la cabeza del último president y que ahora vaya a despeñar al gobierno catalán porque no se aviene a sus propuestas descabelladas es grave. La CUP ha convertido su protagonismo en un spot permanente de su ideología antisistema, haciendo apología de la ocupación de las segundas residencias o del modelo tribal de familia. Este país necesita autocrítica y autoestima. O lo que es lo mismo: un rearme moral para afrontar su futuro.