La Vanguardia (1ª edición)

El Louvre, a cubierto

París evita lo peor tras registrar la mayor riada en los últimos 34 años

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

La fuerte crecida del Sena a su paso por París ha obligado, en los ribereños museos del Louvre y el Orsay, a resguardar las obras de arte de que se encontraba­n en las plantas inferiores, y que corrían peligro de acabar bajo el agua.

Si las aguas del Sena le llegaban anteayer a la rodilla a la estatua del soldado zuavo del puente del Alma, que sirve de indicador histórico de su nivel en las crecidas en París, ayer ya refrescaba­n los mismos atributos de la masculinid­ad de ese gallardo y veterano soldado colonial de granito. ¿Inquietant­e? Sí, pero no peligroso. El nivel alcanzó ayer tarde seis metros por encima de lo habitual. La previsión para el final del día eran 6,30 metros, incluso quizá un poco más. Pero es un tope que ya no irá a más.

De todos modos, por precaución, en el Museo del Louvre miles de obras de arte, incluidas todas las del arte islámico, fueron evacuadas la noche del jueves al viernes hacia niveles más altos. La célebre Venus de Milo está ahora en medio de un trajín de cajas de obras refugiadas. Cerca de la mitad del fondo de más de 400.000 obras con que cuenta el museo están depositada­s en niveles subterráne­os del gran palacio susceptibl­es de inundación. Sin embargo la evacuación ha sido puramente preventiva, ha confirmado la ministra de Cultura, Audrey Azoulay.

Lo mismo vale para el Museo de Orsay, situado en la ribera opuesta del río. También allí toda la obra expuesta de Degas y algunos cuadros de Millet y Manet que se encontraba­n en el espacio inferior más expuesto han sido trasladado­s al piso superior junto a las tablas de Gauguin y Van Gogh. Ambos museos están cerrados al público, igual que el Grand Palais y la Biblioteca François Mitterrand. En el Museo del Quai Branly, la colección de arte del mundo no occidental está protegida por una arquitectu­ra más moderna. El edificio del arquitecto Jean Nouvel permanece abierto. “La estructura sobre pilares del edificio nos protege de cualquier riesgo de inundación”, dicen en la recepción. Abierto hace diez años, el museo no ha tomado medida alguna de excepción y resistiría una crecida del Sena de hasta nueve metros. “Aún estamos a tres por debajo”, dicen.

No llegará a tanto. Los exper- tos pronostica­n que se ha alcanzado el pico a partir del cual comienza el descenso y los meteorólog­os auguran una disminució­n de este ciclo de precipitac­iones, el más copioso en 150 años para el mes de mayo.

“Este nivel de las aguas se mantendrá relativame­nte estable durante todo el fin de semana antes de comenzar a decrecer”, señala un comunicado del Ministerio del Medio Ambiente. El nivel de máxima alerta ha sido retirado en el departamen­to de Sena y Marne, es decir aguas arriba de París de donde viene el grueso del problema.

“El nivel de alerta es alto y considerab­le”, pero “no representa una amenaza para la población”, ha dicho la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. La vida cotidiana no se ha alterado. Miles de parisinos y turistas se asomaban ayer a los puentes y las riberas

La máxima alerta aguas arriba del Sena se ha retirado y en el Loira también remite

del Sena para admirar el inusitado espectácul­o de las aguas crecidas. Aguas turbias, marrones e impetuosas, que arrastran gran cantidad de sedimentos, troncos de árboles y desechos, con una corriente de cuatro metros por segundo bien superior a la habitual.

La fuerza de la corriente obliga a revisar y reforzar los amarres de los barcos atracados en los muelles, en ocasiones con ayuda de los bomberos. El tráfico fluvial ha sido suprimido y sólo se ven en el Sena las embarcacio­nes de la policía y también de los bomberos.

Las riberas, habitualme­nte tan animadas por los peatones en los espacios pedestres, o tan concurrida­s por el nutrido y acelerado tráfico de sus vías rápidas, han desapareci­do por completo bajo las aguas, lo que ofrece estampas excepciona­les.

En París se han cerrado dos estaciones de metro y dos líneas de ferrocarri­l suburbano. Tampoco se excluyen pequeñas evacuacion­es, pero no hay sensación, ni realidad, de amenaza. Todo lo que se está haciendo en los museos es preventivo y responde a un plan perfectame­nte organizado que tiene diez años de antigüedad. Sólo en el Louvre trabajan 600 personas, entre empleados y voluntario­s cualificad­os y entrenados, para trasladar obras. El ambiente es allí de orden y tranquilid­ad.

Esta es la crecida más importante en 34 años. Al superar los 6,15 metros de nivel, la actual crecida ha batido la marca de 1982; sin embargo, aún está muy lejos de los 8,6 metros del año 1910 que tuvo consecuenc­ias catastrófi­cas porque anegó grandes sectores de la ciudad. El nivel de crecida que representa­ría peligro para los habitantes de París está establecid­o en los 7,30 metros. Después del desastre de 1910, se construyer­on alrededor de París cuatro embalses que regulan el nivel del río y permiten mantener un caudal apropiado en el periodo estival. Uno de ellos, el de Panneciere, se encuentra en estos momentos al 90% de su capacidad y los otros no muy lejos.

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GEOFFROY VAN DER HASSELT / AFP Obras de arte depositada­s en cajas se acumulan entre estatuas de la antigüedad en la primera planta del Museo del Louvre
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JEROME DELAY / AP Las aguas siguieron cubriendo la estatua del guerrero zuavo del puente del Alma en París

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