Las motos de Barcelona
BARCELONA es una ciudad de motoristas. En Europa, sólo Roma supera a Barcelona por número de motos –280.000–. De hecho, uno de cada cinco vehículos que circulan por Barcelona es una moto. Sin embargo, sólo una de cada cinco motos dispone de una plaza de aparcamiento. La mayoría duermen en la acera. Tanto por motivos climatológicos como por voluntad municipal, es previsible que este contingente motorizado, lejos de disminuir, vaya al alza. De hecho, el plan de movilidad urbana, aprobado por el anterior Consistorio, prevé seguir aumentando el ratio, hasta lograr que uno de cada cuatro vehículos sea en Barcelona una moto.
Las ventajas de la moto son conocidas por todos. Lo son para sus usuarios, que disponen de un vehículo a un precio razonable, de bajo consumo, que permite acercarse mucho al destino y que, además, no comporta gastos de aparcamiento. Para la ciudad en general, la moto presenta también ventajas: aligera el tráfico rodado. Si, se repente, cada moto se transformara en un coche, Barcelona se acercaría al colapso.
Pero no todo son ventajas. La coexistencia de distintos vehículos de superficie –autobuses, coches, motocicletas, bicicletas...– acarrea inconvenientes. El número de accidentes en los que se ven involucrados motociclistas es elevado, y el número de víctimas mortales por esta causa, también: en Barcelona, el 63% de los muertos en accidente de tráfico iban en moto.
Dada la importancia de este medio de transporte, sorprende que las autoridades municipales no tengan un plan de actuación al respecto. Oímos hablar a menudo del tranvía, de la red ortogonal de autobuses, de la reducción del número de vehículos privados contaminantes, de los planes para las bicicletas públicas, convencionales o eléctricas... Pero de las motos oímos poco. Pese a esas propuestas que prevén un incremento de su número. Pese al palmario déficit de plazas de aparcamiento para estos vehículos. Pese a su elevada siniestralidad. Y pese a que en todas estas áreas las autoridades tendrían mucho que decir con vistas a mejorar la convivencia de las motos con el resto de los medios de transporte y con los ciudadanos en general.
No sólo las autoridades pueden mejorar esa convivencia. Los motoristas tienen ahí una gran responsabilidad. Deben respetar en todo momento las normas y las señales de circulación. Deben olvidarse de circular por las aceras, de ir a velocidades excesivas o de poner en riesgo a otros conductores o peatones. Su vehículo es más ligero y veloz que otros. Pero su actitud debe ser educada y prudente en toda circunstancia.