¡Viva el pantalón de pitillo!
Hace unos años un gallego con un fuerte tinitus y un par de tapones amarillos en las orejas dijo a sus colegas que pasaba del concierto de Blur y se fue a ver a los Titus Andronicus. ¿A quién… ?, le preguntaron con extrañeza.
Unos tíos que te dan ganas de ponerte pantalones de pitillo, una gente que durante sus giras acostumbraba a dormir en los sofás de sus seguidores, unos renovados punkies de toda la vida que ponen a la peña a rebotar…
“Bueno, cuando termine Blur vamos a buscarte y escuchamos alguna de esos…”.
Y al final los colegas del gallego con tinitus que tiene que racionar sus conciertos le dijeron que más les hubiera valido pasar de los Blur. A fin de cuentas el verdadero espíritu del Primavera Sound va más allá de la pleitesía por los cabezas de cartel. Aquí lo que tiene gracia es descubrir.
Ayer los Titus Andronicus regresaron al Primavera Sound, y pusieron a la gente a empujarse, versionaron a los Ramones, dieron caña desde el principio, le regalaron a la gente el papelito donde llevaban apuntadas los nombres de las canciones, recogieron ellos mismos todos sus trastos al terminar… Patrick Stickles es siempre impredecible, acostumbra a bascular entre la oscuridad y la euforia, nunca se sabe de antemano por dónde irá… Pero ayer, una vez más, se mostró tan cercano a un público que se sabía sus canciones, que ya lo habían descubierto tiempo atrás, que parecía que estaba en una sala.
Porque frente a los Titus Andronicus había poquita gente y mucho espacio, y en esta edición del festival eso no deja de ser un lujo. Lo que pasa es que los programaron a las siete de la tarde. Y apenas dispusieron de 50 minutos. A quién se le ocurre programar un grupo punkie a las siete de la tarde. A esa hora uno no tiene todavía el cuerpo para liarla en plan pogo. Y el tráfico de la Gran Via es una trampa mortal.
Tenían que haberlos puesto a la misma hora que Radiohead, haberle dado tiempo de sobra a la gente para que se preparara el cuerpo. De este modo todo el mundo hubiera tenido espacio de sobra para coger carrerilla antes de saltar y romperse las gafas como Dios manda.
Porque el verdadero sentido de todo esto si acaso lo tiene es descubrir.