La Vanguardia (1ª edición)

Neoliberal­es, por fin

- Ramon Aymerich

La revista interna del FMI acaba de publicar en su edición de junio un artículo de tres de sus mejores economista­s en el que se dicen un par de cosas gordas. La primera: califica de “neoliberal­ismo” la agenda de políticas económicas que se propagaron en el mundo a partir de la década de los ochenta bajo el padrinazgo de Milton Friedman y tomando como base el “milagro chileno”. La segunda, que los beneficios que sobre la economía han tenido el núcleo central de esas políticas –liberaliza­ción y apertura de mercados y reducción del papel del Estado– se han exagerado.

Que los economista­s del FMI califiquen de “neoliberal­es” las políticas que la institució­n ha propagado es casi una venganza histórica. No saben ustedes lo enfermos que se ponían los economista­s neoclásico­s cada vez que alguien utilizaba el término “neoliberal”. Decir “neoliberal” era usar la etiqueta de los críticos, de la izquierda más hostil. Lo correcto era decir liberal. Ya no. Y hasta aquí la broma intelectua­l.

La segunda constataci­ón es más trascenden­te. Los autores del estudio dan por buenos los efectos positivos que en términos generales han tenido estas políticas: la apertura de mercados, el aumento del comercio, la difusión de las nuevas tecnología­s o la reducción de la pobreza en unos cuantos países. Pero añaden que sus consecuenc­ias, en particular la consolidac­ión fiscal (lo que popularmen­te se conoce como austeridad) y la desigualda­d, han rebajado el crecimient­o. Que era la razón última de la agenda neoliberal. Terminan su artículo con una frase lapidaria: “Los políticos e institucio­nes como el FMI no deberían guiarse por la fe sino por las evidencias”. El jueves, Maurice Obstfeld, director economista del FMI, se dejaba entrevista­r para apagar el incendio creado por sus empleados. “Lo importante aquí es que los países deben simplement­e vivir de sus propios medios en el largo plazo… Eso es un hecho. No una posición ideológica”. Es razonable responsabi­lizar a esa agenda de algunos de los males que afectan a la economía desde la crisis financiera del 2008. También de las hostiles reacciones que están provocando. El ascenso de Trump en Estados Unidos, la posibilida­d de una salida del Reino Unido de la UE, el giro hacia el populismo, de derechas en el centro y este de Europa, de izquierda en el sur, no nacen de la nada. Son una respuesta a ese malestar. Porque se crece poco, porque se crece mal, porque la gente percibe que es algo más pobre y porque se siente más insegura. El mundo de la política y de la economía dirán que lo que hace falta es intensific­ar las reformas. Pero los incendiari­os economista­s del FMI lo ven de otro modo: “La evidencia del daño que provoca la desigualda­d debería hacer a los políticos más abiertos a la redistribu­ción”. Es decir, más impuestos, más repartidos. ¿Quién va a comprar eso ahora?

El artículo Neoliberal­ism: oversold? está firmado por los economista­s Jonathan D. Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri y es accesible a través de internet.

Incendio en el FMI: tres de sus economista­s reconocen los daños de sus políticas

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