La Vanguardia (1ª edición)

La líder que aparcó la ‘rauxa’

- SILVIA HINOJOSA

Hace más de cuarenta años, cuando aún no se sentía independen­tista, Carme Forcadell (Xerta, 1956) dejó atrás su tierra, en la ribera del Ebro, y se instaló en Sabadell para estudiar en la Universita­t Autònoma de Barcelona. En aquellas aulas progres de la Bellaterra de los años setenta, estudió a Kant y la teoría de la comunicaci­ón de masas, se licenció en Filosofía y en Periodismo y se estrenó en la televisión. Forcadell era una de las reporteras del programa

Giravolt que TVE emitía en el circuito catalán. La videoteca conserva las imágenes de la hoy presidenta del Parlament, entonces una veinteañer­a con melena larga y castaña, hablando de los temas más diversos.

En uno de estos reportajes, dedicado al Raval, emitido en junio de 1978, Forcadell arrancaba con estas palabras: “El barrio más degradado de Barcelona, con una densidad de población comparable a algunas zonas de la India...”. Aquella joven, a la que ya entonces le gustaba viajar pero no podía permitirse coger un avión, se recreaba con metáforas de largo recorrido. Con los años, se ha resarcido y ha viajado por Europa, Asia, África y América todo lo que ha podido. Y tiene mil y una historias. Como en aquel viaje a la India, cuando una vaca se plantó a la entrada del hotel y allí se quedaron ella y su amiga, esperando. “La empujamos pero no se movía y pensamos ‘no la toquemos, es un animal sagrado’. Esperamos, la vaca se sentó y nosotras allí con la maleta, pensando si nos íbamos a comer algo o qué. Pero cuando empezó a oscurecer se fue, ya conocía el camino”, recuerda, riendo. Explica que le gusta viajar por su cuenta, ya sea con su marido o con amigas, más que en viajes organizado­s. “Así se conoce gente de fuera, que es muy interesant­e –explica–. Las otras culturas y la gente que piensa de forma diferente te ayudan a abrir la mente. Me da igual adónde ir, tan diferente es Kenia como Camboya, pero cuanto más alejado de mi cotidianid­ad, mejor”.

La cita con Carme Forcadell es en el Parlament, un día de esta semana, al final de la jornada. La presidenta ha cumplido ya los 60 años y, aunque no le da trascenden­cia a la edad, le dicen que se conserva bien. Desde hace ocho meses, cuando tomó posesión como segunda autoridad de Catalunya –la primera es el presidente de la Generalita­t–, en su agenda figuran recepcione­s, entregas de premios, inauguraci­ones. Ha tenido que aparcar la

rauxa de sus años de activista, sobre todo en los últimos, al frente de la Assemblea Nacional Catalana, la entidad que ha impulsado el proceso independen­tista y la consulta del 9-N desde la sociedad civil, junto con Òmnium Cultural.

Desde el 2012, Forcadell formó tándem con la entonces presidenta de Òmnium, Muriel Casals, fallecida en febrero tras haber sido atropellad­a por una bicicleta. “Perdí a una compañera, una maestra y una amiga –explica–. Nos compenetra­mos muy bien, siempre sabíamos lo que tenía que decir cada una. Nos decían que éramos ella el seny y yo la rauxa. Pero cuando fui nombrada presidenta del Parlament y ella, presidenta de la comisión del Procés Constituen­t, me dijo: ‘Ahora nos tenemos que cambiar los papeles, tú tienes que ser el seny y yo seré la rauxa’”.

Forcadell, que se estrenó con un polémico “Visca la república catalana”, en su primer discurso en la Cámara, ha tenido que arriar velas. Pero mantiene su carácter progresist­a y rebelde, asegura. “Estudiar en la UAB quizá acentuó mi ideología de izquierdas, pero en esa época yo no era independen­tista –aclara–, ese es un proceso gradual, al ver que necesitas tener instrument­os para cambiar las cosas”.

Además de viajar, su otra afición es la ópera, explica. En Sabadell, donde vive desde los 17 años, no se pierde un estreno, pero recuerda que su bautismo lírico no fue afor-

carme forcadell AL FRENTE DE LA ASSEMBLEA NACIONAL CATALANA, FUE UNA IMPULSORA DEL PROCESO SOBERANIST­A DESDE LA SOCIEDAD CIVIL. COMO PRESIDENTA DEL PARLAMENT, SE ESTRENÓ CON UN POLÉMICO “VISCA LA REPÚBLICA CATALANA”, PERO HA TENIDO QUE CAMBIAR SU PERFIL DE ACTIVISTA POR OTRO MÁS INSTITUCIO­NAL

Creció en Xerta, entre conejos y pollos, y allí aprendió a nadar en el canal, sujetada con una cuerda Le gusta la ópera, en especial ‘Madame Butterfly’, y viajar adonde sea, cuanto más lejos mejor

tunado. “La primera vez que fui a la ópera fue en el Liceu. Era La valquiria, de Wagner, y la entrada era de gallinero, recuerdo aquellos cuernos en el escenario, fue terrible porque no lo veía bien, se me hizo interminab­le. Desde luego no era la ópera ideal para empezar”, asegura, riendo. Ahora sería distinto. Después de aquella experienci­a, La

flauta mágica de Mozart resultó más asumible y le cogió afición. “Mi En los años setenta, Forcadell lució melena como reportera del programa ‘Giravolt’ de TVE Militante de ERC, fue concejal en Sabadell del 2003 al 2007, con el socialista Manuel Bustos de alcalde ópera preferida es Madame Butterfly, de Puccini, y el mes pasado la vi en la Associació Amics de l’Òpera de Sabadell, donde suelo ir, siempre en viernes ”, dice.

También le gusta caminar. Cuando puede, hace una escapada a Xerta para ver a su madre, de 88 años, que sigue viviendo en la casa familiar, y queda con su hermana, que vive en Amposta. Forcadell tiene una casa en el pueblo, con un espacio trasero que no sabe si es patio, huerto o jardín, en el que crecen un naranjo, dos mandarinos y una palmera, entre otros árboles. “Mi casa está a las afueras, junto a la estación por la que ya no pasan trenes sino la vía verde, que va río arriba, por el Baix Ebre y la Terra Alta”, detalla. La línea ferroviari­a que unía Tortosa y Zaragoza dejó de funcionar hace muchos años, se retiraron los raíles y esa vía verde que discurre un buen tramo junto al río, por el antiguo camino de Sant Jaume de l’Ebre, ruta clásica de peregrinaj­e, es un magnífico paseo para caminar o ir en bicicleta.

Xerta, el pueblo de 1.300 habitantes en el que nació y pasó su infancia Carme Forcadell, es una tierra de regadío y secano, básicament­e agrícola, con granjas. “Cuando era pequeña había más granjas de cerdos y de gallinas que ahora. En casa también teníamos animales de granja, cuando vivía mi abuela: había conejos, pollos, patos, el pavo para Navidad y a mí me hacía gracia. Y también había un huerto”, recuerda. En su pueblo aprendió a nadar en el canal, como todos los niños, sujetada con una cuerda. Aún se baña allí, aunque ahora hay una piscina. Con la familia iban a la playa a La Ràpita.

A su marido, Bernat, un ingeniero que estudió en la UPC, lo conocía de vista del pueblo, pero empezaron a salir estando ya en Sabadell, explica, después de coincidir en una fiesta. Tienen dos hijos. “Siempre he querido preservar mi vida privada. A mi familia no le gusta la popularida­d en sí, prefieren seguir en el anonimato, aunque entienden que si vienen conmigo la gente se me dirija para hablar”, asegura.

Durante cuatro años, del 2003 al 2007, Forcadell fue concejal en las listas de ERC, partido en el que sigue militando, aunque sólo estuvo medio año a plena dedicación, como concejal de Salut, con el socialista Manuel Bustos de alcalde. Llegó a la política por el asociacion­ismo y ahí sigue, en la ANC, en Òmnium, en la Plataforma per la Llengua, la Plataforma pel Dret a Decidir, como miembro de base. Asegura que no se siente “una política normal”. Hasta hace ocho meses trabajaba como funcionari­a en el Departamen­t d’Ensenyamen­t de la Generalita­t y tiene la plaza en excedencia de catedrátic­a de la Escola Industrial de Sabadell, donde impartió durante muchos años clases de catalán. Y no descarta volver a trabajar de periodista; recién licenciada, colaboró en diarios como El

Correo Catalán o el Diari de Sabadell, pero la experienci­a de la tele le gustó. “No estaría mal un programa como Afers Exteriors de TV3 –bromea–, porque me gusta viajar”.

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FOTOS: PEDRO MADUEÑO Forcadell, en el parque Catalunya, pulmón verde de Sabadell que cruzaba todos los días cuando llegó a la ciudad como estudiante

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