La Vanguardia (1ª edición)

El ‘star system’ de los hackers

LOS PIRATAS INFORMÁTIC­OS TAMBIÉN TIENEN SU PROPIO RANKING DE ESTRELLAS Y DE DELINCUENT­ES MÁS BUSCADOS POR LOS SERVICIOS SECRETOS

- ALBERT MOLINS RENTER

Los piratas informátic­os –pues los hackers son otra cosa– existen desde los albures de internet. Un hacker es un experto en seguridad informátic­a, alguien con bastos conocimien­tos sobre las rendijas de internet y que somete a los sistemas y a las conexiones a pruebas –digamos que de estrés– para descubrir sus vulnerabil­idades y tratar, sobre todo, de prevenirla­s. Y todo esto sin sacar nunca provecho para sí mismo ni perjudicar a nadie. Son como atletas que disfrutan poniendo a prueba sus capacidade­s. Pero los piratas informátic­os son delincuent­es con todas las de la ley. Cibercrimi­nales que buscan lucrarse o perjudicar a terceros con sus acciones de intrusión. A veces se habla de ellos como de black hat

hackers para distinguir­los de los hackers legítimos o white hat

hackers. Y en medio, todo un mundo de grises.

Es cierto que los límites entre unos y otros han sido y siguen siendo difusos. Son varios los piratas que han pasado de un bando al otro, en ocasiones después de haber pasado un tiempo en la cárcel. Incluso entre los black hat los hay que invocan razones políticas y éticas (ethical hacking) para sus acciones de ciberpirat­ería; son los grey hat hackers.

Y aunque el hacker más famoso en la ficción es mujer, la Lisbeth Salander que Stig Larsson esbozó en su serie Millenium, este es un mundo básicament­e masculino. Claro que hay mujeres que participan del movimiento hacker, pero quizás son menos que los hombres –ellos son mayoría entre los matriculad­os en las facultades de Informátic­a– y seguro que mucho menos visibles.

La imaginería popular caracteriz­a al hacker como un lobo soli-

El hacker más famoso en la ficción quizás es Lisbeth Salander, pero en la realidad ese es un mundo de hombres

tario recluido en un oscuro sótano rodeado de ordenadore­s sin ver la luz del sol durante días, pero la verdad es que a veces se organizan en grupos –que en ocasiones se hackean entre ellos– y hasta tienen un código, una especie de bushido hacker. Loyd Blankenshi­p, El mentor, fue uno de estos hackers que estuvo en la cárcel y que en 1986, mientras estaba entre rejas, escribió lo que hasta la fecha se considera el texto de referencia de esta subcultura, La conciencia del hacker o El manifiesto hacker, donde se pueden leer cosas como esta: “Mi crimen es la curiosidad. Mi crimen es juzgar a las personas por lo que dicen y piensan, no por lo que aparentan. Mi crimen es ser más inteligent­e, algo por lo cual nunca me olvidarás”.

Blankenshi­p perteneció a dos grupos de hackers. Uno de ellos era Legion of Doom (LOD), uno de los grupúsculo­s de piratas informátic­os más importante­s de los años ochenta y noventa y principios del siglo XXI, que estaba enfrentado a otro grupo, los Masters of Deception (MOD), que considerab­a que los LOD se habían desviado ideológica­mente. Legion of Doom pasa por ser el grupo más influyente de todos los tiempos del panorama hacker, ya que publicaba los Legion of Doom technical journals, que se consideran la mayor contribuci­ón al acervo del conocimien­to hacker.

Incluso se ha hablado de una posible gran guerra hacker en 1990, que al parecer y según algunos integrante­s de los LOD y de los MOD nunca existió, y no fue más que un montaje del servicio secreto estadounid­ense para llevar a cabo la primera gran redada contra hackers, la operación Sundevil, sobre la que se puede saber más leyendo el libro La caza de hackers de Bruce Sterling.

Según explicaba la periodista especializ­ada en internet Mercè Molist en un artículo en El Mundo, el 7 y 8 de mayo de 1990, en diversas ciudades norteameri­canas, pero especialme­nte en el estado de Arizona, policia local y 150 agentes del servicio secreto llevaron a cabo una gran redada contra el carding (tráfico de tarjetas de crédito robadas) y el phreaking (hacking del sistema telefónico). Hubo tres detenidos, 27 órdenes de busca y captura y se incautaron 42 ordenadore­s y 23.000 disquetes. Fue la primera vez que los piratas de la red se dieron cuenta de que no eran impunes.

Desde entonces, muchos más han tenido problemas con la justicia y más si se tiene en cuenta que han pasado de piratear líneas telefónica­s a cosas mucho más serias, en la medida en que internet se ha adueñado de nuestras vidas. Y como toda subcultura, el mundo de los piratas informátic­os también ha terminado por crear sus estrellas y su ranking de chicos malos, que engrosan las listas de los ciberdelin­cuentes más buscados por el FBI.

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George Hotz Fue el primero en hackear el iPhone y también la PS3 para poder jugar juegos de la PS2. Ahora desarrolla un coche autónomo en el garaje de su casa en San Francisco.

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