Prince Pelayo, el indomable
BLOGUERO, ESTILISTA, CONSULTOR Y FOTÓGRAFO, CON UNA PERSONALIDAD ARROLLADORA QUE LE ABRIÓ LAS PUERTAS DE LA ALTA COSTURA PARISINA. AYUDA A CAMBIAR LA IMAGEN DE LA GENTE EN TELECINCO AUNQUE NO LE APETECÍA HACER TV
“¡Perseguid vuestros sueños! (y no os olvidéis de sonreír por el camino)”. La frase no procede de un manual de autoayuda sino del libro Indomable (Libros Cúpula), de Pelayo Díaz, un bloguero de moda en los dos sentidos de la palabra.
Díaz —o Prince Pelayo— es el artífice del blog Kateloves.me (en honor a su admirada Kate Moss), que empezó en el 2007 cuando estudiaba Diseño de Moda en la prestigiosa Central Saint Martins de Londres. El blog, que escribe en inglés y en castellano, fue considerado por el Times
Magazine uno de los más influyentes del mundo. Junto a su diploma de Saint Martins y su indiscutible encanto, fue su pasaporte para trabajar en firmas como Alexander McQueen y David Delfín. Pelayo y el diseñador español fueron pareja aunque, como señala, él no habla de su vida privada. Ni de las parejas confirmadas, como Delfín, ni de las supuestas, verbigracia Nicholas Ghesquière, director creativo de la firma francesa Louis Vuitton.
En París estaba Pelayo cuando fue contactado por Telecinco para participar en Cámbiame , un programa sobre cambio de imagen. “No me apetecía hacer televisión, te lo confieso”, cuenta en entrevista telefónica. “Estaba en una burbuja: vivía en París, tenía mi blog, hacía consultoría, cosas online para marcas…” Pero no quiso desaprovechar la oportunidad y fue a la entrevista. Lo ficharon y asegura que el trabajo le encanta. Él representa el rostro más amable de los tres estilistas del programa, que ayudan a mejorar el look de los participantes. “Creo que la belleza no es una talla 36 ni unas facciones perfectas”, dice con vehemencia. “Yo cuido a todos y si alguna vez digo que algo no les queda bien, lo hago de forma suave. No soy fan del sincericidio: no es necesario decir la verdad a todas horas”.
Pelayo ha cambiado la sofisticación de la alta moda internacional por Cámbiame, pero está encantado. “La sofisticación está sobrevalorada. Además, la tele me parece muy glamurosa: creo que si Andy Warhol viviera, le encantaría el programa”. Él, dice, está bien en todas partes: “No soy nada elitista. Al final, ¡mira qué progre soy que me va bien todo!”.
Nacido en Oviedo hace veintinueve años, Pelayo fue un niño feliz que empezó a fijarse en la moda desde muy pequeño. “Me encantaba ir de compras con mi madre y mirar con ella las revistas”. Criado en una familia “supertrabajadora, generosa y que siempre me ha apoyado”, fue a un colegio religioso, donde conoció “a gente maravillosa”, aunque también pasó sus malos ratos. A destacar, la historia que relata en su libro cuando, con ocho o nueve años, descubrió que ninguna de sus amigas le hablaba, por orden de una maestra. “Les había prohibido hacerlo, para que me relacionara con los chicos”. Aquella crueldad innecesaria se le hizo eterna, pero no consiguió traumatizar a la naturaleza positiva de Pelayo: “Es sólo un mal recuerdo”.
Siempre ha tenido claro que su homosexualidad no es ningún tabú: “De hecho, quiero darle tanta normalidad que ni siquiera hablo de ella”, zanja.
Tenía talento para el dibujo: “Mis abuelos pensaban que iba a ser pintor, pero al final, cuando todos insisten en que pintes, le pierdes el gusto y te dedicas a otra cosa”. La “otra cosa” fue la
“Yo digo las cosas de forma suave; no soy fan del ‘sincericidio’: no es necesario decir siempre la verdad”
moda, que hoy es el eje de una actividad frenética y polifacética: “Lo guay que tenemos hoy es que podemos dedicarnos a un montón de cosas diferentes: puedo hacer fotos, dibujar, ser modelo...”. Su libro, que se ha presentado esta semana, es la última de sus actividades. Lo escribió para sus fans con un mensaje claro: “Animarlos a perseguir sus sueños. Porque si a mí me pasó, también te puede pasar a ti”. Para conseguirlos en un mundo como la moda, ¿hacen falta conexiones o talento? “Las conexiones son importantes, pero sin talento no sirven para nada… Pero también te diré que el talento sin trabajo tampoco sirve de nada”.