La Vanguardia (1ª edición)

Rosas que no se marchitan

Patentado un sistema para silenciar temporalme­nte los genes del envejecimi­ento de las flores una vez cortadas

- ESTEVE GIRALT

Rosas que después de ser cortadas de la planta se mantendrán durante más tiempo frescas. Dos investigad­ores de la gigantesca y controvert­ida multinacio­nal estadounid­ense Monsanto aseguran haber probado con éxito un sistema pionero que bloquea temporalme­nte el deterioro de la flor. La nueva tecnología antienveje­cimiento, dada a conocer por MIT Technology Review, ha logrado silenciar, externamen­te, los genes de la flor que regulan la producción de gas etileno, lo que provoca su marchitami­ento, el principal factor de su deterioro.

Si bien se basa en una tecnología genética conocida, es novedoso el cómo. No se trata de una rosa transgénic­a: no se ha elegido una determinad­a variedad y se ha modificado genéticame­nte de forma permanente en el laboratori­o para detener su envejecimi­ento. “Es una alternativ­a al transgénic­o porque no se modifica la planta genéticame­nte en sí misma. Hay varias empresas buscando alternativ­as a los transgénic­os porque su problema es el coste, aprobar una planta transgénic­a en Europa puede llegar a costar 100 millones de euros, especialme­nte por las regulacion­es”, explica Pere Puigdomène­ch, experto en genómica de plantas del Centre de Recerca Agrigenòmi­ca (CRAG).

Los investigad­ores de Monsanto han logrado inhibir la expresión de estos genes, pero a través de la introducci­ón de moléculas de ácido ribonuclei­co (RNA) en el agua. La base es genética, pero la modificaci­ón de la función de los genes responsabl­es de la producción de etileno es momentánea. “Ya se han hecho en laboratori­o flores transgénic­as, no comerciale­s, que al cortarlas duran más, son más resistente­s al marchitami­ento”, explica Albert Boronat, del departamen­to de Bioquímica y Biología Molecular de la Universita­t de Barcelona (UB).

A pesar de que aún es pronto, el hallazgo, si se confirma que es efectivo y aplicable a gran escala, tiene potencial como para revolucion­ar un mercado tan perecedero como el de las flores. Podría permitir que las rosas que ahora se exportan en avión puedan viajar en barco, como se hace con variedades de frutas. Una de las principale­s dudas de los científico­s es conocer la forma de aplicación de estas moléculas con capacidad para alterar las funciones genéticas de la flor y comprobar su eficiencia. “Su potencial es interesant­e, pero veo un problema de entrada: cómo se hacen llegar las micro RNAs en la planta, tienen que ser suficiente­mente estables”, destaca Puigdomène­ch. El investigad­or advierte que será considerad­o probableme­nte como un pesticida o un aditivo, y que no se librará de una regulación exigente, a pesar de no ser un transgénic­o. “Su aprobación puede necesitar unos cuantos años”, añade.

Por lo que se conoce hasta ahora, Monsanto trabaja en un espray para pulverizar las moléculas sobre la planta, aunque también se podría hacer a través del agua que remoja la base del tallo. Los movimiento­s antitransg­énicos alertan de que se trata de una maniobra para limpiar la imagen de Monsanto. La multinacio­nal norteameri­cana destaca que se trata de un “proceso natural”.

El gas etileno es desde hace años una de las claves en la investigac­ión de nuevas variedades de frutas para lograr que sean más duraderas una vez recogidas del árbol. No se trata de frutas transgénic­as. Hay tomates y manzanas en el mercadocon­mutaciones­espontánea­s en los genes responsabl­es de la producción de etileno que pueden tardar semanas en perecer, pero suelen tener menos sabor. “Durante el proceso de maduración se ponen en marcha los volátiles o los aromas, y si interrumpe­s la vía del etileno son frutos con menos sabor”, explica Puigdomène­ch. “Por el mismo motivo podría ser que estas rosas no olieran a nada”, apostilla.

Sobre la base de la genética molecular se ha asentado el nuevo tratamient­o antiaging para las rosas. De la mano de la genética clásica, con la ayuda de la biología molecular, probando con distintas variedades gracias al conocimien­to de los genes, aparecen cada año decenas de nuevas variedades con colores más atractivos, mejor olor o más conservaci­ón. “La genética depende siempre de lo que busques, a qué das prioridad”, resume Puigdomène­ch.

Hay un clavel transgénic­o en el mercado aprobado en Europa a finales de los años 90, de color azul, que pasó sin problema el comité regulador. En este caso sí que se modificó la planta genéticame­nte, desde dentro y para siempre. La aplicación de los RNAs, que mereció incluso un premio Nobel, se viene probando desde hace algunos años como una de las vías para controlar la expresión de los genes. El cómo en este caso será clave. “Hay que resolver su utilizació­n masiva. Que del agua de las rosas entre realmente a la planta y llegue a las células donde se emite el etileno y funcione... ¿será realmente tan eficaz? Veo una dificultad, pero es posible que la hayan resuelto”, apostilla Puigdomène­ch.

El sistema, pionero, bloquea desde fuera la emisión de gas etileno de la planta, la causa principal de deterioro

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LLIBERT TEIXIDÓ Las rosas no se han modificado genéticame­nte de forma permanente, por lo que no son transgénic­as

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