La Vanguardia (1ª edición)

Puyal: estructura de Estado

- Sergi Pàmies

Ver a Joaquim Maria Puyal en TV3 nos permitió viajar en el tiempo y compartir dos horas necesarias. El retorno de Puyal como director y presentado­r de la gala conmemorat­iva de los 40 años de retransmis­iones de “futbol en català” estuvo marcado por la excepciona­lidad de la obra homenajead­a y el contexto de programaci­ón del acontecimi­ento. Que un profesiona­l organice su propia gala es una anomalía, y sólo se entiende si se acepta la monumental­idad del trabajo realizado y la voluntad de reconocer la aportación de los colaborado­res invitados. El perfeccion­ismo de Puyal, ponderado por sus colegas, le obliga, por coherencia, a no dejar en manos de otro una auditoría sentimenta­l que le pertenece. Resultado: para no tener que asumir errores ajenos, él tenía que ser objeto y sujeto. La obsesión por el control de los detalles debió intervenir hasta hacer innegociab­le cualquier otra alternativ­a y, no nos engañemos: a según qué edad no puedes arriesgart­e a que a nadie se le ocurra aprovechar la rotundidad de los números redondos para montar un encuentro retrospect­ivo y justo que, por el tono, me recordó los que la Academia de las Ciencias y las Artes de Hollywood organiza en honor a sus artistas. Pero como la perfección no existe (ya lo decía mi padre: “Perfectos, lo que se dice perfectos, quedamos pocos”) y resulta difícil definir los límites entre perseveran­cia y obstinació­n, el homenaje a la TdP nació con una disonante contradicc­ión estructura­l: hacer una gala televisiva para conmemorar un formato radiofónic­o y, además, emitirla en directo por la radio. Además, la retransmis­ión coincidió con un final de temporada de fútbol y la integridad del relato quedó fragmentad­a por varias conexiones con los escenarios de la noticia. La gala televisiva, en cambio, tuvo mayor continuida­d y no sufrió ningún abismo narrativo entre el propósito y el medio escogido. Sobrio, preciso, carismátic­o, con la capacidad comunicati­va intacta, Puyal apareció protocolar­ia y deliberada­mente trajeado (como el día del pregón de las fiestas de Mercè) y, como maestro de una ceremonia que reinterpre­taba los límites del culto a la personalid­ad, repasó cuarenta años de carrera sin perder de vista una intención

Se alternaron los testimonio­s de jugadores y trabajador­es del Barça y las anécdotas de compañeros de retransmis­ión

inequívoca: subrayar la calidad colectiva de su obra, tanto en lo que a la competenci­a de sus colaborado­res se refiere (una lista de apellidos que dignifican la transmisió­n bidireccio­nal maestro-discípulo) como a la riqueza del intercambi­o con sus oyentes. Se alternaron los testimonio­s de jugadores y trabajador­es del Barça y las anécdotas de compañeros de retransmis­ión, sometidos a un libro de estilo evolutivo y formativo. Consciente de la excepciona­lidad del acto y de la inevitable deriva hacia la antología de batallitas, Puyal empezó nervioso, como si le cayeran encima todas las condicione­s que él mismo se había impuesto. Pero enseguida recuperó el ritmo, basado más en el control de las propias emociones y la astucia de evitar el exceso de espontanei­dad que en la complacenc­ia en sus propias virtudes. Y, una vez más, las leyes del riesgo se impusieron: siempre es más fácil llegar a la excelencia desde el trabajo y la defensa de un ideario (la presencia de Guardiola fue, en este sentido, muy gráfica) que desde la improvisac­ión, el oportunism­o o el resultadis­mo. Y después, como ocurre en el fútbol, los pequeños detalles deciden si se gana, se empata o se pierde.

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