La Vanguardia (1ª edición)

CLAMOR POR EUROPA

ESCOCIA BUSCA UNA SOLUCIÓN DE EMERGENCIA

- RAFAEL RAMOS · ANDY ROBINSON ·

Los escoceses adoran España, les encanta la paella, la Costa Brava es su referencia de paraíso, ahorran para ir al Camp Nou y tienen al Barça en un pedestal. Pero en su lista de ídolos ibéricos no figuran precisamen­te el Gobierno central de Madrid y Mariano Rajoy. Más bien todo lo contrario, sobre todo después de decir que la permanenci­a de Escocia en la UE, si se confirma el Brexit, tendrá que pasar por encima de su cadáver. Aunque últimament­e, como pueden atestiguar sus amigos conservado­res David Cameron y Boris Johnson, convertirs­e en un cadáver político es bastante fácil.

Al margen de la hostilidad de Madrid y París , el Brexit ha puesto a los nacionalis­tas escoceses en un brete, justo cuando habían decidido ser prudentes y no mover ficha hasta estar seguros de que ganaría la independen­cia. ¿Qué les conviene hacer? ¿Aprovechar la rendija que se ha abierto para colar un segundo referéndum? ¿Esperar a ver qué pasa, si el Reino Unido efectivame­nte se va o no se va, cuándo y en qué condi- ciones? ¿Negociar lo antes posible con Bruselas la permanenci­a de Escocia o el acceso al mercado único sin tener en cuenta el calendario de Londres? ¿O aguantar la pelota hasta que quede claro a qué tipo de relación comercial llegan la Unión Europea y el Reino Unido (o el antiguo Reino Unido, igual que se hablaba de la antigua Yugoslavia)?

Con Gran Bretaña traumatiza­da todavía por el resultado de la votación, en la práctica sin primer ministro ni líder de la oposición, y menos una hoja de ruta, la clase política como protagonis­ta de un drama jacobino de traiciones y asesinatos, enzarzada en su juego de tronos particular, en medio de una cuádruple crisis política, económica, constituci­onal y hasta deportiva (tras la derrota de Inglaterra ante Islandia en la Eurocopa), el único Gobierno serio y efectivo es el escocés.

Nicola Sturgeon, cada vez más en el papel de gran estadista, no ha cometido ni un sólo error desde el Brexit: ha reafirmado las credencial­es europeísta­s de Escocia, dado la bienvenida a todos los ciudadanos de la UE que viven y trabajan en el país, viajado a Bruselas en una misión de tanteo, estudiado quiénes pueden ser sus amigos y sus enemigos (Rajoy y Hollande al frente), colocado el referéndum sobre la mesa pero sin compromete­rse a nada, constituid­o una comisión de expertos legales para examinar las expectativ­as, explorado una alianza proeuropea con Gibraltar y Londres y pedido calma.

Las opciones son múltiples, y tardará en aclararse el panorama. Asumiendo que se confirme el Brexit, para Edimburgo sería muy distinto

que el Reino Unido permanezca en el mercado único o que no lo haga. Si Londres negocia un acuerdo al estilo noruego o islandés, Escocia podría ser hipotética­mente miembro de la Unión Europea sin necesidad de tener una frontera dura con Inglaterra, algo que no le conviene porque es su principal importador (cuatro veces más que la UE). Pero eso, si Bruselas (y Rajoy entre otros) lo aceptan. “La posición del Gobierno español es cutre y antidemocr­ática –señala un miembro del Parlamento de Holyrood–. ¿Pero qué podíamos esperar teniendo en cuenta que por razones políticas internas no reconoce a Kosovo, y la manera en que ignora las aspiracion­es de Catalunya?”.

El camino a un referéndum, aunque la mayoría de la gente lo quiera, está lleno de obstáculos. Primero, Westminste­r tendría que dar su consentimi­ento, pero un nuevo líder tory podría enrocarse al estilo Rajoy. Segundo, habría que ganarlo. Y aunque las encuestas dan entre un 54% y un 59% a la independen­cia después del Brexit, las perspectiv­as económicas para Escocia son ahora mucho peores que en el 2014. El precio del petróleo se ha desplomado, los ingreses del Tesoro escocés han disminuido ligerament­e, se quedaría sin las subvencion­es del orden de 1.800 euros por cabeza que otorga el Estado británico (algo que Bruselas nunca igualaría), el plan de conservar la libra esterlina quedaría descartado y serían necesarios recortes de gastos y más impuestos para compensar el déficit (un 9,7% del PIB).

Por otro lado, no está claro que los escoceses, en el clima post-Brexit, puedan seguir contando mucho tiempo con el ventajoso acuerdo presupuest­ario que Londres y Edimburgo suscribier­on en febrero pasado. Con el Reino Unido fuera de la UE, y si se confirman las peores prediccion­es económicas, un líder duro tory posiblemen­te cedería a las presiones de la little England para dejar de subvencion­ar a una Escocia que se quiere marchar. Un dilema difícil de resolver.

Una de las opciones que prevé Sturgeon, y que sondeó en su aventura bruselense de esta semana, es la fórmula Groenlandi­a al revés . En vez de salirse de la UE mientras el resto del país permanecía, como hizo en 1985 el territorio danés, Escocia (y tal vez Irlanda del Norte) se quedarían mientras el Reino Unido se va. Las complejida­des diplomátic­as y constituci­onales son sin embargo enormes.

Las razones de Escocia para pedir un nuevo referéndum o un trato especial de parte de Europa son poderosas, porque son los ingleses quienes se han marchado. Necesitan amigos, pero la España de Rajoy no figura entre ellos.

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NEIL HALL / REUTERS Una manifestan­te proeuropea exhibe la bandera de Europa pintada en su rostro ayer frente al Parlamento de Westminste­r
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DANIEL LEAL-OLIVAS / AP

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