El sincrotrón Alba: fotones en busca de uso
El sincrotrón Alba, la mayor instalación científica del país, reclama dinero para abrir nuevas líneas que permitan rentabilizarlo, pues trabaja a menos de un tercio de su capacidad
Visitar el sincrotrón Alba, la infraestructura científica más grande de España, impresiona. No es la Sagrada Família, pero podría considerarse un templo de la física. Y la física, esa ciencia que permite explicar cómo funciona aquello que vemos e incluso cosas que no vemos, emociona. Resulta excitante en la medida en que se logra entender, y sobrecoge cuando uno se siente superado.
En el sincrotrón Alba se combinan ambas sensaciones al intentar comprender qué se hace allí. Se trata de una instalación donde producen electrones, los aceleran hasta velocidades muy cercanas a la de la luz y los dejan en un tubo dando vueltas y atravesando campos magnéticos hasta convertirlos en fotones, en luz de sincrotrón, una luz que tienen una longitud de onda pequeña y por ello permite ver cosas muy pequeñas con una gran precisión.
Hasta ahí, todo más o menos asumible. Pero cuando se entra en detalles de los procesos, tecnologías, materiales, cálculos y variables que intervienen en el funcionamiento del sincrotrón Alba –como que en el tubo por donde circulan los electrones se hace el vacío suficiente para asegurar una distancia entre moléculas de al menos 66 kilómetros y dificultar así que choquen con ellas- la excitación mental se dispara y es fácil sentirse impresionado e, incluso, sobrepasado.
A ello se suma la sorpresa de escuchar a Caterina Biscari, la directora de Alba, explicar que la instalación funciona a pleno rendimiento, produciendo fotones en todo el acelerador y todos los días del año, pero aprovecha menos de un tercio de su capacidad.
El sincrotrón Alba continúa con las mismas siete líneas experimentales –las estaciones de trabajo donde se extrae y selecciona la luz que necesita cada científico para sus investigaciones– con que comenzó a dar servicio a los investigadores en el 2012. En otoño entrará en funcionamiento la octava, que será una línea de luz infrarroja destinada a experimentos de biología y biomedicina, investigación de materiales y análisis de obras de arte u objetos arqueológicos, entre otros ámbitos. Y tienen dos estaciones de trabajo más en construcción: una especializada en fotoemisión en ángulo, que estará lista en el 2018, y otra dedicada a técnicas de difracción utilizada para cristalografía de proteínas que se prevé abrir en el 2020.
Este crecimiento dista mucho del previsto. En el momento de inaugurarse, en el 2010, se dijo que la instalación tenía capacidad para 33 líneas y que en los siguientes doce años se doblaría la inversión inicial realizada –201 millones de euros– para que lograr que estuviera que totalmente operativa. “Es cierto que existen 33 puertos de luz, pero algunas líneas invaden espacio del puerto vecino, así que como máximo podríamos instalar 25, y creo que lo ideal serían 20”, matiza Biscari.
Incluso así, el objetivo queda lejos de las ocho líneas con que acabarán este año o de las diez que aspiran a ofrecer en el 2020. La razón de esta ralentización en el crecimiento de Alba es económica. Cada nueva línea de luz exige una inversión inicial de cinco millones de euros, contratar ocho personas más y aumentar en 500.000 euros anuales el presupuesto operativo del centro, que ahora es de 20 millones. “Hemos contado siempre con el apoyo del Gobierno central y de la Generalitat, las dos administraciones de las que dependemos, y no hemos sufrido recortes en nuestro presupuesto ordinario durante la crisis, pero necesitamos más inversiones porque estamos desperdiciando fotones que, con más líneas, permitirían sacar provecho de la gran inversión que se hizo en esta infraestructura”, apunta la directora de Alba, que ya tiene decididas las cinco próximas que quiere ins- talar y calcula que con 50 millones de inversión se alcanzaría su objetivo ideal de 20. Y justifica que este tipo de inversiones requieren celeridad en las decisiones porque desde que se aprueba hasta que la estación de trabajo entra en funcionamiento transcurren cuatro años, de modo que si las nuevas líneas no se planifican ya, se corre el riesgo de que cuando se disponga de dinero para ellas haya que destinarlo a renovar la tecnología de las primeras.
Biscari enfatiza también que el
Alba dispone de 33 puertos de luz y se usan 7; su directora quiere crecer hasta 20 En otoño se pondrá en marcha una octava línea de trabajo y hay dos más en construcción Cada línea exige cinco millones de inversión y un 10% más de presupuesto ordinario
coste de una línea de luz es “muy marginal”, respecto a la inversión inicial, y subraya que la experiencia técnica y organizativa que han acumulado durante los años en que no podían ampliar “hacen que ahora estemos muy preparados para focalizar todas nuestras fuerzas en crecer”.
Por otra parte, aunque el sincrotrón Alba no tiene las dimensiones que se habían pronosticado –en el 2010 se llegó a decir que investigarían en ella más de mil científicos de primer nivel y que contribuiría a crear más de 8.000 puestos de trabajo directos o indirectos–, su directora asegura que sus servicios están muy demandados: “Nos llegan el doble de propuestas de experimentos de las que podemos atender, y hay instrumentos que tienen cuatro veces más demanda de la programable, y ello a pesar de que trabajamos con un calendario que cubre todo el año y con el máximo de tiempo de luz posible”.
Más del 98% de sus usuarios son investigadores académicos (el 60% españoles y el resto extranjeros), que compiten con sus propuestas de investigación y, si son seleccionadas, utilizan las instalaciones de forma gratuita a cambio de que los resultados de sus trabajos sean públicos.
Elrestodelos usuarios-entreel 1% y el 2%– son empresas privadas que pagan 500 euros por hora de uso de las instalaciones y que suscriben un contrato de confidencialidad sobre los resultados de sus trabajos, que no se hacen públicos.
“Desde que comenzó a funcionar en el 2012 han pasado por Alba unos 4.000 usuarios –más de mil académicos sólo el año pasado–, y hemos hecho reuniones específicas para determinados sectores empresariales –desde farmacéuticas, a químicas, pasando este año por las cementeras, las empresas de cerámica o de pigmentos– para enseñarles ejemplos de cómo pueden utilizar las instalaciones para su negocio, puesto que el objetivo es promover que la empresa española vea oportunidades en apostar por el I+D” y así contribuir al desarrollo científico en Catalunya y España, relata la directora de Alba.
“El sincrotrón ha hecho que la industria española de alta tecnología disponga de una herramienta de desarrollo que antes no tenía y que les abre nuevas posibilidades; algunas están aprendiendo ahora a usar la luz de sincrotrón en su negocio y están invirtiendo en investigación y creando empleo de alta calidad”, justifica.
Recuerda también que Alba ha sido uno de los últimos sincrotrones que se han puesto en marcha en Europa, lo que le confiere ventajas competitivas porque dispone de tecnologías muy avanzadas. A mo- do de ejemplo menciona que cuentan con un equipo de dispersión resonante único en el mundo por su alta resolución, un microscopio de fotoemisión del que sólo existen cuatro o cinco más, y un microscopio de transmisión para tomografía de células del que hasta el 2012 carecía la comunidad científica española.
Entre las empresas que utilizan el sincrotrón Alba figuran la productora de pigmentos Nubiola y la multinacional química Henkel. Esta última fabrica adhesivos conductores para la industria electrónica y usa la luz sincrotrón para ver los posibles poros del adhesivo, o los fallos en la cobertura de los materiales que emplea.
En cuanto a las investigaciones académicas a las que ha dado luz el sincrotrón Alba, Biscari menciona un nuevo fármaco contra el sida (aún en desarrollo) que se ha visto que tiene una estructura similar a la del VIH y que podría actuar como barrera entre el virus y las células; diversos estudios sobre el grafeno; un experimento sobre cómo las algas marinas absorben el calcio y cómo afectan los cambios derivados del calentamiento global del planeta; una investigación sobre los materiales de las vidrieras de una iglesia o el impacto del virus de la hepatitis C en los hepatocitos y su interacción con los medicamentos empleados para combatirlo, entre otros miles de experimentos realizados.