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La necesidad de un espíritu de pacto para hacer frente a los retos económicos del país, y la oportunidad que ofrece el Brexit para que Barcelona se convierta en sede de la Agencia Europea del Medicamento.
SE atribuye a sir Winston Churchill la sentencia: “No te rías de la tontería de los demás. Puede representar una oportunidad para ti”. Siguiendo el consejo, el Brexit ha abierto una puja por hacerse con las oportunidades que ofrece la salida de los británicos de la UE, como por ejemplo la Autoridad Bancaria Europea (EBA), que reside en la City, y a la que entre otras ciudades optan Frankfurt, París o Milán, a las que ayer se sumó Madrid, según anunció la vicepresidenta del Gobierno, o la Agencia Europea del Medicamento (EMA), a la aspiran Barcelona y Málaga entre otras localidades europeas.
No es la primera vez que la capital catalana pretende esa agencia europea encargada de la evaluación científica de los medicamentos desarrollados por las empresas farmacéuticas para su uso en la Unión Europea. Lo hizo en 1995, a la estela del prestigio de la organización de los Juegos del 92 y argumentando su larga experiencia en la industria farmacéutica; pero Londres hizo valer sus más que poderosas razones y se llevó la pieza que ahora vuelve al escaparate. Hubo más tarde, en el 2002, otra ambición similar: la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, que fue final y sorprendentemente otorgada a Parma. En esta segunda ocasión perdida, se levantaron críticas a la poca ambición del gobierno de Aznar por defender Barcelona e incluso hubo quien habló de favores a su amigo Berlusconi.
La segunda oportunidad de Barcelona para hacerse con la EMA llega con el Brexit y goza de las mismas razones que 21 años atrás, aunque mucho más consolidadas y poderosas. No sólo es una capital con demostradas capacidades y más que suficientes atractivos, sino que además la industria farmacéutica y la investigación biomédica se han desarrollado hasta el punto de que la han convertido en un referente europeo y, por tanto, mundial. Catalunya alberga 230 laboratorios farmacéuticos, el 50% de los que hay en España, y es el quinto productor europeo, a un nivel similar al de países como Holanda o Suecia. Es decir, en esos cuatro lustros Barcelona se ha convertido en un gran polo biotecnológico europeo.
De ahí que el Govern de Puigdemont se pusiera de inmediato manos a la obra y aprobara en la mañana del pasado martes la formación de una comisión para impulsar la candidatura de Barcelona a la EMA. Es una aspiración que está al alcance, porque las condiciones existen. Ahora conviene trabajar con eficacia, remando todos en la misma dirección: políticos, empresarios y profesionales de los sectores implicados. Que nadie se haga el remolón.