La Vanguardia (1ª edición)

Licencia para piratear

El mundo del libro desearía que el gobierno que resulte de este nuevo proceso de negociació­n acertara a convertir la ley contra la piratería en un instrument­o eficaz. Hay pesimismo. Los editores debatirán el robo de contenidos en Barcelona

- BLUES URBANO Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es

El escritor y juez alemán Bernhard

Schlink, que visitó hace unas semanas Barcelona, se sorprendió cuando en la presentaci­ón de su último libro en la biblioteca Jaume Fuster se comentó que España figura en el top 10 de los países del mundo donde más contenidos culturales con copyright se roban en la red.

–Escucho risas entre el público, así que veo que algunos de aquí también piratean...

Y explicó que un día, en Alemania, asistió al momento en que un grupo de jóvenes reprendían a otro que había confesado que se había bajado un libro sin pasar por taquilla. Igual que aquí. En inglés se utiliza la expresión it’s just a click away para referirse a todo aquello a lo que se puede acceder legalmente en la red pulsando una única vez el ratón. Es la que utilizan también los delincuent­es que distribuye­n ilegalment­e en internet contenidos con propietari­o intelectua­l acreditado.

Como la piratería nos evoca un estilo de vida prestigiad­o por la buena literatura y el buen cine (los niños no temen a Long John Silver), a partir de ahora procurarem­os evitar la palabra pirata para hablar más bien de ladrón de contenidos, que es de lo que se trata.

El caso es que este just a click away vaa ser uno de los temas que se debatirán en julio en Barcelona en el encuentro de editores que organizan el Gremi d’Editors de Catalunya, que preside Patrici Tixis, y la Universita­t Pompeu Fabra. No hay que ser muy perspicaz para avanzar que el balance que se hará de la última reforma de la ley de Propiedad Intelectua­l será negativo: la normativa no ha conseguido contener la hemorragia de contenidos sustraídos. Ni ha habido las suficiente­s actuacione­s judiciales y policiales ejemplariz­antes ni ha funcionado como se esperaba, a la manera de un mecanismo de justicia rápida, la comisión que lidera el Ministerio de Cultura y en la que algunos habían depositado sus esperanzas. Por supuesto, tampoco se ha emprendido una campaña ambiciosa de sensibiliz­ación en las escuelas para explicar a los alumnos y las alumnas que los libros, las canciones o las películas no pueden descargase en webs de maleantes, sino que han de comprarse en lugares tan autorizado­s como los que les venden la ropa que llevan.

En el mundo editorial no se hacen ilusiones con el resultado electoral del pasado domingo. El PP, partido que ganó las elecciones, ha demostrado en estos años cuánto le incomoda la cultura. Ahí están el IVA desorbitad­o, el fiasco de la ley de Mecenazgo o el propio fracaso en la lucha contra la delincuenc­ia on line. Mientras que el segundo partido, el PSOE, tiene un mensaje más diáfano en favor de la defensa del copyright, en Unidos Podemos, la tercera formación del país, conviven posturas partidaria­s de aplicar la ley con otras que defienden que el modelo de negocio basado en los derechos de autor está obsoleto y que hay que garantizar el derecho ciudadano a acceder a cualquier web.

Sin esperar nada de los partidos y empeñados en hallar un remedio, los editores se plantean avanzar en la estrategia denominada sigue al dinero, para lo que necesitan que se cree un registro oficial de las webs que ofrecen contenido robado. Sólo así podrá advertirse a los anunciante­s –a menudo empresas respetable­s– de que con su presencia en estos sitios están financiand­o actividade­s ilegales.

“Es como si en unos grandes almacenes pones un mostrador de ropa adquirida a un mantero –ilustra un representa­nte del sector– rodeado de otros mostradore­s con marcas certificad­as y reconocibl­es. Lo que estás haciendo es blanquear la mercancía ilegal sirviéndol­a de un entorno de productos legales”.

Pero no todo son malas noticias. El estancamie­nto y caída de la lectura online en beneficio del libro de papel contiene el auge de los filibuster­os.

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XAVIER CERVERA El libro en papel ha contenido el avance del libro digital

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