La Vanguardia (1ª edición)

Río ultima detalles y baja los precios de las entradas

Precios más populares en las entradas y calidez ante los errores

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Enviado especial

“Mais amor, por favor”. El lema, reproducid­o aquí en portugués, se puede leer en distintos idiomas sólo poner un pie en Río de Janeiro. Y eso, amor, es los que están intentando aplicar en la recta final hacia el descorche de los Juegos Olímpicos los ciudadanos de esta megaurbe donde es imposible ocultar la pobreza porque emerge de manera natural sin necesidad de agudizar la mirada. En este panorama en el que el real brasileño se ha depreciado con respecto al dólar un 46% desde que Río obtuvo la nominación como ciudad olímpica había una cierta preocupaci­ón hace medio año con respecto a la venta de localidade­s para los Juegos. Entonces no se había colocado ni la mitad de las entradas pero en mayo ya se había alcanzado el 67% y hace unos días se vendieron 100.000 tickets en sólo cuatro horas. Señal de que la fiebre olímpica está subiendo a pesar de todas las penalidade­s en un país que hace bandera de dejar la mayor parte del trabajo para el último minuto.

Y eso que hay muchos habitantes de Río que no se pueden permitir el lujo de gastarse el dinero en acudir a ver algún deporte, aunque la política de precios no es exagerada y es más económica que en Londres 2012 y que en el Mundial de fútbol en Brasil en el 2014. De hecho la mitad de los 7,5 millones de entradas se pusieron a la venta por 26 euros. En el otro extremo citas clásicas por la expectació­n como la final de 100 metros de Usain Bolt o la final de baloncesto. A ellas se le suman dos deportes que quitan el sueño en Brasil, y no se trata del fútbol, sino del volei playa y del voleibol en sala. Sus finales se pagan igual que la de Bolt y la de baloncesto, con la presencia previsible de las figuras de la NBA: 1.200 reales (328 euros), los asientos más lujosos.El clima que se está preparando en la arena de Copacabana para el volei playa es ciertament­e sensaciona­l, inigualabl­e en cualquier otro sitio. Un detalle es muy significat­ivo: la prensa necesitará una entrada especial para estas finales, algo que sólo suele suceder con las ceremonias, la natación y algunos partidos concretos de baloncesto.

CONTRA LA PIRATERÍA Hay productos para turistas, más caros, y productos para autóctonos, más económicos

Lo mismo se puede decir del voleibol tradiciona­l. Cabe tener en cuenta que en 1983 95.887 personas poblaron Maracaná para un partido de este deporte entre Brasil y la URSS. Por debajo queda el precio más caro de

las finales de fútbol y de natación (245 euros), aunque nada puede competir con la ceremonia inaugural de mañana, donde las butacas van de los 54 a los 1.200 euros.

Donde no llegue el dinero, que llegue la pasión, dice el comité organizado­r, sabedor de que no van a poder acabar todos los detalles, como se puede comprobar en los accesos al parque olímpico de Barra de Tijuca, con estructura­s a medio acabar y andamios por retirar. Nada que no se pueda solucionar con una sonrisa y voluntad de ayudar al visitante, entienden aquí. No siempre consiguen su propósito pero tiran de amabilidad popular.

Para que el pueblo se sintiera más implicado y para protegerse de la piratería, los organizado­res también están comerciali­zado dos líneas de productos, una para turistas a un precio mayor y otra con artículos que se podrían llamar de imitación pero que son oficiales y que cuestan un 50% menos. Lógicament­e estos no se encuentran en Copacabana o Ipanema sino a media hora del repleto centro de Río. Ya sólo queda un día para que se encienda un fuego olímpico que recorre desde ayer las calles de la ciudad. Que nadie les gane en amor.

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Juegos y baile. ?? Eduardo Paes, alcalde de Río, portó ayer la antorcha por las calles de su ciudad ante la expectació­n de los presentes con sus móviles y la alegría de varios miembros de la escuela de samba Mangueira
TASSO MARCELO / AFP Juegos y baile. Eduardo Paes, alcalde de Río, portó ayer la antorcha por las calles de su ciudad ante la expectació­n de los presentes con sus móviles y la alegría de varios miembros de la escuela de samba Mangueira

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