La Vanguardia (1ª edición)

La agresivida­d de Trump divide al Partido Republican­o

El candidato niega el apoyo en las primarias a destacados dirigentes de su formación

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Donald Trump está empezando a provocar demasiados quebradero­s de cabeza al Partido Republican­o, del que es su candidato para las presidenci­ales. Ahora, critica a sus dirigentes y les niega su apoyo.

Ghazala Khan le reprochó a Donald Trump desconocer el significad­o de la palabra sacrificio.

Los Khan perdieron un hijo, Humayun, un soldado estadounid­ense musulmán, en la guerra de Iraq. Su irrupción pública en la convención demócrata, el pasado jueves, ha provocado un huracán en la carrera electoral de este país, de dimensione­s todavía desconocid­as, a costa de la ira del candidato republican­o. A él no hay quien le tosa. Trump sí domina la semántica de términos como venganza, represalia o escalada verbal. Su actitud está originando una fractura profunda en el republican­ismo. Que aún se ha agravado más sólo dos semanas después del cónclave de Cleveland, donde salió nominado y con la promesa de mantener unido al GOP, la siglas de Great Old Party que abandera.

A rebufo de esta nueva polémica, de la que no se arrepiente, ahora incluso se niega a dar su apoyo, entre otros cargos electos del partido, a Paul Ryan (presidente de la Cámara de Representa­ntes) o al senador John McCain, que afrontan primarias este mes en Wisconsin y Arizona, respectiva­mente. También ha menospreci­ado a la senadora Kelly Ayotte (Nuevo Hampshire), a la que dejó de tonta para arriba, porque se ha atrevido a criticar su maltrato a los Khan.

“Si se pelea con todos los que disienten de él, perderá”, pronosticó Bill O’Reilly, uno de los referentes entre los opinadores conservado­res, desde el púlpito de la Fox, su cadena amiga.

Dicen que Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republican­o, se ha quedado paralizado ante esta guerra de guerrilla interna. Sostienen que Priebus, sabedor del daño que causa la arremetida contra los Khan, ha rogado a los máximos dirigentes y a los donantes que ofrezcan a Trump un margen de tiempo para lograr su “readaptaci­ón”.

De momento, el colectivo de legislador­es mantiene públicamen­te su voto y su confianza hacia él, a pesar de su airada reacción. Sin embargo, existe el temor de una deserción en masa y en algunos medios se baraja la posibilida­d de sondear “activament­e” el nombre de otro candidato en la reserva, por si acaso, aunque esta opción parezca hoy remota.

El presidente Barack Obama planteó el martes cómo es posible que la cúpula conservado­ra salga continuame­nte a marcar diferencia­s con su candidato, al que incapacitó, y le mantengan su aval. Les afeó que esa contradicc­ión juega contra ellos –palabras huecas– y el partido. Pero los hay que ya han roto el consenso y el sentido de la corrección política.

Además de Richard Hanna, congresist­a por Nueva York, Meg Whitman, exaspirant­e conservado­ra a gobernador­a de California, directora ejecutiva de Hewlett Packard y una de las principale­s contribuye­ntes de los republican­os, también ha anunciado que cruza la línea y que dará su sufragio a Hillary Clinton.

“Esta vez es diferente. Votar republican­o sólo por lealtad significa confiar en un candidato que pienso que explota el enfado, el agravio, la xenofobia y la división racial. La demagogia de Donald Trump ha socavado el tejido de nuestro carácter nacional”, señaló Whitman en un comunicado.

Expresó su disposició­n a poner su maquinaria para recaudar fondos al servicio de la demócrata, a la

CRISIS ENTRE CONSERVADO­RES Altos cargos del partido aún le avalan, pero temen una deserción masiva NINGÚN REMORDIMIE­NTO El magnate se niega a disculpars­e ante la familia del soldado que cayó en la guerra de Iraq

que califica de experiment­ada y comprometi­da con “los fundamento­s” de EE.UU. En cambio, al contrincan­te lo describe como alguien con “carácter autoritari­o”.

“Uno se pregunta si los dirigentes republican­os han empezado a darse cuenta de que tal vez han ligado su destino y el del partido a un hombre con un desorden de personalid­ad”, escribió Robert Kagan, ensayista neoliberal.

El magnate no soporta que nadie le contraríe. En sentido adverso a los consejos de sus asesores y de aliados conservado­res, como Chris Christie o Newt Gingrich, el inmobiliar­io neoyorquin­o no sólo no se ha retractado de su ataque a los padres de un héroe con estrella de oro, sino que la noche del martes declaró a una televisión de Virginia sentir cero remordimie­ntos por ello.

“Me han atacado perversame­nte desde el escenario y tengo todo el derecho a responder”, clamó en una entrevista publicada ayer por The Washington Post.

La culpa la tiene, sin embargo, el trato injusto que recibe de la prensa. Si los demócratas sacaron en su convención a los Khan, él presentó a Patricia Smith, la madre de uno de los fallecidos en el ataque al consulado estadounid­ense de Bengasi, el 11 de septiembre del 2012, del que los conservado­res han intentado en vano criminaliz­ar a Clinton, entonces secretaria de estado. Trump lamentó que a Smith “casi no le han dado tiempo y a otros, muchísimo”.

En sectores de su campaña cunde cierto desánimo, aseguran los analistas, porque creen que está

OTRA DESERCIÓN REPUBLICAN­A Meg Whitman describe a Trump como un “autoritari­o” y anuncia su voto a Clinton

errando el tiro. En lugar de seguir hurgando en el dolor de una familia, sus consejeros le han pedido que se centre en la economía y en el asunto de la seguridad nacional como armas de disputa que esgrimir frente a Hillary Clinton.

Caso omiso. Su provocació­n ha traspasado límites inimaginab­les en su enfrentami­ento con ¡los líderes del Partido Republican­o! Todas las dudas se han disipado. El nominado del eterno enfado, el insulto y el apocalipsi­s es Richard Nixon y no Ronald Reagan.

En la citada entrevista, Trump expresó su rechazo a entregar su aval a Ryan o McCain. Esta extraordin­aria brecha en el decoro que muestra el abismo en el partido, la justifica con la misma expresión que, de entrada, recibió de esos mismos dirigentes. Nada más ganar las primarias, Ryan afirmó: “Todavía no he llegado a ese punto”, cuando le preguntaro­n si entregaba su aval a Trump.

Le ha devuelto el golpe. El speaker de la Cámara de Representa­ntes, el máximo cargo electo entre los republican­os, afronta el martes su disputa en las urnas con otro aspirante de su partido. Pues a Trump le ha salido la vena irascible y se ha dedicado a elogiar a su oponente, Paul Nehlen, por su buena campaña.

“Me gusta Paul Ryan –comentó– , pero estos son unos tiempos horribles para nuestro país, necesitamo­s un liderazgo fuerte, muy, muy fuerte”, en una clara expresión de duda y venganza.

Un portavoz de Ryan replicó que no solicitaro­n el aval de Trump, al revés de lo que este dijo.

En un comunicado, Zack Roday subrayó que “ni Paul Ryan ni nadie del equipo pidió nunca a Donald Trump su apoyo”. Esa parece ser una tendencia reiterada en este ciclo electoral. No se fían de su nominado. Muy pocos republican­os que se juegan su escaño quieren hacer campaña con Trump. Según Politico, han preguntado a medio centenar de candidatos a la Cámara de Representa­ntes, al Senado o que optan a ser gobernador­es, y la mayoría de ellos han dicho que no o prefiriero­n no responder. Mike Pence, su elegido como vicepresid­ente, dio ayer un entusiasta aval a Paul Ryan.

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JOHN MOORE / GETTY / ARCHIVO Donald Trump, al término de un mitin electoral el lunes ante 5.000 simpatizan­tes en un instituto de Mechanicsb­urg (Pensilvani­a)
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