Miedo y asco en la campaña de Trump
LA publicación norteamericana Politico se preguntaba en un artículo reciente si la última convención republicana –la que arrancó con Melania Trump haciendo el ridículo con un discurso plagiado y siguió con gritos de “a la cárcel” contra Hillary Clinton– ha sido la peor de la historia. Los expertos consultados discrepan; alguno responde que dependerá de las repercusiones que tenga. Si el espectáculo que montó Trump en Cleveland lo acaba llevando a la presidencia, es probable que la convención se convierta en un modelo que copiar. Si fracasa, será candidata a liderar la lista de los horrores de Politico en seria competencia con la convención demócrata de 1972, tan mal organizada que el nominado, George McGovern, inició su discurso a las 2.48 h de la madrugada, cuando todo el país se había ido a la cama. Hunter S. Thompson escribió sobre aquel congreso uno de los mejores libros de periodismo político que se recuerdan: Miedo y asco en la campaña presidencial de 1972.
Pero para lo que sí han servido el aquelarre de Cleveland y la posterior escalada de violencia verbal de Trump es para que los EE.UU. civilizados salgan del letargo. En la sección de Internacional se analiza hoy el goteo de personalidades republicanas que se desmarcan del candidato de su partido, cuando no piden directamente el voto para Clinton.
De la misma manera que el inesperado éxito del Brexit despertó a una Gran Bretaña europeísta y alérgica a los populismos, las expectativas electorales de Trump están surtiendo el efecto positivo de movilizar, por oposición, a capas de la sociedad normalmente reacias a votar. El regreso de los jóvenes y los desencantados a la política sería el mejor antídoto para que no tengamos que asistir dentro de un año a una cumbre del G-8 en la que Trump, Marine Le Pen, Putin y la Gran Bretaña antieuropea se den la mano para decidir el futuro del mundo.