Un mal ejemplo
El número tres del partido de Iglesias intenta sin éxito orientar hacia el debate social la controversia sobre su asistente
El llamado caso Echenique está haciendo visible y ahondando el bache postelectoral de Podemos.
El caso Echenique, relativo a las presuntas infracciones del secretario de organización de Podemos en la contratación, cotizaciones y retribución de un asistente que trabajaba para él una hora al día, esta visualizando y agravando la depresión postelectoral del partido de Pablo Iglesias.
Pablo Echenique, afectado por una debilidad muscular discapacitante estimada oficialmente en un 88% reconoció hace ya una semana que no había hecho “las cosas bien” al eludir en ciertos periodos sus obligaciones contractuales y de abonos a la Seguridad Social para con la persona que le asistía en sus actividades cotidianas y su aseo diario: una asistencia que no venía sino a permitir que la madre y la esposa del dirigente se tomaran unos mínimos respiros en una ayuda constante al hijo y marido; trabajo que en total ocupa “unas once horas al día”.
Según las primeras explicaciones del número tres de Podemos, de entrada él remuneraba al asistente a través de la empresa a la que pertenecía. Hasta que la compañía lo echó. Entonces Echenique pasó a pagarle lo mismo que había estado abonando a dicha empresa: 11 euros a la hora –alrededor del doble de lo usual en el sector–, con parte de cuyo dinero él esperaba que el ayudante afrontara sus supuestas obligaciones ante la Seguridad Social como “autónomo”.
Porque el número tres de Podemos dio en principio “por sentado”, y ese fue su “error” –admitió–, que el asistente era autónomo. Y sólo cuando supo que no estaba pagando su cuota como tal prescindió de él, en concreto en mayo pasado.
En su reacción inicial ante las revelaciones periodísticas sobre el caso, Echenique situó la confesa irregularidad en un periodo de poco más de un año, desde mayo del 2015. Pronto los medios que más a conciencia seguían la historia difundieron que el político también había pagado “en negro” a su empleado entre otoño del 2012 y verano del 2013. El dato dio de sí para publicar nuevas entregas.
Expertos laboralistas y de Ciencias de la Administración ilustraron el dossier, la mayoría en sentido adverso para el protagonista. De las consultas que hizo por su parte La Vanguardia –entre otros al profesor de Relaciones Laborales del Iese Sandalio Gómez, a los técnicos de la red Asisthogar y a la Tesorería de la Seguridad Social– se deduce que Echenique debió elegir entre contratar y cotizar a la Seguridad Social por su asistente –en calidad de empleado del hogar– o bien asegurarse de que efectivamente era autónomo y, en consecuencia, retribuir sus servicios contra factura. Es decir que, tal como él mismo vino a reconocer, el dirigente no habría cum- plido con sus obligaciones con el Estado y con el propio trabajador.
En términos políticos, lo relevante por ahora –sin perjuicio de una posible sanción con o sin denuncia del afectado– es cómo el asunto ahondó y sigue ahondando el bache por el que Podemos transita desde las elecciones del 26-J.
El golpe, al margen de la mayor o menor proporcionalidad de las críticas mediáticas en relación con la gravedad del caso, llega en un momento de repliegue y apartamiento del foco público por parte de Pablo Iglesias y su partido. De tal manera que, desde que la prensa aragonesa publicó el 26 de julio la primera información del tema, las preguntas sobre el caso Echenique compiten con las relativas al bloqueo político en todas y cada una de las entrevistas –muy escasas estos días, eso sí– a responsables de la formación.
El hallazgo de este pecado del secretario de organización viene además a sustanciar la pérdida de la inocencia del único de los miembros de la cúpula podemista que hasta ahora se salvaba de la quema. Pablo Iglesias es acusado de manera crónica de cobrar de Venezuela y de Irán a través de sus programas televisivos. A Íñigo Errejón se le recuerda de cuando en cuando su falta en la tramitación y el cobro de un contrato como investigador de la Universidad de Málaga. A todo lo cual se suman las secuelas de los expedientes del fisco y la Universidad al exdirigente Juan Carlos Monedero por su jugoso estudio (425.000 euros) para los países del ALBA.
Echenique intentó desde el minuto uno simultanear su tímido mea culpa por las irregularidades en el pago y (no) contrato a su asistente con el aprovechamiento del caso como “oportunidad” para plantear un debate sobre las miserias políticas y las penurias humanas en la aplicación de la ley de dependencia. Y sobre cómo, por culpa de los recortes, “mucha gente humilde se ve empujada a participar en la economía sumergida” para pagar y cobrar la asistencia de los dependientes. Pero para su desgracia y también para los millones de afectados por este creciente problema, Echenique fracasó estrepitosamente en ese empeño de reorientar así el “escándalo del asistente”.
El caso Echenique ahonda el bache que Podemos atraviesa tras el 26-J y copa el interés en torno al partido