La vida política francesa se queda sin vacaciones este agosto
El Consejo de Ministros transfiere poderes policiales a la ciudad de París
Habitualmente, el último Consejo de Ministros, anodino, sólo servía para saber adónde partía de vacaciones el Gobierno. Ayer, con nueva polémica social ante las puertas, esta vez a propósito de una reforma impositiva, y otra integrista, pero católica, por la demolición de la iglesia Santa Rita, la única de París que aceptaba a animales como feligreses, se anunciaba mal tiempo para el reposo del guerrero. Y en eso se ha convertido François Hollande, el hombre que prometía una presidencia normal.
De hecho, el consejo fue precedido por otro, sobre temas de defensa. Y si los ministros votaron una medida importante para la capital, calificada de “reforma histórica” por la alcaldesa Hidalgo, su instigadora, la excusa para esa transferencia de gran parte de los poderes de policía al Ayuntamiento fue la de permitir a la jefatura central de la policía “concentrarse en sus misiones de seguridad y de lucha contra el terrorismo”.
También lo hará el presidente, quien se escapa hoy y mañana a Río de Janeiro, por los Juegos, pero aparte de “un contacto diario, por lo menos”, con el núcleo antiterrorista fijó ya dos citas sobre seguridad, el día 11 –la víspera de sus 62 años– y el 17. Y regreso masivo el 22. Además, los titulares de carteras sensibles –Sanidad por ejemplo– deben estar a tiro de avión de París.
La capital tiene una –pequeña– rue Bonaparte, el general revolucionario, pero ninguna bautizada Napoleón, por el emperador. Y sin embargo, desde esa tutela policial sobre París, que contaba ya 216 años, hasta el concordato de 1802 que subsiste en Alsacia y que hizo de los ministros del culto empleados públicos, sus gestos de centralización del poder siguen vigentes.
De hecho, la tutela policial pretendía facilitar el tráfico de vehículos militares en París. Y el teórico sobrino, Napoleón III, delegó en el barón Haussmann la apertura de anchas avenidas, los bulevares, con el mismo fin.
Porque, a diez meses de las presidenciales y a menos de cuatro de las primarias de la derecha, que serían seguidas por las de la izquierda, la trilogía libertad, igualdad, fraternidad se ve reemplazada por seguridad, represión, identidad.
El problema es que un 71% de franceses –última encuesta de Ifop– desconfía de la capacidad del Ejecutivo para protegerlos. Y la trágica repetición de atentados, desde la matanza en Charlie Hebdo y un hiper kosher, con sus 236 muertos, obliga a contorsiones de comunicación, “para no repetirse”, según un redactor de discursos.
Lo que ha cambiado precisamente es la identidad de izquierda y derecha en cuanto a represión y seguridad. Desde la matanza parisina del 13 de noviembre, ya con la dura ley de información votada tras Charlie, el jefe del Estado socialista decretó el estado de emergencia.
El 3 de junio fue promulgada una nueva –endurecida también– ley antiterrorista.
Y entre el camión asesino de Niza y la decapitación del padre Hamel, el estado de emergencia fue prorrogado hasta el 2017. Una y otra medida con artículos considerados peligrosos para las libertades por el sindicato mayoritario –y apolítico– de la magistratura, que reúne a un 70% de los jueces.
Más aún: Hollande pretendía despojar de su nacionalidad a los terroristas franceses, a costa incluso de modificar la Constitución, medida resistida por su flanco izquierdo y que tampoco recibió el apoyo de las filas conservadoras. Ayer, además, el Gobierno ratificó el laicismo innegociable del Estado, que le impide subvencionar actividades de culto. Y su probable candidato a presidir la Fundación para las obras del Iislam en Francia, el exministro del Interior socialista Jean-Pierre Chevènement, de 78 años, un nacionalista escasamente europeísta, tampoco es figura polémica para la derecha.
Hollande, sin días de ocio: el 71% de los franceses desconfía de la capacidad del Elíseo de protegerlos