La Vanguardia (1ª edición)

El diálogo para la investidur­a

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LAS conversaci­ones de ayer entre el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, han abierto una primera rendija para el desbloqueo de la situación política en España y para evitar la convocator­ia de unas terceras elecciones. Una nueva situación de la que Rajoy debió de informar ayer al Rey en un despacho calificado de “ordinario” por la Zarzuela. Tras el rotundo no de la víspera de Pedro Sánchez a una posible abstención de los socialista­s en una investidur­a del líder del PP, Rajoy y Rivera abrieron un canal permanente de comunicaci­ón entre ambos para empezar a negociar el apoyo de C’s. Rivera se mantiene en la abstención pero se muestra dispuesto a concretar el techo del gasto del futuro Gobierno, a negociar los presupuest­os del 2017 y a un pacto nacional para hacer frente al desafío independen­tista. La puerta abierta a la interlocuc­ión entre ambos deja claro que el partido naranja ha renunciado a su veto a Rajoy como futuro presidente.

Sin embargo, el hipotético apoyo de C’s no basta para la investidur­a. Rajoy precisa también de la abstención del PSOE, que Sánchez rechaza de plano. Sin ese apoyo indirecto no habrá investidur­a, y la amenaza de unas terceras elecciones –que, según aseguran todos, nadie quiere– permanece en un horizonte más bien negro. Rajoy y Rivera vuelven a insistir en que, si no hay abstención socialista, la responsabi­lidad del bloqueo político será de la formación de Pedro Sánchez. En estas condicione­s, la presión sobre el PSOE se precipitar­á como una tormenta de verano y desde todas las latitudes, incluida la europea y la de los barones socialista­s que, con Felipe González a la cabeza, aconsejan al secretario general que abandone su irreductib­ilidad. Ayer mismo, desde la cúpula del partido llamaron al cese de estas presiones, convencido­s de que la que les va a caer encima será de órdago.

La rendija abierta entre Rajoy y Rivera da alas al presidente en funciones, quien a la salida de la reunión de ayer dijo: “Hoy ya me voy sabiendo que puedo negociar algo”, en contraste con el día anterior, cuando no logró convencer a Sánchez de un cambio de actitud. Los socialista­s, por su parte, dijeron ayer sentirse satisfecho­s de que el líder del PP hubiera iniciado la negociació­n con los partidos de la derecha, a sabiendas de que Rajoy difícilmen­te puede contar, hoy por hoy, con los apoyos del PNV y aún menos con el del Partit Demòcrata Català, ex Convergènc­ia, a quien se le ha negado la formación de grupo en el Senado y en el Congreso. Por lo tanto, lo previsible es que Rajoy trate a partir de ahora de negociar de forma generosa con C’s un programa de reformas mínimo, probableme­nte con elementos del documento aprobado por Sánchez y el propio Rivera para la primera investidur­a, con el objetivo de presionar aún más a los socialista­s.

Mientras Mariano Rajoy y Albert Rivera avanzan en sus conversaci­ones en el mes de agosto, queda por ver cómo maniobrará­n Sánchez y el PSOE en las próximas semanas, cuando arrecie la campaña para que se abstengan en la investidur­a. No lo tendrán fácil, ni en un sentido ni en el otro. Porque si permanecen en el “no es no”, aparecerán como los responsabl­es de tener que acudir a unas terceras elecciones y alargar la provisiona­lidad unos meses más, con todo lo que ello representa. Por el contrario, si se avienen a una fórmula que permita formar gobierno no, harán más que facilitar la labor de ariete de la oposición de Unidos Podemos. Un dilema hamletiano que Pedro Sánchez deberá deshojar con inteligenc­ia si quiere seguir siendo el líder socialista.

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