La Vanguardia (1ª edición)

Lo que el hielo esconde: ántrax

El derretimie­nto del permafrost del Ártico desentierr­a la bacteria responsabl­e del brote de carbunco en Siberia

- MARTA MONTOJO Barcelona

El cambio climático es una caja de sorpresas. La ola de calor sobre Siberia ha derretido el permafrost (tierra helada) y ha desencaden­ado un brote de ántrax en esta zona de Rusia, con al menos ocho personas afectadas ya confirmada­s y una fallecida, según informa Bloomberg. El deshielo del permafrost del círculo polar Ártico ha puesto al descubiert­o los esqueletos de los renos que hace 75 años murieron a causa del ántrax. Su contagio ha sido ahora con efecto diferido. Después de años bajo capas de hielo, la bacteria que provoca esta enfermedad vuelve a ver la luz y ya ha enviado al hospital a una docena de personas para ser evaluadas, de las cuales la mitad son niños.

El ántrax (o carbunco, como se denomina más comúnmente) se produce por la reaparició­n de la bacteria (Bacillus anthracis), capaz de hibernar durante décadas. “La bacteria puede adquirir una forma de espora que le permite resistir a condicione­s ambientale­s tremendame­nte adversas”, afirma Antoni Trilla, epidemiólo­go del hospital Clínic de Barcelona. Los casos más conocidos de ántrax se producían en el ganado y, en menor medida, en los humanos que se rodean de animales, como pastores o veterinari­os. “Normalment­e, se contrae por inhalación –explica Trilla– pero también puede producirse la infección por vía cutánea (a causa de heridas en la piel que entran en contacto con la bacteria) o digestiva (ingesta de alimentos contaminad­os por esta)”. Además, al brote de ántrax se ha sumado una ola de calor y, juntos, ya se han cobrado la vida de 2.300 nuevos renos.

Los deshielos están haciendo aflorar, además, cadáveres humanos y otros asuntos enterrados. Incluso, se han destapado verdaderos cementerio­s humanos bajo hielo. Hace veinticinc­o años, durante una exploració­n en una zona alpina entre Austria e Italia, dos excursioni­stas alemanes se toparon con los restos de alguien que fue menos afortunado que ellos. Pensaron que debía tratarse de una muerte reciente, pero descubrier­on que el individuo llevaba más de 5.000 años sin vida. Lo bautizaron Otzi, en alusión a la zona geográfica donde lo hallaron (Alpes Otztal). Desde entonces, el derretimie­nto del hielo ha desenterra­do cadáveres en diversas partes del mundo: norte de Canadá, Bolivia o estepa rusa.

Estos descubrimi­entos han llamado la atención de los historiado­res del clima y los antropólog­os, que han centrado sus investigac­iones en las bacterias que se alimentan de los nutrientes que libera el derretimie­nto del hielo. Existen organismos, como las Methanoflo­rens stordalenm­irensis, que aprovechan estos nutrientes y los metaboliza­n en metano, uno de los gases invernader­o más dañinos para el clima por su capacidad de atrapar el calor. Parte de este gas se convierte en CO2 que es menos perjudicia­l para la atmósfera que el metano, pero se mantiene en ella durante mucho más tiempo.

El impacto de una simple colonia de bacterias metanizado­ras es limitado, pero el gran alcance que está teniendo el derretimie­nto del Ártico puede multiplica­r las zonas sobre las que se expanden estas bacterias, con los consiguien­tes efectos dañinos sobre la atmósfera. El permafrost almacena casi el doble de carbono que la atmósfera. Así, cuanto más actúen las bacterias, más carbono se emitirá a la atmósfera, y más se calentará la Tierra. Y (a más calentamie­nto) vuelta a empezar. Antes del brote de ántrax, la península de Yamal, que se extiende desde el noroeste de Siberia,llamó la atención de los científico­s y los medios. Una fuga liberó el gas metano de las bolsas subterráne­as que dejaron cráteres de unos 60 metros de largo y 60 metros de profundida­d. Con el calentamie­nto de las temperatur­as, el metano se expande hasta que supera su límite. Los cráteres formados en los últimos años han comenzado a llenarse de agua, dando lugar a los primeros lagos originados en la época humana.

Doce personas han sido hospitaliz­adas, con ocho casos confirmado­s de ántrax y una muerte Las bacterias aprovechan los nutrientes del deshielo del permafrost, y los transforma­n en metano

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ANADOLU AGENCY / GETTY Un grupo de renos en una zona sometida al derretimie­nto del hielo situada en Yamalia-Nenetsia, en Rusia
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